Por… Lenin Cardozo
La segunda díécada del milenio, se inicia con un mundo que carga a su cuesta 7 mil millones de seres humanos, distribuidos a lo largo y ancho de su robusta masa terrestre de 149 millones de kilómetros cuadrados de tierra (entre continentes e islas). Encontramos así, una creciente superpoblada humanidad, que cada vez tiene menos recursos para poder satisfacer medianamente sus necesidades de alimento y de energía.
Para los ecólogos y ambientalistas, “la solución final†para lograr el tan anhelado equilibrio en el planeta, pasa por controlar el crecimiento de los ecosistemas dominados mayoritariamente por nuestra especie. Nos referimos a los llamados ecosistemas humanos.
Para facilitar la comprensión de estos ecosistemas, los científicos que estudian las poblaciones, hicieron 4 subdivisiones, llamándolos: ecosistema natural maduro, el natural controlado, el productivo y el ecosistema urbano, donde este último, es a ciencia cierta, el que realmente impacta al ambiente. Entendiendo por urbano, lo que los griegos definieron como ciudad, y su evolución como conglomerado humano.
Las ciudades pasaron a ser los principales centros de concentración o acopio, y de despilfarro tambiíén, del consumo de agua, alimentos, electricidad, y combustibles, las cuales, por lo general estos recursos son producidos fuera de las mismas, y en su gran mayoría a muchos kilómetros de distancia, lo que implica siempre un mayor esfuerzo o gastos de más energía, para su transportación.
Convirtiíéndose así las ciudades, en un fuego cruzado de sobreconsumos, concentración de gases tóxicos producto de la combustión, atmósferas confinadas, depósitos de líquidos contaminantes, producción de desechos sólidos, aguas servidas, además de ser focos permanentes de enfermedades que se reciclan.
La tendencia poblacional mundial, indica que las ciudades se harán año tras año más grandes, cada vez será más difícil lograr los abastecimientos y como centros de contaminación igual su impacto será mayor.
Dejo al lector dos interrogantes, que son el punto de partida de este artículo:
¿Será prematuro para la región o ya es el momento, para comenzar a debatir, si estaríamos dispuestos en Latinoamíérica a evaluar nuestro conveniente control de la natalidad a partir de esta nueva díécada? ¿Podríamos como subcontinente considerar seguir el ejemplo de China, de controlar la natalidad a razón de un niño por familia o flexibilizar la propuesta para llegar a un máximo de dos?
La meta en el mediano plazo: más calidad de vida para nuestra descendencia, ciudades aún habitables y ecosistemas en equilibrio, tanto de humanos como del resto de las especies.
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