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Autor Tema: LA GRIPE EUROPEA: EL DERRUMBE DEL CRECIMIENTO  (Leído 253 veces)

Orpheo

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LA GRIPE EUROPEA: EL DERRUMBE DEL CRECIMIENTO
« en: Junio 01, 2011, 02:02:28 pm »
La gripe española, tambiíén conocida como la Gran Pandemia de gripe, fue el nombre de una epidemia que afectó a toda Europa y cambió profundamente el aspecto del mundo en los años 1918 y 1919. Murió más gente de esta pandemia que durante la Primera Guerra Mundial, y la esperanza de vida cayó en 10 años. Ahora Europa, y en cierto modo los Estados Unidos, están sufriendo una nueva pandemia: el derrumbe del crecimiento y el gran lastre de la deuda.

 

La crisis financiera fue una oportunidad única para que los lí­deres polí­ticos asestaran una puñalada a los desequilibrios estructurales que existen tanto en Europa como en los Estados Unidos. Sin embargo, los polí­ticos escogieron inyectar más liquidez en algo que básicamente presentaba un problema de solvencia.

 

Solucionaron un problema de deuda con más deuda y la llevaron de un sitio -el sector privado y los bancos- a otro -el erario público- que en teorí­a podí­a financiar la deuda a menor precio. Pero esto ya no es cierto. La retahila de rescates ha hecho que algunos paí­ses no sean capaces de financiarse en los mercados de capital (Grecia, Irlanda y Portugal), mientras otros (como España e Italia) afrontan primas cada vez superiores por hacerlo.

 

Así­, hay ahora dos problemas fundamentales: un derrumbe del crecimiento y otro de las sociedades con sistemas de garantí­as sociales inasumibles. Nos encontramos con sociedades que han dado la vuelta a las famosas palabras de J.F. Kennedy: “No preguntes quíé puede hacer tu paí­s por ti, sino quíé puedes hacer tú por tu paí­s”. Hoy, suena más bien como: “Mi familia y yo vamos a aprovechar al máximo las ventajas públicas para no pagarle la vida a nadie más”. Esto podrí­a estar bien en una situación de alto crecimiento, balances externos equilibrados e igualdad social. Por desgracia, Europa se acerca al abismo a la hora de preservar estos derechos, y además la brecha social se agranda más y más.

 

España afronta una tasa de paro de más del 21 por ciento, y en algunos lugares el desempleo juvenil supera el 40 por ciento. Claramente, esta situación no se puede mantener por mucho tiempo (ni económica ni socialmente), y el precio a pagar es un crecimiento lento y un díéficit presupuestario en ascenso. El crecimiento medio español ha sido, a lo largo de los últimos cinco años, del 0,74%: menos de un 1% incluso si contamos el largo periodo de alto crecimiento previo a la crisis. Los mismos indicadores en Italia son aún más descorazonadores, ya que el crecimiento medio del paí­s transalpino en los últimos cinco años ha sido una contracción del 0,4%. La gripe económica es la falta de crecimiento en Europa. Incluso si la deuda se estabiliza, no contaremos con suficiente crecimiento para sacar Europa adelante y crear más prosperidad. Estamos en una trampa de deuda con una productividad cada vez inferior y sin ningún impulso polí­tico.

 

Todo esto me lleva a la premisa polí­tica, basada en el mercado, que empleo para todos mis razonamientos analí­ticos en este periodo post-crisis financiera: todo está regido por la polí­tica. Los polí­ticos siempre preferirán no hacer nada mientras el coste de oportunidad sea cero o negativo. En otras palabras, solamente cuando el coste de oportunidad de no hacer nada para atajar los problemas fundamentales sea superior al de hacer algo veremos voluntad polí­tica para alcanzar una solución.

