Hace poco hablaba con un amigo, compañero y excelente gestor de cooperativas de vivienda y le preguntaba por la evolución del sector en el que trabaja, a sabiendas de los píésimos informes que están llegando de todos los lados sobre la evolución del mercado inmobiliario en España a corto y medio plazo…, porque el plazo largo no sería otra cosa que un angustioso, tedioso y largo rango lateral.
Me decía que, si bien hace no muchos años, gestionar una cooperativa de viviendas podría ser muy productivo y un trabajo que se podría considerar como bonito, hoy está siendo un autíéntico calvario. El cooperativismo está pasando por los mismos problemas que pasó la promoción privada de viviendas, y está muy lejos de ser una solución al panorama de producción de nueva vivienda.
Hay que tener en cuenta que ser cooperativista de vivienda es asumir un cierto grado de compromiso económico más que importante. Las entidades financieras ahora están exigiendo, para analizar si financian una promoción de vivienda en cooperativa, que el 100% de la cooperativa estíé cubierta y que estos cooperativistas hayan aportado ya, al menos, un 10% del precio de la vivienda y que haya un plan de pagos de, al menos tambiíén, otro 10% hasta la entrega de las llaves. Me comentaba mi amigo que, a esto, las entidades financieras añaden detalles “sin importancia†como que tienen que estudiar la solvencia económica de todos y cada uno de los cooperativistas, a los que les exigen la formalización de un aval personal que garantice la operación.
Una cooperativa es un proyecto a largo plazo, que requiere una fuerte inversión de un grupo de personas que se unen y asumen de forma individualizada la responsabilidad de la promoción, de tal manera que si el banco decide no subrogar a algún cooperativista el príéstamo hipotecario, la cooperativa, es decir, el resto de sus miembros, deben asumir ese agujero que se les ha formado, aportando cantidades suplementarias a las previstas. Es decir…, más incertidumbre y zozobra. Ah, bueno…, y ya veremos cómo recupera el cooperativista rechazado sus cantidades aportadas, claro.
A todo esto se une que los bancos y cajas exigen a las cooperativas que las constructoras deben ser compañías cotizadas, exigencia que puede considerarse como atentatoria de la libre competencia. Pero, si quieren que el banco analice su operación, deben, tambiíén, tragar con esta nueva condición.
Y para remate, el papel de las gestoras. Los bancos exigen a las cooperativas que las gestoras sean las últimas que cobren y cuando se haya entregado la última de las llaves. Pero aquí no acaba “el chollo†de una promoción en cooperativa. Si esa promoción tiene locales, y los locales no se venden, o bien se lo deben quedar los cooperativistas, o se lo entregan a la gestora en dación en pago de deuda. Una bicoca, vamos…
Así que, la mayoría de personas que se acercan a los bancos a decir que van a entrar en una cooperativa y que quieren informarse sobre posibilidades de financiación, cuando el del banco les dice todo lo que yo les he comentado, acaban comprando un piso ya construido…, y ¿a que no adivinan quien es su propietario?. Si lo adivinan, sí…, el propio banco, por supuesto.
Esto es lo que hay…, y lo que se está permitiendo.
Nos vemos dentro otros quince días en nuestros foros de bolsa.
Vale.
Oberon.