Por... Isaac Katz
EE.UU. sigue atorado en una dinámica caracterizada por bajas tasas de crecimiento económico, acompañada de muy altas tasas de desempleo (9,8% de la fuerza laboral no agrícola en noviembre) y con una trayectoria de los precios que es posible caer en una deflación. Las empresas no están invirtiendo y las familias siguen con una estrategia de contención de su gasto de consumo duradero (tal como se vio en las relativamente bajas ventas el viernes despuíés del día de Acción de Gracias, mismas que tradicionalmente son tomadas como un indicador adelantado de lo que pudiesen ser las ventas en la temporada navideña), de forma tal que la única fuente significativa de crecimiento es la demanda externa, es decir las exportaciones que han sido incentivadas por la devaluación del dólar.
En este escenario, la Reserva Federal anunció una nueva estrategia de política monetaria, conocida como QE2, que tiene como objetivo “aplanar†la curva de tasas de interíés a travíés de una adquisición masiva de bonos de mediano plazo emitidos por el Tesoro estadounidense. La idea detrás de esta política monetaria expansiva es que al aumentar la liquidez en la economía y disminuir las tasas de interíés en la parte media de la curva, acercándose al nivel que tienen las tasas de corto plazo, se generaría el incentivo para que los agentes económicos incrementen su gasto en activos durables, las empresas invirtiendo más en planta, maquinaria y equipo y las familias en bienes raíces, automóviles, electrónica, muebles, etcíétera, de forma tal que este incentivo monetario impulse el crecimiento de la economía. La gran pregunta es si servirá.
La respuesta radica en la actitud que tomen las familias ante esta reducción de las tasas de interíés y que depende en gran medida de su posición de activos netos. La crisis que se inició en 2008 y alcanzó su punto más álgido en 2009 y que tuvo como principales ingredientes el sobre endeudamiento de los individuos y la significativa caída en el valor de mercado de los bienes raíces, principal activo de las unidades familiares, dejó a íéstas en una posición de activos netos “desbalanceada†entre la posición deseada de riqueza y la posición actual, siendo mayor la primera. La respuesta natural ante este desbalance es reducir el gasto y el endeudamiento hasta que la posición de activos netos vuelva a acercarse a la posición deseada y para ello se requiere que el precio de los bienes raíces vuelva a aumentar. Mientras esto no suceda, el efecto de una política monetaria expansiva sobre la demanda agregada interna y el crecimiento económico será marginal. Por lo mismo, es de esperarse que la economía estadounidense siga presentando en el futuro cercano bajas tasas de crecimiento, mientras que perdure la alta tasa de desempleo.
La baja tasa de crecimiento de la economía estadounidense obviamente tendrá una repercusión negativa sobre la economía mexicana, principalmente a travíés del sector externo. El crecimiento de la economía de Míéxico durante este año ha estado sustentado, particularmente, en la acelerada expansión de las exportaciones de la industria manufacturera. La desaceleración de la economía estadounidense obviamente impactará en la tasa a la cual se expandan nuestras exportaciones. De ahí que ya se empezó a observar en la economía mexicana una desaceleración del crecimiento y se espera que nuestra economía se aproxime, paulatinamente, hacia su mediocre tasa potencial de crecimiento, es decir de alrededor de 4% anual.