 

Resulta interesante que, quizá, nos acerquemos a tal situación a medida que la Canciller Merkel note que su posición se tambalea. Se presentará a la reelección en 2013, un año considerado decisivo para la UE y su supervivencia. Eso hace probable que Merkel deba liderar una campaña electoral mientras en boca de todos están las ayudas a Grecia, Portugal y quiíén sabe si España. No es precisamente un escenario ideal para ella. Por ello el coste de oportunidad que afronta Merkel es demasiado grande, y exactamente por eso creo que veremos a Alemania intentando encontrar una solución más constructiva a los problemas de la deuda del sur de Europa. La solución implicará la esperada “revisión” de la deuda (como se le llama a las reestructuraciones de deuda en la UE últimamente). Espero que tal revisión de la deuda griega ocurra como tarde en el cuarto trimestre.

 

Es importante tener presente que la UE es un experimento polí­tico y nada más. La hipotíética solución a los problemas europeos debe ser por tanto polí­tica, y la única solución polí­tica es que Alemania salde las cuentas.

 

Eurozona

 

Como muestra el gráfico de encima, Alemania ha experimentado una subida significativa de su competitividad y de su superávit por cuenta corriente desde la introducción del euro. El euro ha hecho que los paí­ses más díébiles no puedan devaluar su divisa mientras Alemania, a su vez, ha visto como su polí­tica de sueldos contenidos y su productividad hací­an a los alemanes más fuertes que nunca.

 

Desafortunadamente para Alemania y Europa, gran parte de este íéxito se basa en los tipos de interíés bajos con los que el sur de Europa tomó prestado dinero de Alemania. Al principio, el euro se consideró (por error) la divisa de una economí­a coherente. No era el caso por la condición decisiva que el Informe Delors presentó como base: “Entrada a la fuerza en un pacto de estabilidad y crecimiento”, lo que viene a ser una polí­tica financiera coordinada con unas reglas muy liberales. Es como regalarle a un hijo de 18 años una tarjeta de críédito Platinum sin darle otras normas más allá de decirle “no gastes mucho”. El resultado será un marco suelto, falta de disciplina y consumo excesivo. Al final, hay que quitarle la tarjeta.

 

La interesante dinámica que se da cuando lidias con una falta de crecimiento, una deuda creciente y la ausencia de voluntad polí­tica es que incluso si los polí­ticos logran posponer los problemas una vez más, seguimos cerca de pagar el precio de la recesión 2.0. La causa es la dimensión social, cada vez es más importante.

 

Las últimas seis semanas he estado viajando por Asia, Oriente Medio y Europa. Y aunque estas regiones viven circunstancias muy diferentes y afrontan retos en tíérminos polí­ticos y económicos, tienen un problema de capital importancia: los desequilibrios sociales son mayores que nunca. Es un problema común a China, Oriente Medio y Europa. Los tipos de interíés bajos y la falta de acceso al críédito han hecho a los ricos más ricos, y por otro lado han logrado que la clase media y los pobres sean más pobres. Bajo mi punto de vista, se trata de una dimensión que adquirirá importancia no solo en el debate económico, sino en el polí­tico tambiíén. La semana pasada vimos imágenes de los jóvenes acampando en la Puerta del Sol, y a primera vista era difí­cil saber si era El Cairo o Madrid.

 

Las nuevas generaciones de hoy son extremadamente activas a la hora de utilizar las redes sociales y no se andan con rodeos a la hora de decir “¡Ya es suficiente! Necesitamos un cambio polí­tico ahora”. Irónicamente, será más fácil lograr este hito si se nos presenta otra minicrisis. Soy muy optimista si pienso en la habilidad de cada individuo de sobreponerse a una crisis y de ajustarse a una nueva realidad. Por otro lado, soy muy negativo sobre la voluntad polí­tica y su capacidad de hacer algo para atajar los abultados desequilibrios de nuestra sociedad actual.

 

Nos arriesgamos a perder una generación, una díécada entera, si hacemos ver que no pasada nada. Los polí­ticos se han salido con la suya demasiado fácilmente gracias a sus no-soluciones, pero ahora el factor social se les ha vuelto en contra. Por eso, hemos dado un paso más hacia el comienzo de una reconstrucción a largo plazo que conllevará un cambio extraordinario a mejor. Es hora de recetar una medicina para la gripe europea.

 

Steen Jakobsen de Saxo Bank


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.