La inflación puede convertirse en otro charco para la salida de la crisis que vive la zona del euro y, en especial, países como España.
La escalada en la cotización de las materias primas –el petróleo se ha encarecido un 23% en 12 meses– y la sorprendente recuperación económica de Alemania –que creció un 3,6% en 2010, el doble que la media de sus socios– están presionando los precios. El IPC de la Unión Monetaria alcanzó el 2,2% en diciembre, superando por primera vez en dos años el objetivo de estabilidad (2%) marcado por el Banco Central Europeo (BCE).
La institución monetaria dejó entrever ayer que si persisten estas tensiones moverá ficha. Una subida de los tipos de interíés –en el 1% desde hace 20 meses– sería bienvenida en Alemania. El corazón del euro roza el pleno empleo, está cerca de alcanzar el objetivo de díéficit presupuestario de Bruselas y, tras un año de fuerte expansión de las exportaciones y la inversión en bienes de equipo, espera una sensible mejora del consumo domíéstico avalada por la euforia que muestran los indicadores de confianza de los hogares.
¿Están preparados los llamados países perifíéricos para este escenario? Para Irlanda, Grecia y Portugal supondría una mala noticia para la refinanciación de su deuda. Para España, cuestionada por el bajo perfil de su actividad a medio plazo, podría provocar un paso atrás en la recuperación.
Paradojas del destino, hace una díécada se vivió una situación inversa. Los apuros de Francia y Alemania para salir de la recesión, además de dar pie a las primeras infracciones en el Pacto de Estabilidad, forzaron al BCE a mantener una política de tipos de interíés favorable para ambas potencias, pero demasiado laxa para economías como la española o la irlandesa, inmersas entonces en un fulgurante despegue de la inversión –inmobiliaria principalmente– y el consumo privado.
Nuevo obstáculo
Uno de los handicap de la recuperación española sigue estando, según la mayoría de analistas, en la díébil evolución de la demanda interna. Tras la borrachera de críédito de la última díécada, las familias han cambiado por completo su patrón de consumo.
En primer lugar, porque el paro, que afecta a 4,5 millones de personas, la subida de los impuestos y el recorte de prestaciones sociales ha drenado recursos a las familias –su renta disponible ha caída un 2,6% según datos del Banco de España–. Y, en segundo, porque muchas de ellas están inmersas en un proceso de desapalancamiento que costará años digerir. Si, como indica la mayoría de análisis, la recuperación de la actividad y el empleo no se consolida a medio plazo, la incertidumbre va a pesar sobre los hogares. Y, por tanto, una cierta tendencia hacia el ahorro –cuatro puntos por encima de la media del euro–.
Una subida de tipos y su consecuente traslación al euribor añadiría más complicaciones en esta recomposición de fichas. Sobre todo, para las familias que hacen frente a su hipoteca. El euribor cerró 2010 en 1,526%. En los últimos doce meses, el índice registró un ascenso de 0,284 puntos, lo que supone el encarecimiento de las hipotecas que se revisen anualmente este enero. Una hipoteca media de 150.000 euros, con un plazo de 25 años, contratada en diciembre de 2009, registraría una subida de 240 euros anuales.
Además, el incremento del precio del dinero tambiíén encarecería el acceso al críédito a las empresas. Un asunto que ya ejerce de cuello de botella para la recuperación española desde hace meses.