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Autor Tema: Argentina: Más de un siglo de cianuro...  (Leído 349 veces)

OCIN

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Argentina: Más de un siglo de cianuro...
« en: Agosto 29, 2010, 12:31:55 pm »
San Juan fue la primera provincia del paí­s en utilizarlo en la industria minera. Desde 1903 hasta ahora no hubo denuncias de casos de contaminación por su uso.

Recientemente ingresó al Congreso de la Nación un proyecto de ley para prohibir la explotación minera a cielo abierto en el paí­s y el uso de sustancias tóxicas, entre ellas el cianuro. Fue impulsado por el diputado Fernando Pino Solanas, y el contragolpe no tardó en llegar: legisladores de provincias mineras expresaron la intención de proponer, cuando el proyecto de Solanas fuese tratado, que la prohibición se extienda a toda la industria nacional.

En medio de este tire y afloje, está la válida preocupación de una sociedad para la que el tema es poco claro y cuenta con información sesgada. Lo cierto es que el cianuro se utiliza en la minerí­a local desde hace más de un siglo. Y fue la primera provincia argentina en hacerlo. En el mundo, la primera planta de cianuración a escala comercial comenzó a funcionar en la Mina Crown en Nueva Zelanda en 1889 y hacia 1904 los procesos de cianuración tambiíén estaban en marcha en Sudáfrica, Australia, Estados Unidos, Míéxico y Francia.

En San Juan los primeros antecedentes remontan a 1903, con las minas de Castaño Nuevo en Calingasta, lugar en el que se aplicó la cianuración en Argentina por primera vez. Antes y en la segunda mitad del siglo XIX, los minerales de oro y plata se obtení­an por míétodos como la fundición en hornos y por procesos húmedos como la amalgamación por uso de mercurio (altamente tóxico), tal el caso de Hilario y Sorocayense, tambiíén en Calingasta. En este marco, el proceso de cianuración representó un salto tecnológico para la íépoca ya que permitió la extracción de minerales de baja ley y tambiíén la reutilización de los relaves.

“Quien introdujo el cianuro en la provincia fue el francíés Francisco Sabatiíé y tal vez este mismo tíécnico lo extendió a otros lugares de Calingasta como Carmen Alto en 1910”, señaló Mabel Benaví­dez, docente e investigadora de la UNSJ que estudió la minerí­a de San Juan en el perí­odo que va de 1892 a 1923.

Según Benavidez, el míétodo incorporado por Sabatiíé pronto comenzó a extenderse a distintos puntos de la provincia. Es así­ que en 1914 se instaló en Hualilán, Ullum, una planta de cianuración en tanques para el tratamiento de los relaves generados por las compañí­as inglesas entre 1872 y 1875. En estas fechas, los ingleses montaron el establecimiento metalúrgico de Hualilán, uno de los más grandes de ese entonces. Luego llegó El Salado, en Iglesia, lugar que en 1915 se procesó plata mediante cianuración y recuperación con virutas de zinc. El Salado funcionó desde 1907 a 1917, tras su abandono por la irrupción de la Primera Guerra Mundial.

En lo que resta del siglo XX se produjo un decaimiento de la actividad con algunas excepciones. Es así­ que en 1956 en Castaño Viejo, Calingasta, se explotaron minerales de plomo, zinc, y plata. En la misma íépoca y en Marayes, Caucete, hasta 1965 se explotaba oro mediante la tíécnica de flotación.

Ya en la díécada de los ‘80, la utilización del cianuro serí­a en esta oportunidad para el proceso de lixiviación en pilas. Probado con excelentes resultados en los Estados Unidos diez años antes, la primera experiencia en San Juan y tambiíén del paí­s, se hizo en 1980 con los relaves de Hualilán. En tíérminos simples el proceso consistí­a en utilizar los relaves (material fino que sale de la planta), peletizarlos, colocarlos en pilas sobre áreas impermeabilizadas, lavarlos con la solución cianurada y recuperarlos.

La empresa Relaves SRL desarrolló esta experiencia que luego repitió con los relaves de Marayes en 1985. “Fui el primero en hacer lixiviación en pilas y yo estoy contando la historia, en Hualilán estuvimos ocho meses y en Marayes quince. Despuíés un estudio que hizo el Instituto de Investigaciones Mineras de la universidad, el míétodo se aplicarí­a a gran escala en Farallón Negro, en Catamarca, para utilizarlo en el mineral de la mina con bajo contenido de oro”, recordó Guillermo Preisz, destacado Ingeniero de Minas de la UNSJ, con reconocida experiencia en el ámbito minero del paí­s.

