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Autor Tema: Ahorro de energí­a, productividad y costumbres alimenticias  (Leído 252 veces)

Corealso

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Ahorro de energí­a, productividad y costumbres alimenticias
« en: Febrero 28, 2011, 10:21:46 pm »
Resulta que al gobierno se le ocurre la idea de reducir los lí­mites de velocidad en nuestras autopistas y autoví­as, una tendencia contraria a lo que ocurre en otros paí­ses europeos, como Polonia donde acaban de aumentarlos, o en paí­ses como Holanda, Francia o Alemania, donde esos lí­mites son superiores desde hace años. Desde luego, llama la atención que muchas personas se hayan puesto a hablar de esta cuestión en un paí­s que tiene el 20% de la población desempleada. No voy a incorporar una nueva discusión en este asunto. No dudo que el ahorro se produzca, pero hay otras muchas medidas que suponen ahorros enormemente más importantes que no se analizan.

Hace algún tiempo se me pasó por la cabeza que habí­a elementos que justificaban una baja productividad en nuestra economí­a y que ningún analista tení­a en consideración. Ahora veo estos elementos no sólo desde la óptica de la productividad sino tambiíén desde el ahorro energíético.

Observando la cultura inglesa, me percatíé de algunas diferencias de comportamiento. Concretamente, hay una costumbre llamativa: la alimenticia, sobre todo en lo referente a la realización de una comida al mediodí­a (almuerzo) contundente.

Comentíé esta observación a algunos colegas de profesión, y todos ellos se mostraron escíépticos: ¿cómo que nuestra costumbre de almorzar copiosamente reduce nuestra productividad? ¿Cómo que realizar un desayuno suave no nos aporta energí­a suficiente para mejorar nuestro rendimiento nada más comenzar nuestra jornada? Parece mentira que algunas personas se hagan estas preguntas, pero si lo pensamos detenidamente no podemos echarles la culpa del todo; al fin y al cabo ningún gobierno ni institución ha analizado seriamente este asunto que tanta relevancia tiene para nuestro tejido productivo y nuestra competitividad económica.

Muchas veces el análisis económico de determinados comportamientos no tienen que ver con sesudos análisis cuantitativos, o con modelos economíétricos tan complejos que sólo los entiendan los economistas que los diseñaron, sino con simples observaciones de hechos aparentemente no relevantes, como es íéste.

Ahora bien, no sabemos quíé fue primero, si la gallina o el huevo. No sabemos si la gente realiza un almuerzo copioso porque dispone de mucho tiempo al mediodí­a como consecuencia de disponer una jornada laboral partida en dos, o si la jornada se prefiere partida por seguir una costumbre española de realizar tal tipo de comida. Pienso más bien que es lo primero.

Hay que pensar que una buena parte de los trabajos actuales con jornadas partidas se pueden realizar en jornadas continuas sin merma de la calidad a los clientes. Es más, pienso que las jornadas de la tarde, despuíés del tí­pico almuerzo español, son muy poco productivas. Debemos analizar este asunto e intentar relacionarlo con la baja productividad española. Se trata de un análisis de gran complejidad cuya obtención de datos se me escapa por completo. Lo dejo para los centros de análisis económicos.

En relación a la propuesta de realizar una jornada continua en nuestros puestos de trabajo, es posible que produzca un aumento de la productividad general, pero además se consigue un ahorro importante de energí­a: se eliminan algunas horas de iluminación al acortar al principio o al final de la jornada un tiempo que se traslada al tiempo ocupado ahora con el almuerzo. Se ahorra en desplazamientos de ida y de vuelta.

No tengo los datos del porcentaje de personas que se desplazan a sus casas para almorzar, pero creo que nos sorprenderí­a lo significativo de la cifra. Hay que pensar que en poblaciones pequeñas, pueblos o ciudades medianas, una buena parte de las personas tienen el tiempo suficiente para hacer ese desplazamiento. No así­ una buena parte de personas que viven en grandes ciudades. Sin tener los datos exactos, creo que la mayorí­a de las personas se desplazan.

No tengo acceso a los datos necesarios y el cálculo es de una complejidad importante. Me encantarí­a ver el artí­culo hablando de este tema. Nos podemos llevar una sorpresa estupenda en tíérminos de ahorro de combustible, aunque me temo que los resultados medidos en tíérminos de aumento de la productividad son extremadamente complejos de obtener y que posiblemente tengamos que esperar a los resultados reales despuíés de aplicar una medida como íésta.

Algunos argumentarán que de esa manera desaparecerán cientos de pequeños restaurantes y cafeterí­as que pululan en los polí­gonos industriales o en áreas de oficinas. Y tienen razón. Pero si tenemos en cuenta que precisamente nos referimos a actividades de baja productividad, la reducción del peso de las mismas dentro de nuestro PIB tambiíén ayuda a que nuestra productividad se incremente sólo por esta cuestión. La adaptación hacia un modelo de jornada continua no se produce de la noche a la mañana. Tardará tiempo. El necesario para que el sector hostelero especializado se adapta a las nuevas circunstancias. En paí­ses de nuestro entorno, la jornada continua es mayoritaria y su productividad es muy superior. ¿No debemos al menos estudiar los motivos?

Que conste que no he hablado de contaminación atmosfíérica, ni de reducción de los niveles de estríés, de conciliación familiar o de incremento de motivación, ni de ningún otro aspecto positivo que genera una medida de este tipo, y que conlleva nuevos incrementos de productividad.

¿Al final va a resultar que la falta de productividad de nuestra economí­a viene derivada de la costumbre de realizar un almuerzo copioso?