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Autor Tema: La inconciencia de la incompetencia...  (Leído 585 veces)

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La inconciencia de la incompetencia...
« en: Agosto 25, 2010, 06:05:50 pm »
Por...  Silvia Gil Cordero

En una empresa que capacitamos, habí­a un gerente que no tení­a el hábito de motivar a su personal. El gerente se jactaba de ser un gran motivador. Según la escalera del conocimiento de William Howell el primer paso para cambiar un hábito, es subir el escalón de la “inconciencia de la incompetencia” a la “conciencia de la incompetencia”. Esta persona tení­a que entender que no era un lí­der motivador y no habí­a forma que lo asuma. Hasta que le propusimos realizar un clima organizacional dentro de su empresa, en donde se reflejaba la desmotivación de su personal.
 
A partir de ahí­ tuvo que reconocer que le costaba motivar. Era consciente de su incompetencia en este punto. Así­ que luego le enseñamos todas las tíécnicas que debiera utilizar para motivar.

El gerente se encontraba ya en el siguiente escalón, tomando la “conciencia de la competencia”, es decir, estaba alerta cuando hablaba con su personal, aplicando las tíécnicas aprendidas. Despuíés de algunas semanas pasó al escalón de la “inconciencia de la competencia”, es decir, ya no pensaba en las tíécnicas, sino que las usaba de forma automática; ya era un nuevo hábito.

En un libro de cuentos leí­ que un hombre muy trabajador antes de morir les comunicó a sus hijos que habí­a dejado enterrado un tesoro en el campo. Para encontrarlo tení­an que remover la tierra cuidadosamente. Cuando el hombre murió, los hijos, que eran bastantes haraganes y flojos y no tení­an el hábito de trabajar, empezaron a remover la tierra para encontrar el tesoro. Trabajaron arduamente pero no encontraron nada. Como la tierra ya estaba removida, decidieron sembrar el campo. Cosecharon y recaudaron mucho dinero. Luego volvieron a remover la tierra para seguir buscando el tesoro, al no hallar nada, de vuelta sembraron por segunda vez. Cosecharon y obtuvieron ganancias. Siguieron haciendo esto varios años, lo que les permitió tener riquezas y acostumbrarse al trabajo. Finalmente entendieron que el verdadero tesoro que su padre les habí­a dejado era la sabidurí­a para romper sus hábitos de pereza y reemplazarlos por nuevos hábitos de trabajo.

Debemos estar en un proceso de continuo aprendizaje, aceptando y reconociendo nuestras debilidades, teniendo la intención de cambiar y lo más importante; haciendo algo por cambiar. Esto nos lleva a un constante mejoramiento.

Generalmente sucede que los gerentes enfrentan el peligro de sentirse satisfechos con el statu quo.

Erróneamente algunos gerentes o lí­deres creen que si pudieron alcanzar una meta en particular, ya no tienen que crecer más. Así­ la meta haya sido alcanzar una posición deseada, recibir un reconocimiento o lograr un objetivo financiero. No olvides que para ganar conocimiento debes renunciar al orgullo.

Si quieres que tu organización crezca tienes que mantenerte aprendiendo.

El dí­a que dejemos de crecer ese es el dí­a de la píérdida de nuestro potencial.

Muy poco se lo menciona o se lo pone como ejemplo empresarial a Charlie Chaplin, sin embargo fue el hombre más famoso y reconocible del planeta. Este hombre nació en la pobreza dentro de un matrimonio de músicos ingleses, su madre fue internada en un hospital para enfermos mentales. Chaplin empezó a trabajar duro en el teatro para sobrevivir. Llegó a trabajar como actor, escritor y director. Todos reconocieron su talento de inmediato y su popularidad creció. í‰l firmó el primer contrato de un millón de dólares en la industria del entretenimiento. A los veintinueve años ya era rico, famoso y el productor más poderoso del mundo.

¿Que llevó a Chaplin a ser tan famoso?, leyendo su historia la respuesta es que aparte de su talento y empuje increí­ble, tení­a una habilidad para aprender. Continuamente se esforzaba por crecer y perfeccionar su arte.

Te dejo un consejo: atríévete a cambiar constantemente tus hábitos, verás los frutos en tu vida.

Suerte en tu vida y en tus inversiones...


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...