Cuando en febrero de 1972 el presidente norteamericano Richard Nixon viajó a China y se entrevistó con Mao Zedong, no pensó que el reinicio de esa relación con el gigante asiático no sólo marcaría un importante cambio en el equilibrio de poder durante la guerra fría, era además el inicio del despertar económico de China, en detrimento del potencial industrial y económico de EEUU.
China desplazó a Japón como segunda economía mundial. Por esta causa, la relación comercial entre EEUU y China comienza a generar tensiones entre ambos países, porque el balance comercial favorece a China. En el Senado se han presentado proyectos de ley que obligarían al gobierno de Obama a introducir represalias a las importaciones chinas a EEUU, haciendo hincapiíé en prácticas comerciales injustas de China y en las condiciones económicas nacionales, considerando que EEUU debe asumir políticas comerciales más proteccionistas.
Especialistas en la materia consideran que la acelerada expansión del comercio entre EEUU y China beneficia únicamente a los grandes inversionistas, consorcios industriales y de servicio como los bancarios, quienes cabildearon muy fuerte en el Congreso. Igual que la mayoría de los tratados de libre comercio (TLC) la importación de capital y tecnología norteamericana a China, le ha costado al país la píérdida de millones de empleos en el área de la manufactura a lo que algunos legisladores atribuyen la píérdida de empleos en el país, mientras otros han estimulado esa política por años.
El tratamiento preferencial económico y comercial que EEUU brindó a China en las últimas díécadas se fue de control y se ha revertido en contra de este país. Los acuerdos comerciales aprobados por legisladores, controlados por grandes intereses, crearon un producto genuino ``Made in USA'', la China de hoy, edificada con el capital, la tecnología y el financiamiento de EEUU y ensamblado en el Congreso y el Senado, que hoy se revierte en contra del desarrollo económico e industrial del país.
Theodore Roosevelt dijo: ``Es una ventaja para otros países, y no una desventaja, cuando una nación se vuelve estable y próspera''. Y es cierto, si no se violan las reglas del juego. El problema es que cuando esta prosperidad se desarrolla debilitando la economía del otro país todo se revierte, los beneficios los recibe sólo una parte, mientras los otros pagan las consecuencias.
Josíé M. Izquierdo