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Autor Tema: El atrevimiento de la ignorancia me hace predecir lo que sucederá en 2011  (Leído 221 veces)

Eguzki

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Un economista al que conozco ha dicho que “no se estudia la economí­a para  hacer previsiones”.

Pienso que esa es la ventaja que tengo yo: que como no soy economista, sino ingeniero industrial y de verdad, de verdad, ingeniero textil, puedo hacer previsiones, porque, si salen bien, la gente pensará que soy muy listo y si salen mal, pensará que, con lo ignorante que soy, lo natural es que me equivoque.

Despuíés de este preámbulo, me pongo a profetizar lo que ocurrirá en 2011:

Si se puede subir algún impuesto, nos lo subirán.
Si se puede rebajar algún gasto, a nuestra costa, lo rebajarán.
Si se puede privatizar algo (o sea, venderlo) se privatizará.
La  edad de jubilación se retrasará hasta los 67 años, por ahora. Digo “por ahora”  porque “por despuíés”, igual piensan en los 70 años.
Habrá flexibilidad en la edad de jubilación para personas que se dediquen a trabajos fí­sicamente duros (minerí­a, construcción, etc.), porque esas personas, bastante hacen con aguantar hasta los 65 años.
Seguirán congeladas las pensiones.
Se ampliará el perí­odo de cotización necesario para el cobro de la pensión, con lo cual, los que se jubilen con el nuevo sistema cobrarán menos.
Se empezarán a hablar de cambiar el actual modelo de reparto (los jóvenes de hoy pagan las pensiones a los viejos de hoy, con lo que, si no hay jóvenes, los viejos lo tenemos mal) por el de capitalización (eso que se creen algunos que existe, cuando te dicen: “toda la vida trabajando para esto”.)
Se implantará el copago sanitario y cuando yo vaya a la farmacia de San Quirico, la farmacíéutica, que es un encanto, sonreirá y me cobrará algo.
No habrá huelga general, porque los sindicatos tendrán la suficiente lucidez y gritarán un poco, pero nada más.
 A Portugal le rescatarán.
A nosotros no nos rescatarán, aunque, como Portugal nos debe mucho dinero, nuestra situación no es nada buena.
(Entre paríéntesis: no acabo de entender por quíé es malo que nos rescaten. Porque me parece que rescatar quiere decir que nos prestan dinero más barato de lo que nos cuesta actualmente y luego nos vigilan cuidadosamente para ver quíé hacemos con ese dinero. Como lo de la vigilancia ya se está produciendo, lo del dinero más barato me gusta, porque bajarán los intereses que tenemos que pagar. Eso de que nos vigilen afectará un poco a nuestra pequeña vanidad, pero no estamos para exigir ni para presumir. Ya presumimos de sobra hace unos siglos, cuando en nuestros dominios no se poní­a el sol.)
 El sector bancario seguirá sufriendo transformaciones. Basilea III no les hará ninguna gracia y no creo que abran el grifo para soltar dinero a las empresas.
El número de personas sin empleo no se modificará sustancialmente. O sea, que acabaremos el año con 4.500.000 personas sin empleo.
(Otro paríéntesis: dije hace unos meses que en la Encuesta de Población Activa que aparecerá a finales de Enero el número de desempleados será superior a 4.700.000 personas y lo sigo manteniendo. Si me equivoco, porque ese número baja por segundo trimestre consecutivo, bendita equivocación.)
Las empresas seguirán pasándolo mal. Las ventas continuarán como hasta ahora (tengo amigos que están muy contentos porque en 2010 las ventas han sido las mismas que en 2009) y los márgenes no subirán.
El Gobierno seguirá enterándose de que las empresas son las que tienen que crear empleo. Digo que seguirá porque creo que ya ha empezado. Le ha costado un poco,  pero más vale tarde que nunca.
(Este prudente optimismo se debe a que el 3 de Diciembre se aprobó un decreto ley de actuaciones para fomentar la inversión y la creación de empleo, que seguramente tendrá consecuencias buenas, aunque por el camino se habrá cargado las Cámaras de Comercio.)
Seremos más pobres -ya lo somos-, pero es que antes no íéramos más ricos. Nos lo creí­amos, porque algunas entidades financieras (muchas), en plena locura, se dedicaron a hacernos creer que íéramos más ricos.
Seremos más “mayores”, no en edad (tambiíén) sino en madurez. O sea, no nos tragaremos todo lo que nos digan los polí­ticos, los economistas, los financieros y los ingenieros textiles. Cuando les oigamos hablar, lo pensaremos y diremos “sí­, esto es así­â€ o “no, esto es una besugada”.
Los tests de estríés de las entidades financieras, si se hacen bien (solvencia, liquidez y calidad de los activos, sobre todo esto último, con todo detalle) y si se presentan individualmente, o sea, banco por banco y caja por caja, nos darán alguna sorpresa que aunque esperada, será desagradable.
Los pisos bajarán.
Los empresarios, con su nueva Presidencia y los sindicatos, con sus viejas, muy viejas Secretarí­as Generales, hablarán, negociarán y se irán entendiendo. Y con un poco de suerte, los responsables de los sindicatos irán pensando en la jubilación y en dejar sitio a personas del siglo XXI.
El Gobierno seguirá como hasta ahora, parche va y parche viene. Bien vigilados por la señora Merkel, lo cual es bueno, muy bueno. Y necesario, muy necesario. Porque a estos chicos que nos gobiernan hay que vigilarles de cerca, aunque llamemos “cerca” a Berlí­n.
Se empezará a hablar de revisar a fondo el funcionamiento del modelo autonómico de España, porque me parece que muchos de los males de nuestro paí­s vienen de ahí­.
En las relaciones internacionales, ahora nos hemos hecho amigos de China, lo cual me parece una bendición. Porque aquí­ se junta el hambre con las ganas de comer: ellos quieren extender su influencia por el mundo y nosotros necesitamos su dinero. Pues a aprender chino. ¡Quíé le vamos a hacer!
Mi amigo el economista dice, al final de su artí­culo que “no es momento para la complacencia”. Es verdad: no es momento.

Otro articulista dice  que “confiemos en que el nuevo año nos traiga más luces que sombras”. Confiemos, pero no nos hagamos ilusiones. Entre las luces y las sombras quedará un año gris.