Los tambores de guerra vuelven a sonar en el mercado de deuda pública. En mayo pasado, la presión sobre Grecia obligó a la UE a crear un fondo de rescate. Ahora es la quiebra de la banca irlandesa lo que alienta las pujas financieras. Y, de tanto en tanto, el punto de mira se posa en España. Pese a la variedad de objetivos, el argumento es similar: en las economías con menos capacidad de recuperación, los Estados no serán capaces de afrontar sus crecientes niveles de endeudamiento. La ominosa amenaza de una suspensión de pagos se ha enseñoreado de los mercados. Pero bajo la lupa de los expertos del Fondo Monetario Internacional, que ayer publicó un informe con sus conclusiones, la amenaza se desvanece.
"Es innecesaria, indeseable e improbable", concluye el equipo tíécnico del Fondo. Para los expertos del FMI, el riesgo de una suspensión de pagos en los países avanzados está "ampliamente exagerado". "En algunas ocasiones, los mercados sobreactúan, con consecuencias negativas en los costes de financiación de los países", recalca el informe. Y, según su análisis, esta es una de esas (muchas) veces en las que un vertiginoso aumento de las primas de riesgo en los bonos de deuda pública hace sonar "la falsa alarma" de una posible suspensión de pagos.
Para los tíécnicos del Fondo, la principal razón de que la suspensión de pagos sea una posibilidad remota e indeseable radica en la composición del díéficit público de los países avanzados. Tradicionalmente, un país se ve forzado a dejar de pagar cuando el gasto en el pago de intereses es ya muy elevado y explica buena parte de su brecha presupuestaria. No es el caso. En los 10 países avanzados analizados (incluidos España, Grecia e Irlanda), la factura anual de los intereses ronda el 2,3% del PIB y apenas supone una quinta parte del desequilibrio de las cuentas públicas. La suspensión de pagos, en estas condiciones, no serviría de gran cosa. Su aplicación (un recorte del principal de la deuda a cambio de garantizar el pago íntegro de los tipos de interíés) reduciría el gasto en intereses -tras la quita, los tipos se aplican sobre un nivel de deuda menor-, pero no bastaría para volver al superávit presupuestario. Y, además, los mercados colgarían al país en cuestión el cartel de sospechoso durante años.
Para el Fondo el mal de estos países radica en que el díéficit público seguiría siendo elevado aunque no se pagasen intereses; y la receta solo pasa por un ajuste presupuestario, una prescripción que el Gobierno español sigue ahora al pie de la letra. "El ajuste fiscal es difícil, pero se ha logrado antes", concluyen los expertos, que advierten: para muchos países avanzados, las políticas fiscales de estímulo ya deberían haber dejado de ser una opción. En un informe paralelo, el equipo tíécnico del FMI, avisa de que varios países (Grecia, Islandia, Portugal, Italia o Japón) están al límite del nivel de deuda pública que obliga a "esfuerzos de ajuste extraordinarios". Y otros, como España, Reino Unido o Estados Unidos, tienen muy poco espacio fiscal por delante. Claro que aquí las previsiones del FMI, que pronostica que la deuda pública española alcanzará el 94% del PIB en 2015, son bien distintas de las del Ejecutivo español, que cree que el techo se tocará antes (en 2013) y será mucho más bajo (74%).
De los 10 países analizados, España es el tercero con menos necesidades de financiación en 2011 en relación con el tamaño de su economía, solo por detrás de Reino Unido y Holanda. Con el 16,2% de su producto interior bruto, está lejos de la media del 19,8%.
Más allá de la crisis, el horizonte presupuestario de los países avanzados se complica además con el envejecimiento de la población. Pero, según un tercer informe del FMI, el mayor repunte del gasto público no se derivará de la factura de las pensiones, sino de la extensión de los sistemas de salud.