Por... Juan David Escobar Valencia
"La multitud por sí sola nunca llega a nada si no tiene un líder que la guíe". Hermann Keyserling.
Nadie sensato, a excepción de los taquilleros "pastores" de la creciente vertiente radical del partido republicano como Glenn Beck, David Limbaugh, Sean Hannity y la no brillante pero astuta Sarah Palin, puede responsabilizar al carismático y sobredimensionado presidente Obama de la crisis que encontró al llegar a la Casa Blanca.
Sin embargo, el transcurrir de los meses está poniendo en evidencia que tal vez el político de Chicago no debió salir de allí y que solo su capacidad de hacer, o de leer buenos discursos, que ya le significaron un insólito premio Nobel de la Paz, es mayor que la de llevar a EE.UU. al otro lado del hoyo en que lo encontró.
Nadie duda que los problemas que heredó son enormes y por eso pretender que en poco tiempo se resuelvan es una tontería. Sin embargo, las señales que se han dado hasta el momento, pero especialmente "las que no se han dado", empiezan a generar en los estadounidenses la sensación de que este enviado del cielo resultó ser solo un profeta menor y no el salvador afroamericano que cambiaría a EE.UU. y de reflejo al mundo. En abril, el 42% de los estadounidenses tenían confianza en la gestión económica de su presidente, a mediados de agosto era solo el 35 y para finales de ese mes el 72% estaba preocupado por el empleo y el 67% por el gasto del gobierno, mientras Obama, jugando golf en Martha's Vineyard hablaba del "verano de la recuperación".
La crisis financiera que evolucionó en económica, además de la naturaleza global de la misma, hace difícil pensar que un gobierno tenga todos los instrumentos a la mano para solucionarla rápidamente, pero una cosa es carecer de instrumentos, que es entendible, y otra es la ausencia de claridad. A un líder no se le pueden pedir poderes sobrenaturales, pero la falta de claridad es imperdonable, así se tengan excelsas virtudes comunicacionales.
Hace pocas semanas, el premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, señalaba que "sólo se necesita claridad intelectual y voluntad política para iniciar la recuperación", pero es precisamente la falta de claridad de un presidente que dicen siempre lleva en el bolsillo una estampita de la Virgen María Auxiliadora, no síé si porque confía más en ella como asesora económica que en Larry Summers, su director del Consejo Económico Nacional, lo que no está permitiendo que los verdaderos factores que pueden sacar al país adelante se activen.
Pocos cuestionan la necesidad del estímulo del gobierno para sacar la economía adelante, pero como ya parece estar volviíéndose un consenso, el primer paquete de ayuda gubernamental fue insuficiente y algunos están pidiendo más estímulos. Sin embargo, hay que entender que el gobierno tiene recursos infinitos, que una medida puede ser necesaria pero no por ello suficiente, y que la recuperación tal vez no va a ser el resultado de la acción del gobierno sino principalmente de la labor de los empresarios.
Las empresas y corporaciones de EE.UU. están sentadas en trillones de dólares listos para activar la economía y no están esperando ni menos impuestos ni medidas extraordinarias. Lo que esperan, y no lo están recibiendo de Obama y de su gobierno, es la claridad suficiente en las reglas y condiciones para atreverse a invertir y contratar trabajadores, que reanimen el consumo, que es el 60% de esa economía.