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Autor Tema: Litio: la apuesta estratíégica de Chile...  (Leído 273 veces)

OCIN

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Litio: la apuesta estratíégica de Chile...
« en: Noviembre 15, 2010, 02:40:20 pm »
Estamos ad portas de un ciclo más intensivo en el uso del litio, en parte por la necesidad mundial de un cambio en la matriz energíética. Codelco, que debe transformarse en una empresa minera global, no sólo de cobre, deberí­a entrar agresivamente a desarrollar proyectos de litio a partir de las reservas disponibles en Chile.

La demanda de litio está creciendo a nivel global porque es el material más eficiente para el desarrollo de las baterí­as y, en especial, es la mejor alternativa de almacenamiento de energí­a para la expansión de los autos hí­bridos y elíéctricos. La reducción de las reservas de petróleo, el aumento de su precio y los efectos que generan los hidrocarburos en el calentamiento global van a desplazar la prioridad a estas nuevas tecnologí­as. Y, por otro lado, además de sus múltiples usos industriales y aplicaciones metálicas, el litio tambiíén es muy eficiente en la producción de tritio para la fusión nuclear, que se espera pueda reemplazar a las actuales centrales de fisión nuclear. La gran diferencia medioambiental entre ellas es que la fusión no genera desechos radiactivos. La primera central experimental de fusión nuclear, del proyecto multinacional ITER emplazado en Francia, podrí­a entrar en funciones el año 2017 y se prevíé que a fines de siglo podrí­a transformarse en una de las fuentes de energí­a dominantes a nivel mundial.

Actualmente, Chile tiene el 40% de las reservas probadas de litio y tiene ventajas competitivas para su explotación respecto de otros paí­ses. Pero eso está cambiando. Viene una ola de inversiones que va a reestructurar este mercado y el mapa de sus actores. Se han descubierto nuevos yacimientos, se están probando las reservas probables y está comenzando su explotación más intensiva.

Este cambio tiene efectos geopolí­ticos, en tres planos distintos.

El primero es si se trata de un producto estratíégico y quíé entendemos por eso.

El uso del litio en las armas nucleares llevó a que Chile lo considerara un mineral no objeto de concesión, porque era una reserva militar “estratíégica”. De hecho, esta medida proviene de un Decreto Ley dictado con anterioridad al Código de Minerí­a y a la Ley de Concesiones Mineras. Junto con la retención de Codelco en manos del Estado, íéste fue de los pocos triunfos del sector nacionalista del gobierno militar versus las posiciones liberales de entonces. En los años ’70 la carrera nuclear estaba en su apogeo y la bomba de hidrógeno era el estándar del futuro. Sólo los tratados que limitaron su proliferación y los sucesivos acuerdos para desmantelar arsenales atómicos redujo la importancia del litio. No es que una nueva tecnologí­a lo haya dejado en desuso, sino que una decisión polí­tica limitó su expansión.

Ahora bien, esa concepción de que lo “estratíégico” de un producto está ligado a su potencial militar tambiíén está obsoleta. La mirada hoy es distinta.

Esto es, el tratamiento del litio como un mineral estratíégico estuvo asociado directa y esencialmente a ese potencial militar. La apreciación de ese potencial nuclear hoy es distinta, pero sobre todo esa concepción sobre lo “estratíégico” de un producto tambiíén está obsoleta.

No hay espacio como para repetir en el litio el modelo de concesiones de los años ’80. Se requiere un nuevo consenso que cuide la posición geopolí­tica de Chile en este mercado emergente

 

La regla general de los productos es que son un commoditie cuando hay una pluralidad de vendedores y compradores, que amortiguan cualquier alteración de su disponibilidad y, por lo tanto, de su precio. En cambio, un producto o un mercado es estratíégico cuando son esenciales en la economí­a, como el petróleo o el acero; son indispensables para las necesidades inmediatas de la población, como lo vimos en la crisis alimentaria del año 2008; o el acceso a esos productos está condicionado a factores geopolí­ticos, ya sea porque existen barreras de entrada que deciden los paí­ses según sus alianzas (por ejemplo, la objeción de vender gas boliviano a Chile), porque hay problemas de disponibilidad de un recurso en el mercado (como ocurre con la caí­da de los inventarios del cobre o el impacto de una huelga en su precio) o son vitales para la economí­a de un paí­s (como son los requerimientos industriales de China).

El alza en el precio de muchos commodities está vinculada a estos factores. En el caso de los minerales, por ejemplo, lo estratíégico está cada vez más asociado a la seguridad de su suministro. Las fusiones de empresas globales, los estí­mulos y restricciones que están aplicando varios paí­ses a las empresas y las fuertes inversiones mineras están orientadas a garantizar el acceso a estos insumos básicos. Eso les otorga importancia geopolí­tica y la capacidad de influencia en esos mercados es una fuente de poder para sus paí­ses.

