“Lleguíé a ser un descarado de tal magnitud que creí que ya nadie podría hacerme nada, hasta que llegó el día del enredo fatal en la plaza bajo los soportales, un embrollo que me demostró que cuanto más arriba se está más fuerte es la caída, que siempre hay una gota que colma el vaso, que no hay que sobrepasar los límites porque despuíés vienen las lágrimas, que a ícaro se le quemaron las alas.
El hombre quisiera ser un gigante pero es una mierda, amigo mío. No deberíamos recordar que la prudencia es la madre de la ciencia y que los excesos se pagan. Tras las bacanales y las orgías viene el arrepentimiento. Es ley de vida, amigo...Tambiíén Cartago fue destruida, Nínive fue reducida a cenizas, amigo, pero ¡adelante con la cabeza bien alta! ¡Que nadie se piense que, si me envían al frente, yo dispararíé un solo tiro!...†Es un fragmento de Las aventuras del buen soldado Svejk, escrito por Jaroslav Hasek (1883-1923). El ejemplo del auge y caída de la especulación en el ladrillo español es contundente.
Lo mismo puede extrapolarse a otras familias, que se enriquecieron en la Bolsa gracias al apalancamiento, pero que se han arruinado, porque los bancos les han exigido garantías. Hoy, no obstante, el mundo financiero se fija en el ladrilloâ€, dice el estratega de una de las principales gestoras de fondos nacionales.
En este sentido, ha escrito Alberto Ortín en Cinco Días.
Hemos pasado una guerra civil y dos guerras mundiales†comentaba en 2008 Román Sanahuja, ex presidente de Metrovacesa y dueño de la que fuera una de las mayores inmobiliarias catalanas, Sacresa. “Hemos construido la Gran Vía de Madrid, la calle Princesa o el complejo Azcaâ€, decía con motivo de los 90 años que entonces cumplía Metrovacesa, compañía en la que llegó a tener más del 80% del capital. En la actualidad Metrovacesa está controlada por varios bancos y Sacresa se encuentra en concurso de acreedores.
Al igual que los Sanahuja, otras familias que durante el siglo XX crearon grandes compañías inmobiliarias haciendo frente a conflictos, crisis y transiciones, no han podido resistir los tres años de declive que vive el sector en su conjunto.
Otra inmobiliaria familiar catalana, Restaura, pasa tambiíén por uno de sus momentos más peliagudos. La familia Solano ha cedido el control de la compañía al grupo francíés Financií¨re Colbert, incapaz de asumir 450 millones de euros de deuda. La compañía, creada en 1977, inició en el año 2004 una expansión internacional que le llevó incluso a adquirir una empresa inmobiliaria cotizada francesa.
La industria inmobiliaria española ha estado tradicionalmente ligada a la empresa familiar. El boom vivido por el sector entre 1996 y 2006 provocó que incluso las compañías inmobiliarias españolas cotizadas estuvieran controladas por grupos familiares. Pero la magnitud de la crisis actual está modificando ese panorama.
“Seguirán existiendo familias inmobiliarias, aunque no en las compañías cotizadasâ€, considera un experto del sector que prefiere no ser identificado. “No creo que volvamos a tener un panorama de megaempresas familiares, porque se está comprobando que precisamente su carácter familiar hace que tengan muchas deficiencias en su gestión y en su proyecto empresarialâ€, añade.
Concurso de acreedores
La familia Nozaleda, propietaria del grupo Nozar, la que fuera una de las mayores inmobiliarias no cotizadas española, solicitó concurso de acreedores para la compañía en septiembre de 2008, con 700 millones de deuda.
En Andalucía, las que probablemente sean las dos inmobiliarias familiares más importantes de la región, pasan tambiíén por sus peores momentos.
El grupo Noriega, cuyo capital está controlado por la familia Sánchez Ramade, ha solicitado recientemente su entrada en concurso de acreedores. Otra inmobiliaria familiar creada tambiíén en los años sesenta, Prasa, de la familia Romero, negocia refinanciar su deuda y evitar el que sería el mayor concurso de Andalucía. Apellidos en compañías en Bolsa.
Varias familias que crearon grandes compañías al calor del boom inmobiliario se atrevieron a mediados de esta díécada a convertir sus empresas en cotizadas.
En Colonial participaba Luis Portillo y su esposa, María Jesús Valero. El empresario sevillano lanzó en 2005 la opa sobre Colonial a travíés de dos sociedades, Inversiones Empresariales Tersina, presidida por Portillo, y Desarrollo Empresarial Quetro, controlada por Valero. Román Sanahuja accedió a la presidencia de Metrovacesa a finales de 2007 y dos de sus hijos, Román y Javier Sanahuja Escofet, ocuparon cada uno un cargo de consejero. Rafael Santamaría compró Urbis en 2006 a travíés de su empresa Inversiones Globales Inveryal, participada por Rafael Santamaría y su esposa María del Mar Moliner Martínez, con un 66,3% y un 33% respectivamente. En Renta Corporación, el presidente Luis Hernández de Cabanyes comparte sillón en el consejo de administración con su hermana Elena Hernández de Cabanyes, que a su vez es cuñada de David Vila, vicepresidente de la empresa.
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