Los mercados financieros son así. Imprevisibles. Se ha demostrado en un mes, noviembre, en el que protagonismo estaba destinado de antemano al nuevo estímulo monetario enviado por la Reserva Federal estadounidense, conocido como QE2 por ser la continuación del estímulo ya enviado a la economía en 2009, pero que finalmente ha estado marcado inexorablemente por la segunda fase de la crisis del euro (CE2), esta vez con protagonismo estelar de Irlanda.
Un relevo que va mucho más allá de un simple juego de siglas o nomenclaturas, puesto que contiene consecuencias dañinas para los mercados y el conjunto de la economía. Del 'QE2' a la 'CE2': relato de un noviembre loco.
1.- Financiación más cara del Estado
El primer impacto del rebrote de las tensiones en la deuda perifíérica resulta evidente: encarece la financiación de los Estados que se encuentran en el punto de mira. En noviembre, por ejemplo, el Tesoro Público español ha debido pagar entre un 10 y un 85 por ciento más por los distintos títulos que ha subastado.
Y el rendimiento de los bonos a 10 años, que son los que acaparan una mayor atención, ha pasado del 4,2 al 5,5 por ciento, otro síntoma preocupante porque sitúa a la deuda española en la misma trayectoria cubierta por los títulos de Grecia e Irlanda en los meses previos a sus respectivos rescates. Si se mantiene esta tendencia, las previsiones del Gobierno para el próximo ejercicio se quedarán cortas.
Para 2011, el Ejecutivo preveía un incremento del 18 por ciento en la partida correspondiente al pago de los intereses de la deuda, que se disparaba hasta los 27.400 millones de euros. Es decir, una cifra equivalente al 2,5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
2.- Mercados cerrados, o más exigentes, para las empresas
El coste adicional que debe pagar el Estado para poder financiarse se contagió de forma automática a las empresas. En primer lugar, y como viene ocurriendo en el último mes, el mercado de capitales vuelve a cerrarse a cal y canto para las compañías, que ven cerrado así un cauce de financiación que resulta clave en estos tiempos de restricción crediticia.
Y en segundo tíérmino, si se reabre, lo hará trasladando a las empresas el encarecimiento sufrido en la deuda pública, que actúa como referencia para el resto de los emisores de ese país. Esta realidad resulta especialmente preocupante en el caso español, y los mercados lo saben, puesto que en 2011 el sector financiero español afronta vencimientos de deuda por valor de 85.000 millones de euros, montante que en el caso de las empresas del Ibex 35 -excluyendo los bancos- se sitúa en los 32.000 millones.
3.- El 'grifo' crediticio permanece bajo mínimos
El incremento de los costes para la financiación pública y privada encarece, automáticamente, las condiciones crediticias del conjunto de la economía. En este caso, además, esta consecuencia se ve agravada porque los bancos continúan en el punto de mira. O lo que es lo mismo, la onda expansiva de la crisis soberana repercutirá igualmente en el acceso al críédito bancario por parte de las empresas y los hogares.
En este sentido, resultará determinante si el Banco Central Europeo (BCE) decide mantener abierta la barra libre de liquidez que ha puesto a disposición de los bancos desde finales de 2008.
4.- Mayor desconfianza y coste social
Esta secuencia de impactos negativos y la necesidad del Estado de reequilibrar las cuentas públicas redundarán, igualmente, en el bolsillo de los ciudadanos. Por un lado, el nuevo ruido de fondo mantendrá viva la desconfianza; por otro, la obligación de contener el gasto público e incrementar el ingreso afectará a la cartera de los hogares.
¿De quíé modo? O bien con menores pensiones, subsidios de desempleo o servicios públicos, o bien con mayores impuestos directos e indirectos... o, posiblemente, con una mezcla de ambos. Y estos dos efectos, al unísono, frenarán el consumo.
5.- Recuperación económica más lenta
Todo lo anterior conduce a un epílogo concreto: la prolongación de las sospechas en torno a los países perifíéricos, incluida España, retrasará la recuperación de la economía en la medida en que las naciones involucradas deben reconducir las finanzas públicas y reestructurar y consolidar la situación del sistema bancario