El aspecto de las llamadas tierras raras, 17 elementos poco conocidos de la tabla periódica, es el de «unas piedras feas que apartarías del camino de una patada», explica Joan Carles Melgarejo, geólogo de la Universitat de Barcelona (UB) que se ha dedicado a estudiarlas en Angola durante los últimos años.
Las tierras raras no tienen el brillo de la plata ni el verde del cobre, efectivamente, pero se han convertido en un objeto de deseo en las últimas díécadas porque las nuevas tecnologías y especialmente las aplicaciones medioambientales y militares dependen crucialmente de ellas.
Sin embargo, pese a que la demanda es de 134.000 toneladas anuales, solo se extraen 124.000. Además, el 97% de la producción procede del gran yacimiento de Banyan Obo (Mongolia Interior), en China, donde se practica una minería en condiciones sociales y ecológicas degradadas. «Hay petróleo en Oriente Próximo y tierras raras en China», dijo premonitoriamente en 1992 Deng Xiaoping, líder máximo del país. Un documento del Departamento de Energía de EEUU publicado el jueves pasado es el último de una serie de informes que instan a los gobiernos occidentales a atajar la situación.
ABUNDANTES /«Cuando hice la carrera se pasaba un poco por encima del capítulo de las tierras raras», recuerda Claudi Mans, catedrático emíérito de Ingeniería Química en la UB. El grupo esta formado por los 15 elementos lantánidos, situados en la parte de inferior de la tabla periódica, más el itrio y el escandio. Cuando se descubrieron, a finales del siglo XIX, fueron considerados una curiosidad científica sin utilidad. Y se los apodó «raros» porque, aunque son más abundantes que el cobre, el plomo, la plata y el platino, pocas veces se hallan en concentraciones suficientes para ser explotados. Se presentan en formas variadas (silicatos, fosfatos), pero la explotación más sencilla es cuando se trata de carbonatos.
En los años 70 se empezaron a apreciar sus cualidades magníéticas y elíéctricas. Hoy, hay máquinas de resonancia, móviles y auriculares que contienen imanes de neodimio; pantallas de ordenador con europio; fluorescentes con itrio; unidades de rayos X con tulio; láseres con iterbio y holmio… El refino de petróleo utiliza cerio y lutecio. Las tecnologías sostenibles se fundamentan en algunos de estos materiales: el neodimio y el lantano, por ejemplo, son esenciales en los motores de coches híbridos, mientras que los imanes de neodimio, gadolinio, disprosio y terbio se hallan en muchos componentes de los aerogeneradores. Abundan las aplicaciones militares: motores de jets, sistemas de guiado de misiles, de detección de minas…
«El recurso no es escaso, pero la extracción no se ajusta a la demanda», resume Mariano Marzo, catedrático de recursos energíéticos de la UB. «El tonel -los recursos- puede ser muy grande, pero el grifo -la minería- es demasiado pequeño», afirma. El Servicio Geológico de EEUU (USGS) estima que la demanda podría alcanzar las 200.000 toneladas en el 2014 y que la mina de Banyan Obo no va a dar para tanto. Según el USGS, China tiene el 36% de las reservas mundiales, seguida de Russia (19%), EEUU (13%) y de yacimientos menores en Brasil, Vietnam, Malaisia, India y Australia. Sin embargo, los nuevos proyectos de minería no darán fruto antes de 10 años.
CAVAR Y RECICLAR / «China invierte mucho en controlar las materias primas», observa Marzo. «Por el contrario, Europa considera la minería algo sucio», prosigue Melgarejo, quien observa que no hay empresas o proyectos de investigación europeos dedicados a las tierras raras. «Invertir en innovación no es suficiente si no se dispone de los recursos. Estos conocimientos los van a aprovechar los chinos», insiste Marzo. «La receta de las tres erres tambiíén se puede aplicar a las tierras raras -concluye el catedrático de la UB-: reciclar, reducir el consumo y reutilizar».