El pánico financiero se ha instalado en una de las zonas del planeta con más multimillonarios. Los inversores con intereses en Arabia saudí siguen vendiendo a manos llenas desde que se desató la crisis árabe y, especialmente, desde que íésta se convirtió en violencia en Libia, uno de los principales productores de petróleo.
El temor a un efecto contagio sobre el país gobernado con mano fíérrea por la familia Saud ha disparado el pánico. El índice Tadawull de la Bolsa de Riad se ha desplomado más del 20% desde que el pasado 18 de febrero estallase la crisis sobre el ríégimen de Gadafi. La crisis se ha acentuado en los dos últimos días, en los que la bolsa ha retrocedido un 3,9% y un 6,8%, respectivamente.
Los veteranos líderes de Arabia Saudí deben hacer más que simplemente expandir los subsidios del Estado para evitar que las protestas árabes lleguen a las fronteras del reino, que es el principal exportador de petróleo del mundo. La semana pasada, el rey Abdullah anunció beneficios por 37.000 millones de dólares a los saudíes en un aparente intento de contener el creciente descontento e impedir un contagio de las revueltas que asolaron a Oriente Medio mientras íél estuvo durante tres meses en el exterior recibiendo tratamiento míédico.