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El Zorro y el Oso de Wall Street

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Zorro:
El Zorro y el Oso de Wall Street


 Eran las 8 de la mañana, hora de Nueva York. El telíéfono sonó en la obscura habitación, y una voz, maldijo:

-¿Quiíén coño será a estas horas?.

Era  la voz del Zorro, que habí­a estado golfeando hasta altas horas de la noche por Times Square, y aún necesitaba varias horas de sueño. Haciendo un esfuerzo, pero refunfuñando, cogió el telíéfono.

- Hello!. Who are you?.
- ¿Zorro? -le preguntó una voz al otro lado del hí­lo-.
- Si, ¿quiíén eres?.
- Soy el Toro de Wall Street.
- ¡Ah!, bien. ¿Cómo estás Toro?.
- Bien Zorro, gracias”.
- Te llamo por si quieres ver al Oso. Hoy la jornada  bursátil la comienza íél, y yo entro a trabajar dentro de un par de horas.
- ¿El Oso?...... ¡Claro!, exclamó el Zorro,  despertando en un instante. Si, Toro, si, voy enseguida.
- Vale, te espera en la cafeterí­a de Broadway, subiendo de Wall Street.
- Si, contestó el Zorro, se donde es. Pero...
- Dime Zorro.
- ¿Como le conoceríé?.
- Pero Zorro, si es un Oso.
- Ya, claro, claro, es que estoy un poco dormido. Estaríé allí­ a las 10. ¡Gracias Toro!.
- Saludos Zorro.

Colgó el telíéfono y en unos segundos estaba en la ducha. Y mientras el agua caliente lo acababa de despertar pensaba lo afortunado que era:

- No me voy a ir de Nueva York sin conocer a otro mito bursátil, la, la, la, lará, , lará, lará!.

 La mañana comenzaba con muy buen pie.
Salió del Hotel y volvió a repetir el mismo ritual :

- Wall Street, please!.

Y otro coche amarillo, lo acercó a la mí­tica calle. Pagó, y subió como una centella hací­a Broadway. En unos 3 minutos ya estaba en la puerta de su destino. Se paró unos segundos, se colocó la ropa, respiró profundamente, y entró. A esa hora el negocio no estaba muy frecuentado, y no le fue difí­cil localizar al Oso. í‰ste, estaba sentado en una mesa al fondo del inmenso local, repleto, por cierto, de todo tipo de comidas para llevar, o consumir “in situ”, y que a las 12 de la mañana se llenaba, como si lo regalaran todo. La mesa estaba repleta de  platos, de pasta, carne,  salmón, ...y alguna golosina. El Zorro se presentó, el úrsido se levantó, y el Zorro retrocedió inconscientemente al ver semejante mole: unos 2´5 metros de altura y unos 500 kilogramos de peso.

- Siíéntate  por favor.

í‰l, quedó maravillado de que tambiíén hablará español. Aquí­ aún no se les ha dado por el catalán, el gallego, o el euskera, ni siquiera el apache, pensó.

- Así­ que de España, eh.
- Pues si, contestó el Zorro.
- Bien, ya me ha contando el Toro que te interesa la Bolsa.
- Pues si, es verdad. Si no te importa, querrí­a que me aclarases unas dudas.
- No hay ningún inconveniente. Si te parece, hablamos mientras desayunamos. ¿Quíé quieres tomar?.
- Pues... ¡mejor voy a mirar lo que hay!.

El cánido cogió un zumo de arándanos, un tíé con leche, un trozo de tarta, pagó, y se sentó. El Oso se extrañó de tan poca comida. Y íél le contesto, que el desayuno lo solí­a hacer de esa forma. El Zorro comenzó a preguntar:

-¿Cuándo será el próximo crack ?.

