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Autor Tema: Alfonso Gallardo, de chatarrero a magnate del acero  (Leído 1083 veces)

Zorro

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Alfonso Gallardo, de chatarrero a magnate del acero
« en: Mayo 20, 2008, 09:25:23 am »
Alfonso Gallardo, de chatarrero a magnate del acero
     
 Le han bastado menos de diez años para convertir su pyme en uno de los mayores conglomerados industriales de España. Y no en sectores de vanguardia, sino en actividades por la que nadie daba un duro. Un milagro que explicamos al detalle. Cuando, hace algún tiempo, a Alfonso Gallardo (78 años) se le ocurrió construir una gran planta siderúrgica en su pueblo, Jerez de los Caballeros (Badajoz), le tildaron de “lunático”. No habí­a industria auxiliar, ni know how tecnológico, ni obreros experimentados. Además, el pueblo estaba lejos de los mercados, al acero se le identificaba con crisis, obsolescencia y reconversión.

Si hasta Ensidesa habí­a cerrado, ¿que pintaba este chatarrero enmendando la plana a los grandes del sector? Sin embargo, triunfó. Su grupo, que en 1997, estaba limitado casi solo a la Siderúrgica Balboa, facturaba 50 millones de euros, cerraba 2007 con más de 2.000 millones de facturación.

A Gallardo, de extracción tan humilde que se puso a trabajar a los 14 años cuando sus compañeros de juegos seguí­an en la escuela, le han bastado pocos años para convertir su holding en una de las 50 primeras empresas españolas (3.500 trabajadores), uno de los primeros 12 grupos industriales (acero, petróleo, papel, renovables…) y el segundo grupo español del acero. No extraña que muchos en su tierra hablen de “milagro de lo imposible”, el imposible de poner a Extremadura, una Comunidad sin industria, en el mapa empresarial de España.

Y la historia no ha hecho más que empezar. La gigantesca refinerí­a que está construyendo, la primera en Europa en 30 años, llevará el grupo aún más lejos ya que facturará en torno a los 5.500 millones de euros a partir del 2011. Pese a que los ejecutivos de la industria petrolera han levantado las cejas ante un proyecto que algunos de ellos califican de “aventurado”, Alfonso Gallardo, que nunca fue a la universidad ni leyó un libro de gestión, ha logrado convencer a sus selectos socios de que el proyecto será rentable.

Apostar por lo seguro


El milagro Gallardo tiene varias explicaciones. La primera, que apostó por sectores con exceso de demanda, que habí­a que suplir con importaciones (más caras, por el transporte). Fue, pues, sobre seguro. Así­ ocurrió con su primera gran iniciativa, la compra de una fábrica de tubos, en 1977. “Habí­a escasez de tubos en la zona”, dice un polí­tico local. Tampoco el fuerte impulso de su empresa a finales de los 90 se debe a la casualidad. Gallardo vio la demanda que empezaba a producirse con la expansión de la obra pública (a lo largo de los años 90) y el mercado de la vivienda (a partir de 1999).

Algo similar fue lo que hizo con su gigantesco proyecto de refinerí­a. “Despuíés de realizar un detallado estudio económico, vimos que el proyecto no sólo era viable sino una gran oportunidad de negocio dado el díéficit de refino que existe en el mercado”, explica Juan Sillero, consejero delegado. El ejecutivo explica: “España tiene que importar cerca de 14 millones de toneladas al año de productos refinados, de modo que, con el proyecto, aportaremos el 35% de las importaciones de queroseno y el 20% de gasóleos”.

Conocer el sector


Si su incursión en el sector del petróleo puede ser considerada una aventura por algunos, su trayectoria a lo largo de sus primeros 40 años como empresario estuvo marcada por un conocimiento profundo de los sectores empresariales a los que se dedicó.

Desde que abrió en 1964 un pequeño almacíén de chatarra de 100 m2, no dejó de crecer. Cuando estableció en 1975 un almacíén de 15.000 m2, era ya el primer distribuidor de productos siderúrgicos de Extremadura y parte de Andalucí­a.

Detectar oportunidades

. En Extremadura, las nuevas autoví­as, las ayudas disponibles, las universidades, una masa de jóvenes preparados tíécnicamente y una mano de obra barata y abundante diseñaban un escenario favorable que el empresario supo aprovechar.

“Sin todas estas mejoras no se hubieran podido realizar proyectos industriales como los de nuestro grupo”, apunta Sillero”. Gallardo supo tambiíén aprovechar oportunidades como las crisis de otros. Hace años empezó a expandirse fuera de Extremadura (Madrid, Asturias…) con la compra de empresas de corrugados.

El ojo del amo. El proyecto no hubiese funcionado de no haber llevado Gallardo su empresa con mano fíérrea y atraí­do a un ejecutivo muy preparado, Juan Sillero, un abogado de Córdoba, al que convertirí­a en su consejero delegado. Ha estado, además, en todo el momento al pie del cañón. Es el primero en llegar y el último en marcharse de la oficina. Hasta que, hace unos años, empezó a delegar funciones diarias en su consejero delegado, “controlaba” dice un sindicalista local “hasta la compra de un tornillo”. Se dice tambiíén de íél que nunca se da por vencido, ni cuando ha fracasado.

Políémico y admirado

A un empresario tan prolí­fico como Alfonso Gallardo serí­a de esperar que le pusieran alfombra roja cada vez que quisiera iniciar un nuevo proyecto. No es así­. La políémica en torno a su persona ha alcanzado el rojo vivo con su proyecto de refinerí­a, que ha aunado a ecologistas y partidos polí­ticos en su contra. Gallardo ha tenido que sufrir manifestaciones y movilizaciones y la creación de un colectivo hostil: la lataforma ciudadana Refinerí­a No.

El hombre de la calle. Según Miguel íngel Rubio, de la UGT de Extremadura, puede decirse que Gallardo ganó las últimas elecciones municipales en Villafranca de los Barros: “IU, que se oponí­a a la refinerí­a, resultó expulsada del ayuntamiento”. No sólo UGT le ha apoyado, sino incluso CC.OO., que se ha decantado a su favor.

Relaciones polí­ticas. El ex chatarrero ha sufrido tambiíén fuertes crí­ticas por sus estrechas relaciones con la Junta de Extremadura. Empresario y Gobierno han establecido un pacto tácito que favorecí­a a ambas partes. La Junta necesitaba un gran industrial para vender los resultados de su polí­tica desarrollista. Y Alfonso Gallardo se benefició de una corriente abundante de ayudas de todo tipo (subvenciones, expropiaciones o adjudicaciones de contratos). “Varias de sus empresas las montó con el apoyo explí­cito de la Junta de Extremadura”, reconoce un polí­tico local, quien justifica, no obstante lo hecho “a tenor de los buenos resultados conseguidos”.