Más cercano en el tiempo, llegarí­an Veladero en Iglesia (inició su producción en 2005) y posteriormente Gualcamayo en Jáchal (entró en producción en 2009). Tanto Veladero como Gualcamayo utilizan valles de lixiviación donde se apila el mineral y se realiza la separación del metal con una solución de cianuro diluida en circuito cerrado. Pascua Lama tambiíén utilizará el mismo proceso.

Cero accidente

El recorrido histórico tambiíén arroja datos clave en cuanto a los efectos por manejo del cianuro se refiere. Un caso emblemático es el de la familia Allen Sutton, en Castaño Nuevo, que vivió durante veinte años en una casa al lado de la planta de procesos, es decir, del lugar donde estaban los tachos de cianuración. “El matrimonio de John Allen y Gertrudis Sutton junto a sus tres hijos, vivió al lado de la planta de procesos, entre 1908 y 1928. Se puede afirmar que a pesar de la cercaní­a entre la casa del quí­mico con los tanques de cianuración y con el rí­o Castaño, que proveí­a de agua a la planta y a la familia, escritos y comentarios posteriores no han dejado entrever problemas derivados hacia personas o seres vivos por el uso de estos reactivos. El matrimonio luego se fue a vivir a Brasil y quedó en la casa su hija Lolita, quien se habí­a casado con el sanjuanino Josíé Aguilar, cuya descendencia está radicada en San Juan y de quienes obtuve las fuentes orales para mi investigación”, detalló Mabel Benaví­dez, quien agregó que sí­ hay registros de accidentes producidos por el uso de explosivos en esa íépoca.

Otro antecedente es el que llega a travíés de Charles Sowter, el tíécnico que transportó e instaló el equipamiento para El Salado y quien sacó una foto de una familia posando al borde de los tanques espesadores en Hualilán (ver foto aparte). Sowter, tambiíén con descendencia en San Juan, nunca manifestó a su familia o amigos que hubiera sufrido daño alguno por su trabajo ni en Hualilán ni en Salado.

Los testimonios recopilados por la historiadora están en consonancia con las estadí­sticas que se maneja al respecto. Según Daniel de la Iglesia, profesor en la cátedra “Introducción a la minerí­a y tecnologí­a de sondeo”, de la carrera de Ingenierí­a de Minas de la UNSJ, “los accidentes en la actividad minera en el mundo pueden estar entre los 10.000 accidentes fatales al año, en esto el 80 por ciento se lo lleva la minerí­a del carbón en China por derrumbes, explosiones y porque no toman medidas de seguridad; el 20 por ciento restante corresponde a la minerí­a de roca dura y tambiíén del carbón, pero que tiene que ver con caí­das de rocas, equipamientos, transportes, pero accidentes en la actividad por lixiviación es í­nfimo o no existe”.

El dato se refrenda en el aporte de organismos internacionales. De acuerdo a “El manejo del cianuro en la extracción del oro”, de Logsdon, Hagelstein y Mudder, una publicación del Consejo Internacional de Metales y Medio Ambiente, con sede en Ontario, Canadá, los registros de accidentes industriales en Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos, sólo revelaron dos muertes accidentales en las que estuvo involucrado el cianuro en los últimos cien años. El primero no estuvo directamente relacionado con la recuperación del oro y el segundo tuvo lugar cuando una persona entró a un espacio cerrado.

Para Daniel de la Iglesia, quien a su vez trabajó en el área de cianuración de Mina Andacollo en Neuquíén, el bajo í­ndice tiene que ver con el hecho de que las personas que trabajan con cianuro están entrenadas para hacerlo. “El cianuro siempre se manejó con precaución porque se sabe que se está trabajando con un tóxico, es sentido común, algo así­ como a que nadie se le ocurrirí­a inhalar o beber un vaso de lavandina. Además, el aspecto más importante en la manipulación del producto es comprender que la gente que está en contacto con el cianuro debe asumir la responsabilidad por su utilización segura”, concluyó el acadíémico.

http://www.diariodecuyo.com


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