España y Alemania intentan reconciliarse
Fuente: Cinco Días
Cómo perdimos Berlín?, preguntaba la canción de ambiente histórico de Gabinete Caligari. La misma pregunta, pero con implacable actualidad, acecha desde hace años al Palacio de la Moncloa.
Ahora, en vísperas de la visita de Angela Merkel a Madrid (el 3 de febrero), el gobierno de Josíé Luis Rodríguez Zapatero intenta resolver otro acuciante enigma: ¿cómo puede recuperar España la privilegiada relación que mantuvo con Alemania desde su ingreso en la UE (1986)?
La respuesta podría empezarse a fraguarse el jueves en la cumbre bilateral entre los dos países. El Gobierno español intenta realzar el encuentro presentándolo como antesala de la cumbre europea extraordinaria que se celebra un día despuíés en Bruselas bajo la presidencia de Herman Van Rompuy.
Con ese afán, fuentes de Exteriores establecen un paralelismo entre la reunión de Madrid y la que suelen mantener Merkel y el presidente francíés, Nicolas Sarkozy, para coordinar posiciones antes de la las reuniones de los 27 países de la UE en la capital europea.
La delegación alemana, aunque no minusvalora la importancia de su llegada a Madrid en este momento de la crisis del euro, presenta la visita como una oportunidad de impulsar la colaboración empresarial entre los dos países.
Merkel tiene previsto llegar acompañada de empresarios y sindicatos alemanes, y la prensa de su país incluso ha aireado en los últimos días el deseo de Berlín de atraer inmigración cualificada de países de la UE, incluida España.
Aparte de los asuntos bilaterales, los dos Gobiernos abordarán la agenda europea. España defiende el reforzamiento y flexibilización del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, pero Alemania pide a cambio un drástico endurecimiento del Pacto de Estabilidad.
Pero más allá del contenido formal del encuentro entre Zapatero y Merkel, la cita se interpreta como un primer paso hacia la reconciliación política y diplomática entre los dos países, tras años de desencuentros y confrontación.
La relación empezó a deteriorarse a finales con la llegada al poder de Josíé María Aznar (1996) y Gerhard Schrí¶der (1998). Y se agrió definitivamente con el relevo en la Moncloa en 2004 y en la cancillería alemana un año despuíés.
Además de recuperar lazos bilaterales, la visita de Merkel tambiíén puede servir para apaciguar el malestar entre varios socios europeos por las últimas iniciativas unilaterales del eje Berlín-París.
"Entendemos que la colaboración entre Francia y Alemania es esencial para que la Unión avance", señala el secretario de Estado para Asuntos Europeos, Diego López Garrido. "Pero de ahí a erigir un directorio hay un paso". López Garrido recuerda al eje que "no se puede dar a la opinión pública la impresión de que hay dos países que deciden y al resto se les ofrece un contrato de adhesión". La incorporación de Madrid a una cúpula europea a la que tambiíén aspira el Londres de David Cameron aumentaría la legitimidad de ciertos proyectos. Y evitaría el malestar que provocaron Merkel y Sarkozy el año pasado con su acuerdo para reformar el Tratado de Lisboa y crear un Fondo de rescate de la zona euro.
La crisis de la deuda soberana a la que responde ese Fondo ha llevado precisamente al paroxismo el distanciamiento entre Madrid y Berlín.
Alemania, desquiciada por el descalabro de Grecia, llegó a proponer la expulsión del euro de los socios insolventes y a estigmatizar a los países meridionales del club. España, por su parte, provocó la ira germana con su indiferencia hacia una crisis primero negada inexistente y despuíés dada prematuramente por concluida.
Sin empatía
Las dos partes parecen haber recapacitado. Merkel se ha rendido a la evidencia de que la Unión Monetaria necesita mecanismos de solidaridad como el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Y Zapatero ha aceptado que la pertenencia al club entraña sacrificios políticos difíciles de explicar al electorado.
Los dos giros abren un espacio de entendimiento que Berlín y, sobre todo, Madrid, tienen interíés en cultivar a partir de esta semana.
Merkel ha logrado trabajar con Sarkozy a pesar de su falta de empatía. Quizá Zapatero tambiíén logre una entente aunque no sea cordial.