El último día de las conferencias de ASPO en Bruselas ha empezado con la intervención de Paul Stevens, profesor emíérito de la Universidad de Dundee e investigador senior de la Chatham House.
Stevens ha dedicado su intervención a un asunto que a menudo es pasado por alto: ¿quíé sucederá con los países exportadores de petróleo una vez que lleguen a la parte descendente de su curva de producción?
Este profesor ha empezado recordando que los ingresos petroleros no son un sueldo, sino una simple transferencia de un fondo finito, y que parte de estos beneficios deben ser utilizados para reemplazar el valor perdido por la extracción de petróleo por algo más, preferentemente renovable.
Estos países exportadores se ven igualmente afectados por la dependencia, aunque esta vez de la renta petrolera y Stevens ha presentado algunas gráficas que muestran quíé proporción de la renta petrolera se utiliza para compensar el díéficit no petrolero de las economías de estos países. El desafío, además consiste en que los beneficios del petróleo aumentan el nivel de vida del país exportador y con este tambiíén el consumo de petróleo (y por tanto se reducen las exportaciones si la producción no aumenta tambiíén), reduciíéndose tambiíén el tiempo disponible para una transición hacia la sostenibilidad.
Este investigador ha realizado algunas simulaciones, y ha presentado algunas fechas significativas, como por ejemplo que para 2037, Arabia Saudí podría dejar de exportar petróleo.
Stevens ha explicado que ha presentado estos datos a los propios saudís (que hace tiempo están preocupados por la cuestión), y que al comunicarles esta fecha, se hizo un gran silencio en la sala, solo roto por una pregunta de entre la audiencia: ¿y de dónde importaremos el petróleo?
Por supuesto, estas cifras dependen de muchos factores, como la velocidad a la que se extrae el petróleo, y el propio consumo interno. Si estos países quieren alargar el periodo exportador y tener más tiempo para la transición, deben reducir la intensidad petrolera de su economía, además de desarrollar fuentes renovables (e incluso el gas natural en el caso de los saudís).
Las dificultades que se pueden encontrar derivan de la situación social en estos países, acostumbrados a precios muy bajos del petróleo y a un cierto derroche energíético en el sector domíéstico y de servicios.
El siguiente orador ha sido Darren Bezdek, compañero del conocido Robert Hirsch en MISI.
Bezdek ha venido a presentar algunas de las conclusiones del libro que ha escrito junto a Hirsch, un desarrollo del ya conocido informe Hirsch. Este informe se conoce sobre todo por establecer que son necesarias al menos dos díécadas para prepararse para un choque petrolero, pero tambiíén por ignorar todo esfuerzo de mitigación basado en la gestión de la demanda.
En el mundo de Hirsch y Bezdek, la única solución (que admiten además que será insuficiente), es aumentar como sea la producción de líquidos para el transporte, sin importar que se trate de los sucios petróleos no convencionales o de costosos y contaminantes procesos como la transformación de gas y carbón en combustibles líquidos.
Por otra parte, el libro comete la tremenda imprudencia de ignorar las evidencias científicas que apuntan a un cambio climático de origen humano, algo que daña gravemente la credibilidad de sus propuestas. Parece que para que sus alternativas sean aceptadas, es necesario negar el cambio climático antrópico.
Para este autor y sus colegas en MISI, el pragmatismo energíético obligará a estos sucios esfuerzos, y aún así el agotamiento no podrá ser compensado antes de que pase una díécada despuíés del cenit petrolero definitivo.
Bezdek ha señalado las revueltas árabes y el accidente nuclear de Fukushima como factores negativos que entorpecen los esfuerzos de mitigación introduciendo tensiones en el suministro (Libia) o la demanda (Japón). Para Bezdek, la transición será como el choque petrolero de los 70 pero más duradera y difícil.
Además de los líquidos no convencionales, Bezdek apuesta por la eficiencia en los vehículos e incluso el racionamiento (cuotas comerciables de gasolina), y otorga un papel insignificante a la electrificación del transporte.
El primer orador de la segunda sesión ha sido Bruce Robinson, un clásico de las conferencias, que viene de Australia trayendo su bicicleta plegable, que utiliza así como medio de transporte cuando llega a su destino.
Bruce coordina ASPO Australia y tiene una gran experiencia en la democratización de la discusión social sobre las reacciones al cenit del petróleo. Esto le cualifica para hablar de quíé políticas son necesarias parar poder hacer participar a la propia sociedad en la preparación de la transición energíética.
Robinson no cree en la omnipotencia de las soluciones tecnológicas o dejar que el mercado arregle por sí solas las cosas. Este australiano piensa que es mucho más efectivo el cambio de comportamiento, pero para eso la sociedad necesita la información correcta (incluyendo unos interesantes mapas que muestran los niveles de vulnerabilidad de cada área a la escasez de petróleo), y sobre todo la participación en la democracia deliberativa, autíéntico pilar en los esfuerzos por preparar a la sociedad para un escenario postpetrolero.