El litio está en esta categorí­a, porque es un combustible del futuro, como lo ha sido el petróleo. Su valoración estratíégica sigue vigente, pero bajo este otro concepto.

Esto no significa, linealmente, que el Estado sea el único que pueda explotarlo, sino que no es razonable que se quiera someterlo a la misma lógica liberal impulsada en los años ’80, como algunos promueven. Eso no es viable ni conveniente para Chile. En todo caso, mi opinión es que Codelco, que debe transformarse en una empresa minera global, no sólo de cobre, deberí­a entrar agresivamente a desarrollar proyectos de litio a partir de las reservas disponibles en Chile.

El segundo es que estamos ad portas de un ciclo más intensivo en el uso del litio, en parte por la necesidad global de un cambio en la matriz energíética.

La industria automotriz va a multiplicar su demanda por la necesidad de vehí­culos más económicos y más “verdes”. El año pasado el Presidente Obama inyectó recursos a las moribundas empresas de Detroit para desarrollar más eficientes motores y baterí­as en sus modelos. Japón está financiando el proyecto de Toyota con Oroncobre en el salar de Jujuy. La Mitsubishi materializó un acuerdo con la empresa australiana Galaxy Resources para ser su proveedor de litio y tiene una alianza con GS Yuasa para el desarrollo de su tecnologí­a. Nissan, BMW y Volkswagen anuncian modelos para el próximo año en base a baterí­as recargables. La emergente industria China, además de competir en estos modelos, busca bajar la dependencia de un petróleo menos accesible para ellos por la influencia polí­tica y militar que todaví­a ejerce Estados Unidos en los paí­ses productores. En todos estos casos los estados están involucrados en la reconfiguración de la industria.

A su vez, el proyecto ITER, que busca crear un reactor de fusión nuclear, comenzó como un pacto de colaboración entre Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Rusia, al que despuíés se sumaron Corea del Sur, India y China. Todos ellos trabajan en un modelo experimental, Tokamak, que se instaló en Francia el año 2006. De hecho, esa decisión fue objeto de una dura disputa que estuvo cerca de dividirlos, porque Estados Unidos objetaba que el reactor se emplazara en Francia luego de su rechazo a la invasión de Irak. Y, por último, cabe destacar que Brasil quiere ingresar al ITER aportando fondos y minerales.

Esta energí­a va a ser una fuente de poder mundial y, desde luego, sus actores tomarán una posición de liderazgo global. Una de sus contrapartes van a ser los proveedores de litio, entre los cuales puede estar Chile.

El tercero es el mapa de las reservas de litio y quíé ventajas competitivas va a tener cada paí­s.

No hay una información acabada de cuántas reservas existen, pero la tendencia es a su expansión por las nuevas exploraciones y descubrimientos. Chile tiene grandes yacimientos, pero se sabe que Bolivia podrí­a duplicar nuestras reservas, Argentina tendrí­a niveles similares y se especula con grandes depósitos de litio en China, Rusia, Afganistán y Estados Unidos.

El triángulo entre Chile, Bolivia y Argentina ya adquirió relevancia mundial. Es considerado un poder emergente en un mercado estratíégico. El desarrollo de su producción, infraestructura y comercialización puede tener sinergias entre los tres paí­ses y, por lo mismo, tiene el desafí­o de evitar tensiones polí­ticas o militares por la pretensión de ganar ventajas limitando a uno u otro. La cuestión de la salida al mar de Bolivia volverá a tener la solidaridad de los paí­ses interesados en sus exportaciones de litio, como a principios del 2000 la tuvo en torno al gas natural. Chile tiene ventajas competitivas naturales que no requieren de una estrategia beligerante para preservar sus oportunidades.

Ninguno de nuestros paí­ses, sin embargo, está invirtiendo en el desarrollo de las tecnologí­as del litio: aleaciones, baterí­as o usos nucleares. De nuevo su lugar es básicamente la explotación primaria del mineral.

Chile tiene que salir de su parálisis actual, acelerar su explotación y construir alianzas para participar de la investigación y desarrollo de los usos del litio. En esta etapa esas son inversiones a una escala en las que Chile puede participar. Incluso, al igual que Brasil, Chile podrí­a ser parte del proyecto ITER. Las reservas internacionales del paí­s le permitirí­an considerar esa inversión y otras contribuciones minerales a la iniciativa.

El debate sobre su carácter estratíégico tiene que ser práctico, no ideológico.

Y, por cierto, asumir que no hay espacio como para repetir en el litio el modelo de concesiones de los años ’80. Se requiere un nuevo consenso que cuide la posición geopolí­tica de Chile en este mercado emergente.



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