Por... Beatriz De Majo C.
El último día de este mes, 2.087 plantas productoras de acero, cementeras, papeleras y otras industrias altamente consumidoras de energía deben bajar sus Santamarías, de acuerdo a una disposición del Ministerio de Industria y Tecnología.
Nada pudieron hacer en contra de la medida las autoridades locales en donde se asientan estos centros industriales vetustos, esgrimiendo el argumento de las voluminosas cifras de empleados que ellas sostienen. En el pasado, esta actitud protectora de los oficiales gubernamentales regionales había funcionado, pero la determinación del gobierno de Beijing esta vez es concluyente. No solo se han girado instrucciones a los bancos de no proveerles príéstamos y críéditos de exportación. Tambiíén se revocarán las licencias de operación emitidas por el gobierno y se espera, que ante la obstrucción regional, la administración central puede hasta hacer suspender el flujo elíéctrico para detener los procesos.
Esta es la más extrema de las medidas y quizá la más determinante en la búsqueda de la eficiencia industrial pero la realidad es que la instancia de planificación más importante del país, la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo se ha involucrado activamente en un plan nacional que pretende generar un cambio cualitativo en sus sectores productivos de manera de levantar sus estándares de competitividad a escala internacional. Dicen sus directivos que la idea es dar el paso de grandes a fuertes y ello pasa por incidir en la eficiencia energíética.
Pero hay otro motivo para ello y es el que tiene que ver con el manejo climático. El consumo de energía del gigante chino en el invierno pasado fue tan elevado que produjo el pico más alto que se haya dado en la historia mundial por parte de un solo país en la generación de gases contaminantes, debido a los colosales volúmenes de carbón que fueron quemados para generar energía en el invierno. Ello mantiene a China en el radar de los científicos ambientales y este tema está siendo monitoreado desde el exterior, que el legítimo propósito gubernamental de incrementar de la productividad de la industria china.
En un país en el que el carbón aporta 80% de la generación de electricidad se vuelve, entonces, imperativo perseguir ambos propósitos, el control ambiental y la productividad dentro de una planificación fíérrea. Máxime cuando la Agencia Internacional de Energía anunció el mes pasado que China sobrepasó a Estados Unidos como el más alto consumidor de energía del planeta.
La realidad es que los controles estatales sobre el uso racional de energía elíéctrica no han sido hasta el presente exitosos. La meta a lograr para fin de 2010 consistente en un 20% de mejora en relación con los índices de 2005 está aún lejos de ser alcanzada. La eficiencia mejoró 14,4% en los 4 primeros años de la aplicación de este plan, pero en el primer trimestre de este año el índice retrocedió sensiblemente, lo que de nuevo hizo sonar las alarmas y provocó la medida de cierre compulsivo de las industrias mencionadas. Este retraso pone en entredicho la consecución de la otra meta, la ambiental ya anunciada por el presidente Hu Jintao, que es la de reducir las nocivas emisiones de carbón en 45 por ciento para 2010.