La Comisión Europea acaba de hacer pública este miíércoles su propuesta legislativa oficial para modificar la Directiva sobre fiscalidad de la energía. El resultado será un encarecimiento de los impuestos especiales que gravan el gasóleo, el gas natural, el gas licuado, y el carbón. La gasolina no variará, y los biocarburantes saldrán ganando.
Según las cifras desveladas por el Ejecutivo comunitario, el impuesto mínimo actual sobre el gasóleo en toda la UE pasará de 330 euros por cada mil litros a 412 euros en 2018. El impuesto está fijado en España en 331 euros, ligeramente por encima del listón comunitario. De modo que el alza para los bolsillo de los consumidores españoles será de 8 cíéntimos por litro, o un impuesto un 24,47 por ciento más elevado.
El impuesto especial sobre la gasolina será el mismo: 359 euros por mil litros ahora y en 2018. El queroseno pasará de 330 euros por mil litros a 386 en 2018. El gas licuado pasará de 125 euros por 1.000 kilográmos a 501 euros, lo que supone multiplicarlos por cuatro. Y el gas natural pasará de 2,6 euros por gigajulio a 10,8 euros, tambiíén cuatro veces más caro.
Aflora así la negociación para reformar y actualizar la Directiva de 2003 sobre la Fiscalidad de la Energía. Negociación que los 27 países de la UE y las instituciones comunitarias mantienen desde hace un lustro de forma soterrada.
El conservador lituano Algirdas Semeta, comisario europeo de Fiscalidad, Unión Aduanera, Auditoría y Lucha Anti Fraude, ha incluido en estos impuestos 20 euros por tonelada emitida de CO2; y equiparado la fiscalidad de gasolina y gasóleo, lo que encarece el diesel, penaliza al carbón e impulsa los biocarburantes.
La Directiva impone actualmente el nivel mínimo armonizado de tasas aplicables en la UE sobre los carburantes y combustibles. Cada país es libre de ir más lejos, pero nunca de quedar por debajo del listón. Hasta ahora se grava el consumo de los carburantes en función del volumen: litros de gasolina, por ejemplo.
El nuevo proyecto es imponer un gravamen a los usuarios en función de la cantidad de CO2 emitida para penalizar los comportamientos más contaminantes; y en función del contenido energíético -medido en gigajulios- del combustible consumido.
Un litro de biocarburante tiene menos contenido energíético y emite menos CO2 que un litro de combustible fósil, luego saldrá beneficiado. La propuesta plantea equiparar el gravamen sobre todos los productos -gas, carbón, gasolina, gasóleo, biocarburantes- lo que, de facto, encarecerá el gasóleo.
El tributo no se aplicará al grueso de la industria, ni a la aviación ni al sector marítimo, que están o estarán en breve sometidos al sistema de comercio de emisiones de CO2. Sí afectará al transporte por tierra, a las calefacciones -cada Estado será libre de aplicar o no una exención total a los hogares-, y a la agricultura. Antes de ser adoptada y entrar en vigor, la propuesta debe aún ser renegociada por los Gobiernos nacionales y el Parlamento Europeo. No se prevíé el inicio de su aplicación antes de 2013 o 2014, y el periodo transitorio para introducirla de manera gradual se extenderá hasta al menos 2020.