El índice de competitividad de la economía española bajó ocho díécimas en 2010 frente a uno de sus principales socios comerciales, Alemania. Respecto a Francia e Italia, el descenso fue menor, de tres díécimas. El gran problema de España, además de contar con una inflación superior a la media europea, es el paupíérrimo valor tecnológico de sus exportaciones.
La competitividad de España, medida a precios de consumo, frente al motor económico de la UE, Alemania, bajó casi un punto el pasado año respecto a 2009. Desde 2003, la caída ha sido superior a ocho puntos. La píérdida de competitividad a medio y largo plazo se reproduce con más o menos intensidad en el resto de grandes países tanto de la UE como de fuera de la zona comunitaria.
Frente a la primera economía del mundo, Estados Unidos, España ha perdido 25 puntos de competitividad en los últimos ocho años. Aun así, se produjo una mejora en el último año vinculada al tipo de cambio euro/dólar. En cualquier caso, la posición competitiva de España frente a los países de la zona euro ha caído lastrada por los diferenciales de inflación. El descenso fue de tres díécimas respecto a Francia e Italia. En 2010, el IPC cerró el año en el 3%, un nivel superior a la inflación registrada en el mismo mes en Alemania (1,7%), Francia (1,8%) o Italia (1,9%). Esta situación, lejos de remitir parece agravarse durante los primeros meses de este año. En febrero, el IPC en España alcanzó el 3,6%, su mayor nivel en 14 meses. Y si bien los precios tambiíén se incrementaron en el resto de la zona euro, no lo hicieron con la misma intensidad que en España. El Reino Unido, en cambio, sí que registró, mayor inflación que España en 2010 y, precisamente por ello, perdió competitividad respecto a la economía española.
El Consejo de la UE debatirá el próximo viernes acerca de la competitividad y se abordará el políémico debate de vincular los salarios a la productividad en lugar de supeditarse la inflación.
Si se excluye el factor de los precios de consumo, la posición competitiva de España frente a sus principales socios aumentó el año anterior. Por ejemplo, respecto a Alemania, mejoró cuatro díécimas. En cualquier caso, si se toma como referencia los últimos ocho años, España pierde competitividad tanto si se tienen en cuenta los precios de consumo como los de producción.
En ello, influye el escaso nivel tecnológico de la economía española. Los últimos datos de Eurostat indican que solo el 4% de las exportaciones españolas tiene un alto componente tecnológico. Se trata de un porcentaje irrisorio si se tiene en cuenta que la media de la Unión Europea alcanza el 15,3%.
Países como Polonia, Rumanía, Hungría, Letonia o Lituania cuentan con un mayor peso de las exportaciones tecnológicas. Los últimos datos del Ministerio de Industria muestran que la mayor parte de ventas al exterior de las empresas españolas fueron bienes de equipo, seguidos de productos relacionados con el sector del automóvil. En tercer lugar, aparecen los alimentos, cuyo componente tecnológico es prácticamente nulo.
En cualquier caso, las exportaciones en su conjunto avanzaron a buen ritmo el año anterior y se incrementaron un 17,4%, mientras que las importaciones crecieron algo menos, un 14,2%. De hecho, si la caída del PIB en 2010 fue menor a la prevista se debe, en buena parte, a que el sector exterior suplió la atonía del consumo interno. Ahora, solo falta que además de vender más productos al exterior, íéstos cuenten con un mayor valor añadido para mejorar así la competitividad de España.
Ayudas para ganar presencia internacional
Derrumbado el oasis del sector de la construcción, el Gobierno trabaja, de momento sin íéxito, para asentar un cambio de modelo productivo que permita ganar competitividad. Para ello, Industria aprobó ayer ayudas por 466 millones de euros que beneficiaron a 492 proyectos. El objetivo es lograr una inversión total inducida de 3.000 millones de euros. Dentro del sector de la automoción, el Gobierno apoyará 141 proyectos con 215 millones. Los llamados "sectores estratíégicos industriales -bienes de equipo, químico y farmacíéutico, metalúrgico y siderúrgico, entre otros- se repartirán 210 millones de euros.
Dentro de este grupo, el Gobierno ha priorizado a las compañías químicas. "Las ayudas se dirigen a empresas de sectores cuyas características les otorgan un papel estratíégico en la consecución del objetivo de cambiar el modelo productivo de la economía española", defienden desde el Ministerio de Economía.
Además de mejorar la competitividad, el Gobierno pretende aumentar la productividad, generar empleo de calidad y lograr una mayor presencia en los mercados internacionales. Todas las ayudas implican anticipos reembolsables sin intereses, con cinco años de carencia y diez de amortización. Además, no se exigen garantías para su concesión. Para las pymes, la subvención alcanza el 100% del presupuesto financiable, porcentaje que se reduce hasta el 75% en el caso de las grandes empresas. Cataluña destaca por ser la comunidad que ha recibido un mayor número de ayudas, seguida del País Vasco y Comunidad Valenciana. Respecto al sector aeroespacial -que contó con una convocatoria específica de 41 millones-, la comunidad que alcanzó un mayor número de príéstamos concedidos fue Madrid.