El impresionante animal levantó la cabeza, y mientras masticaba, le contestó un poco enfadado:

- ¿Cómo es posible que todos me preguntíéis lo mismo?.
- Lo siento Oso, pero tiene que comprender que a los inversores nos preocupa nuestro dinero, y tememos los crack´s.
- Vale, vale, Zorro.
- No quiero ser descortíés. Te contestaríé: En principio, aún faltan muchos meses. La confianza en los mercados no es muy alta, y los inversores siguen estando a la defensiva. Por lo que no se dan las circunstancias para un crack. Por otro lado, no he oí­do a ninguno de mis jefes preparar algo así­. Lo que si van a hacer, es bajar la bolsa antes de final de año. ¿Seguro?, preguntó el Zorro.
- Algún sustito os daríé, palabra de Oso, respondió el mito de Wall Street.
- Otra cosa: ¿Va a explotar la burbuja inmobiliaria?.
- La burbuja!, ¿quíé burbuja?.
- La que dicen que hay. No puede estallar, lo que no existe Zorro.
- Ya, pero los informes del Banco de España, y de otras autoridades mundiales así­ lo manifiestan.
- Bien, si te quieres creer lo que dice gente tan interesada, allá tú.
- ¿Acaso no dicen la verdad?.
- Pocas veces, siempre están haciendo manifestaciones para tener a la gente engañada, y que no piense en lo esencial.
- ¿Y que es lo esencial Oso?.Lo esencial es la vida en si, lo maravilloso que es vivir. Los polí­ticos siempre lo están liando todo, para hacer la vida más amarga a los ciudadanos, y que no piensen en otra cosa que en subsistir, y sobre todo, en que los mandatarios son necesarios. Les gusta tener a la gente asustada e ignorante.
- Entiendo, contestó el Zorro. Algo de razón tienes.
- Claro que la tengo. Mí­rame a mí­, soy más impopular que el Toro, no tengo ni monumento. Y asustan a los inversores con mi figura. 
- Vaya, ¡es verdad!. Pero tienes que comprender  que a los inversores les gusta más multiplicar, que dividir. Por lo que siempre será más querido el Toro.

El Oso protestó:

- Eso es así­ por que le han dado al Toro ese trabajo, y no a mí­, polí­tica, sólo polí­tica.
- Ya..., dijo el Zorro. Hay cosas que no tienen fácil arreglo...

El Oso le contó que tení­a familia, dos oseznos, que en algunos ciclos bajistas se pasaba, y que se divirtió mucho bajando TERRA desde 150 a 2´23 euros.

-  Aquí­ te pasaste, le dijo el Zorro.
- No tanto, el que se pasó fue el Toro en subirla, yo solo puse las cosas en su sitio,  contestó el gran animal. Aunque a veces, algunos se lo creen todo, mira que pagar 150, 120, ó 100 euros por una acción de TERRA.

Los dos pillos se miraron, y explotaron de risa: JA, JA, JA, je, je, je.

- De todas formas”, añadió el Oso, los dos seguimos ordenes.
- Si, ya me contó el Toro lo de los grandes quinquis y todo eso.
- ¡Chiiiiissst!.

El Oso miró a los lados, y le rogó discreción. El Zorro le pidió,  que cuando le mandaran dar zarpazos, a sus valores se los diera de refilón. Estuvieron hablando 2 horas más, sobre los mercados, y la vida en general. Llegó el momento de despedirse, intercambiaron sus señas, y el Oso le dijo que tení­a ganas de visitar España, para saludar a un primo que tení­a en los Pirineos. El Zorro, le dijo que no se diera mucha prisa en viajar. No vaya a ser....!  Pero que cuando lo hiciera, su hospitalidad  lo estarí­a esperando. Salieron juntos del local, y el Oso se encaminó a Wall Street, tení­a que cerrar la sesión, y el Zorro, a coger el bus. ¡De pronto...!, el Zorro se volvió, y se puso a correr, gritando:

- ¡OSO!, ¡OSO!, ¡OSO!...........

¡Habí­a olvidado hacerse la foto!.


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