Por... Gaby Vargas
De entre todas las teorías que hemos escuchado acerca del origen del mundo y que provocan innumerables desacuerdos entre la ciencia y la religión, imagino que -como yo- nunca habías escuchado la versión que titula esta columna y me parece preciosa, porque es cierta: la vida nace con y desde la risa.
"Los siete dioses que gobiernan el mundo nacieron de la risa de Dios. Esa idea de la fuerza creadora de la risa se planteaba en la antigí¼edad", comentó Salomón Reinach, arqueólogo y estudioso de la historia del arte, y luego continuó: "Cuando la primera risa de Dios estalló, apareció la luz; al reír por segunda vez brotó el agua y al hacerlo por tercera ocasión apareció la mente; con la cuarta surgió Genna, quien sembró todo lo existente. Cuando rió por quinta vez apareció el destino, con la sexta risa apareció la oportunidad, y al escucharse la síéptima carcajada apareció el alma".
La risa une
Bien vista, la risa une, eleva y conecta. Intentar crecer sin la risa, tanto en la vida espiritual como en la terrenal, es algo inconcebible para la mayoría de las culturas y tradiciones religiosas.
Sin embargo, al ver personas que, influenciadas todavía por las creencias de la Edad Media, piensan que la risa y la alegría no son aspectos divinos y que la espiritualidad debe ser seria, adusta, sufrida, moralista y severa, me pregunto: en esta visión ¿dónde queda ese Dios que es todo amor, dicha, alegría y generosidad? Ese Dios queda eclipsado por uno artificial y crítico, que juzga y castiga.
Nunca falta alguien -todos conocemos a alguna persona así- que al escuchar un buen chiste intenta demostrar "superioridad moral" y en vez de reír levanta la ceja, pone cara de velorio perpetuo y vive en la amargura crónica.
Nunca olvidaríé cuando organicíé una despedida de soltera para una ahijada e invitíé a la familia del novio que -me habían advertido- era muy católica. Todas las asistentes nos retorcíamos de risa con los chistes que contaba una señora muy simpática, menos, por supuesto, la mamá y la hermana del novio. ¡Quíé horror!, "pobres de ellas -pensíé en mi interior-, con lo que el mundo sufre y vivir sin permitirte reír de simplezas".
Gracias a los ultrasonidos en tercera dimensión, hoy podemos ver que los bebíés sonríen en el útero materno; al nacer sonríen cuando escuchan estímulos como la voz de su mamá, incluso cuando están dormidos. Reír es lo primero que nos hace sentir libres.
La risa tiene el poder de transformarnos de hacedores de humanos en seres humanos. Una criatura necesita de la risa para su sano crecimiento mental y emocional.
Los niños suelen sonreír un promedio de 400 veces al día, mientras que los adultos lo hacemos alrededor de 20 veces; incluso, 14% de la población sonríe menos de cinco veces al día, según los estudios de Ron Gutman.
Una vez alguien dijo algo muy cierto:
"No dejamos de jugar porque envejecemos, sino que envejecemos porque dejamos de jugar".
Nivela la presión
"El sólo hecho de imitar una sonrisa ajena nos hace sentir bien, reduce el cortisol, la adrenalina y baja la presión alta. Basta el gesto de una sonrisa para estimular dopamina en el cerebro", dice Gutman, quien tambiíén afirma que: "Una sola sonrisa genera en el cerebro los mismos estímulos que consumir 2,000 barras de chocolate, o recibir 300,000 pesos en efectivo".
Hoy tendríamos que honrar a las personas que tienen ese don de hacernos reír y salir de nosotros mismos para conectarnos, aunque sea por segundos, con la alegría de ese Dios que creó al mundo al lanzar la carcajada.