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Autor Tema: El mito de los "empleos verdes"...  (Leído 282 veces)

OCIN

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El mito de los "empleos verdes"...
« en: Mayo 01, 2011, 08:58:50 pm »
Por...   Jerry Taylor y Peter Van Doren

La retórica empleada por la administración de Obama nos está dando la sensación de que el principal camino hacia la recuperación y el crecimiento económico estará pavimentado de un eníérgico compromiso federal con la energí­a renovable (a menudo llamada energí­a “verde”). Tal campaña dirigida por el Estado, nos dicen, va a crear millones de nuevos puestos de trabajo y va a consolidar el liderazgo económico mundial de EE.UU. en el siglo XXI. Si realmente creemos esto, estamos en problemas.

A primera vista, el argumento de que la energí­a renovable requiere de más mano de obra que la no renovable (aquella producida por combustibles fósiles y nucleares), es dudoso. Despuíés de todo, una vez que las turbinas eólicas o los paneles fotovoltaicos se instalan, no hay necesidad de cavar la tierra para extraer combustible y, a menos que los molinos de viento o los paneles se descompongan con frecuencia, no hay necesidad de un gran número de trabajadores para mantener a los generadores en funcionamiento.

Este es el primer indicio de que algo anda mal en los omnipresentes estudios sobre los “empleos verdes”, enviados constantemente para apoyar los mandatos y subvenciones a la energí­a renovable. Una evaluación cuidadosa revela que los estudios ni siquiera se molestan en contar el número de puestos de trabajo generados por la industria de energí­a no renovable que se perderí­an en la transición. Por lo tanto, no hay evidencia de que un futuro de energí­a renovable creará más puestos de trabajo que el estatu quo.

Incluso si pudiíéramos encontrar evidencia de que la energí­a renovable requiere de más mano de obra que su contraparte, la no-renovable, ese serí­a un argumento en contra de la energí­a “verde” porque uno no crea riqueza aumentando los insumos asociados con la producción. Si ese fuera el caso, uno podrí­a sugerir que las futuras instalaciones de energí­a verde (y de energí­a no renovable tambiíén) se construyan sin ningún tipo de equipo mecanizado —¡sólo herramientas de mano permitidas!

Tampoco encontramos en estos informes alguna consideración acerca del impacto económico asociado con precios más altos de electricidad. La misma Administración de Información Energíética del presidente Obama estima, por ejemplo, que para las nuevas instalaciones que funcionarán desde 2016, la biomasa tendrá un costo 34% más alto que la electricidad producida por las centrales elíéctricas de ciclo combinado de gas natural; la energí­a geotíérmica costará 39% más; la energí­a eólica producida por vientos en tierra costará 80% más; la energí­a eólica marina 2,3 veces más; la energí­a solar tíérmica 3,1 veces más; y la solar fotovoltaica hasta 4,8 veces más.

Más dinero gastado en la creación de empleos verdes significa menos dinero gastado en todo lo demás. ¿Cuántos empleos se perderí­an solamente en esa dinámica? Una vez más, estos informes no lo indican. La respuesta implí­cita parece ser “cero”. Esto nos parece poco probable. El economista Gabriel Calzada examinó los mandatos para la energí­a renovable en España y encontró que por cada empleo verde creado en el paí­s se perdieron 2,2 puestos de trabajo.

A pesar de que las fuentes renovables cuestan más, algunos afirman que las energí­as renovables subsidiadas resultarán en precios más bajos de electricidad debido a una mayor oferta global – un fenómeno conocido en la literatura como la “supresión de precios”. Esto es posible, pero engañoso. El ahorro del que gozan los consumidores debido a la oferta adicional (precios más bajos multiplicados por la cantidad consumida) puede ser menor que el costo de los subsidios a la energí­a renovable, pero en este tipo de análisis se pasa por alto la reducción de los ingresos a la generación convencional de combustibles, desplazados por el nuevo suministro de energí­a renovable.

Esta transferencia de riqueza de los actuales productores de energí­a no renovable a los consumidores es la fuente de los precios reducidos en lugar de una mejora global de la eficiencia económica. Además, los mandatos y las subvenciones que sirven para sustituir la energí­a no renovable con la renovable no van a aumentar el suministro global de energí­a y por lo tanto no producirán una supresión de precios.

Hay tres otros problemas bastante sencillos en los informes que pretenden justificar la campaña de “empleos verdes” de la administración de Obama. En primer lugar, los nuevos empleados del gobierno, contratados para supervisar este cambio de energí­as, se cuentan como “nuevos empleos”. En segundo lugar, los puestos de trabajo existentes son recategorizados de empleos relacionados con energí­as no renovables a empleos relacionados con energí­as renovables si los empleadores cumplen con la definición burocrática de “lo que es verde”, y esos puestos de trabajo son erróneamente contabilizados como “nuevos empleos creados”. En tercer lugar, se supone que los nuevos puestos de trabajo creados en el sector manufacturero que produce el equipo necesario para las nuevas plantas de energí­a renovable corresponden a fabricantes de EE.UU., algo muy poco probable dado que la mayorí­a de los fabricantes en cuestión están en el extranjero. Por lo tanto, las cuentas de creación de empleos producto de las polí­ticas para promover energí­a renovable son tan confiables como los balances contables de Enron.

La obsesión polí­tica con los empleos verdes es particularmente extraña, dado que aparece precisamente cuando la nación esta experimentando una real —no hipotíética— revolución en la energí­a no renovable en la forma de la ‘fracturación hidráulica’, una tecnologí­a que permite el acceso al gas natural en sustratos anteriormente difí­ciles de explotar. El economista Timothy Considine empleó el mismo modelo económico utilizado por el Departamento de Trabajo de Pensilvania (aparentemente, el tercer el tercer estado con mayor cantidad empleos verdes creados en la nación) para estimar el número de trabajos creados gracias a la polí­tica de energí­a renovable para estimar el número de puestos de trabajo creados en ese mismo estado gracias a la fracturación hidráulica.

El modelo sugiere que, en 2009, 44.000 nuevos puestos de trabajo fueron creados por la fracturación hidráulica en comparación con los 35.000 creados por los programas gubernamentales de energí­a renovable. En 2010 fueron creados 89.000 puestos relacionados con la fracturación y 40.000 relacionados con la energí­a verde. Y en 2011, probablemente otros 111.000 nuevos puestos de trabajo serán creados gracias a la fracturación en comparación con los 41.000 de energí­a verde. En resumen, si la economí­a se va a atar a sí­ misma al sector energíético nacional para mantener el crecimiento en el siglo XXI, deberí­a engancharse al gas natural y no al viento o al sol.

La fatal arrogancia de que podemos inducir el crecimiento económico obligando a la gente a comprar una energí­a costosa y subsidiada es absurda tanto en la práctica como en la teorí­a. Cuando antes nos demos cuenta de esto, mejor.


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