Por... Manuel Hinds
El gobierno ha expresado frecuentemente su preocupación por la falta de crecimiento del país.
Viendo las cifras, cualquiera puede darse cuenta de que el problema es que la inversión ha caído a los niveles de lo que era hace doce años. En 2008, cayó 4,7 por ciento con respecto a 2007, y en 2009, 17,5 por ciento con respecto a 2008 —totalizando una caída de más del 21 por ciento de 2007 a 2009. Todavía no hay cifras oficiales de 2010 pero es muy sabido que volvió a caer.
Sin inversión, no sólo no hay crecimiento económico si no que no hay aumento en el empleo ni en la recaudación de los impuestos. Al contrario. El desempleo ha aumentado desde 2008. Como resultado de la caída en la recaudación de los impuestos, los díéficits fiscales han aumentado muy fuertemente, llevando a un aumento enorme de la deuda del gobierno,de 37,5 a 51 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). El ambiente que esto crea genera un pesimismo fatal en la población, que afecta no sólo la economía sino tambiíén todas las actividades de la sociedad. Esto a su vez deprime más la inversión y el crecimiento, en un círculo vicioso que comienza por la caída en la inversión.
¿Quíé debería hacer el gobierno? Para cualquier persona con sentido común es claro que lo que se necesita es tomar medidas para que la inversión aumente —medidas que deben incluir prominentemente la generación de la confianza de que los derechos de propiedad serán respetados en El Salvador, no sólo en esta administración sino encualquier otra. Esto requiere que los garantes incluyan no sólo al presidente Mauricio Funes sino tambiíén al FMLN, que es el partido de gobierno y el que amenaza continuamente con la violación de esos y otros derechos fundamentales del ser humano.
¿Y quíé hace el gobierno? Increíblemente, el gobierno, en vez de tomar estas medidas para promover la inversión, parece haber decidido poner un impuesto a lo que es más escaso y que más se necesita en estos momentos en el país —precisamente al capital. Dado que el capital es el resultado de la inversión, el gobierno de hecho está pensando poner un impuesto a la inversión, desincentivando exactamente lo que más se necesita para reactivar la economía.
Con un lenguaje groseramente populista, el gobierno habla de que pondrá este impuesto para que los que sufran sean los ricos y no los pobres de este país. Esta afirmación es demagógica como pocas, ya que pocos impuestos tienen un impacto tan negativo en los pobres y las clases medias como el impuesto al capital y la inversión.
El pago no es en dinero desembolsado, sino en tíérminos de un mayor desempleo, ya que los impuestos al capital resultan en menor inversión, y esto en menor empleo y menor actividad económica.
De esta manera, el impuesto al capital le pasa una factura enorme al pueblo sin pasarle una cantidad similar de efectivo al gobierno, ya que la forma en la que la gente lo paga —perdiendo el empleo o la posibilidad de ganar más sueldo— no da sino quita recursos al gobierno porque el mayor desempleo resulta enmenor consumo, menor actividad económica, menor IVA y menor impuesto sobre la renta.
Aumentar los impuestos en medio de una recesión es una mala idea; hacerlo a travíés de castigar lo que se necesita para recuperar la economía es tan absurdo que parece increíble. Y, por supuesto, todo esto lo está haciendo el gobierno no para aumentar la inversión pública, ni para ayudar más a los pobres, sino para tener más dinero para contratar más miembros del FMLN, fortaleciendo así la red de clientelismo que ha estado formando desde que tomó posesión.
El pueblo está pagando un precio altísimo por los carros de lujo que está comprando el gobierno y los otros privilegios que está derrochando en sus partidarios. Además del precio en dólares, que es alto, lo está pagando en tíérminos de desempleo y penurias económicas. Con el impuesto al capital, estas penurias incrementarán aun más