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Autor Tema: "Rescatar España costarí­a 800.000 millones de euros"  (Leído 368 veces)

Scientia

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"Rescatar España costarí­a 800.000 millones de euros"
« en: Noviembre 26, 2010, 07:34:26 am »
"Rescatar España costarí­a 800.000 millones de euros"

por í. Semprún / A. Maqueda en El Economista

Sentado en un despacho de la Fundación Rafael del Pino, nos recibe Juergen B. Donges, catedrático Emíérito de la Universidad de Colonia y uno de los economistas más influyentes de Alemania.

Su sonrisa es tí­mida. Mira a veces hacia abajo, pero en cuanto se le pregunta por la economí­a... sus manos le delatan: las mueve con í­mpetu, como si quisiera subrayar la importancia de los momentos que vivimos. La situación de Grecia, Irlanda, Portugal y España no resiste el escrutinio del sobrio acadíémico germano.

¿España es demasiado grande para ser rescatada?

España es nueve veces Irlanda y los grandes bancos europeos están mucho más expuestos a la deuda española que a la irlandesa. Si, según algunos cálculos, Irlanda necesita 80.000 millones, entonces España precisarí­a 800.000. El Fondo de Estabilidad Financiera no cuenta con tanto dinero, por lo que o bien se tendrí­a que dotar al plan de más recursos, lo que no es la solución, o bien habrí­a que decirle a España que se las arreglase como pueda, lo que tampoco es un remedio. Un posible rescate español sí­ que pondrí­a en tela de juicio el futuro del euro.

¿El efecto contagio de la crisis irlandesa puede acelerar la caí­da de España?

í‰sa es una idea que gusta mucho entre los polí­ticos, pero se trata de un concepto erróneo. La ayuda a Grecia y a Irlanda para evitar que contaminen a España y Portugal no tiene ningún sentido. Sólo se puede contagiar a una economí­a si antes ha estado saludable, pero es que la española no se encuentra sana desde que empezó la crisis en la segunda mitad de 2007, y todo el mundo lo sabí­a.

Hasta el Gobierno español, aunque no quisiera reconocerlo. Si ahora a España le cuesta más financiarse y los mercados la ponen en cuestión no es porque se contagie ni de Irlanda ni de Grecia. La falta de medidas profundas y de reformas estructurales ha hecho que su enfermedad se manifieste de una forma más contundente. Sin Grecia y sin Irlanda, tarde o temprano habrí­an empezado los problemas con la deuda española y los ataques de los mercados financieros.

Entonces, ¿no están hechos todos los deberes?

 No. Y todo el mundo lo sabe. Los mensajes de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, no trasmiten confianza a los mercados. No puede decir que no existe un plan B, que no se modificarán las medidas adoptadas y que no se van a acelerar las reformas. Tampoco puede asegurar que no hará nada, porque está claro que todaví­a queda mucho por hacer en este ámbito, y los mercados lo saben. Por eso están poniendo a prueba a la economí­a española.

¿Es viable crear un fondo de rescate permanente?

R Tal y como está planteado el actual, no. Hay que evitar trasmitir a los mercados financieros que existe la figura del prestamista de última instancia. Si un banco está muy mal, lo mejor es nacionalizarlo y luego ya se verá lo que se hace. Pero nunca se puede permitir que los mercados crean que los paí­ses siempre van a estar detrás.

Además, cuando nos referimos al auxilio de algún Estado, en el fondo estamos hablando de ayudar a la banca alemana, francesa y sueca. Y eso no puede seguir así­: los bancos deben empezar a asumir que si las cosas salen mal, ellos tambiíén van a tener que pagar. No pueden pensar que los beneficios son suyos y las píérdidas de los contribuyentes.

¿Está Merkel dispuesta a llegar hasta el final para imponer la participación del capital privado en los rescates?

La canciller Merkel quiere eso, pero hay otros que no tanto. El mecanismo europeo de asistencia está previsto para tres años, por lo que finalizarí­a a mediados de 2013. í‰sa fue la forma de tranquilizar a la sociedad alemana. Pese a ello, ya hay denuncias presentadas ante el Constitucional, porque los juristas dicen que hay una cláusula de no bail out (rescate) que se está violando.

La canciller tiene un miedo tremendo a lo que pueda sentenciar este Tribunal. Y para salir de esta situación, quiere que el Tratado de Lisboa se cambie e incluya una disposición de emergencia con la que crear un fondo de estabilización permanente, sujeto a la condición de que se combine con una estipulación según la cual los bancos tengan que participar en el saneamiento de las finanzas públicas.

Eso significarí­a reestructurar su deuda, es decir, renunciar a parte de sus activos. Pasarí­amos del bail out que tenemos ahora a un bail in, que es más saludable. Si la canciller logra esto en la próxima cumbre de diciembre, posiblemente el Constitucional alemán haga la vista gorda.

Al final, ¿acabarán imponiíéndose las quitas?

Salvo que se apruebe este nuevo fondo, sigo pensando que no se hará ninguna quita, sino que se va a dar más dinero, más ayudas a fondo perdido. Los polí­ticos no piensan a largo plazo. Las cosas podrí­an cambiar si se consiguiese un nuevo mecanismo que subsanara ese díéficit. í‰ste deberí­a combinar sistemas controlados de quiebras de Estado con una moratoria que incluya a los acreedores. La moratoria es esencial, porque, a partir de ese momento, el Estado no tendrí­a que pagar ni un duro.

La banca irlandesa pasó los test de estríés. ¿Fueron fiables?

Son un buen mecanismo, y en España han resultado más rigurosos que en otros paí­ses. Si no se unifican los criterios, si no se aplica la misma metodologí­a, estas pruebas europeas no son comparables. Las que se hicieron en verano no sirven.

Basilea III, ¿va por buen camino?

Está bien porque se ha elevado la exigencia de capital de alta calidad. Basilea III se basa en calibrar riesgos y luego decidir los requisitos necesarios para cubrirlos. Pero los riesgos no representan una variable exógena que podamos calcular, sino más bien algo endógeno, intrí­nseco a la toma de decisiones.

Y si el riesgo no es observable, habrí­a que subir mucho las exigencias de capital. Los sistemas de control de riesgo de los bancos no sirven porque los peligros no se conocen. La única solución consiste en aumentar los requisitos a los dos dí­gitos: al 10 ó al 15 por ciento.