Ninguna compañía española está entre las más solventes
Una política financiera cada vez más agresiva o la creciente competencia en determinados sectores han llevado a un progresivo deterioro de la calidad crediticia. Ninguna compañía española se cuela en el ránking de las perlas más solventes.
Las perlas necesitan un buen sello de garantía para que el consumidor confíe en un producto que puede llegar a costar miles de euros. En el caso de las compañías, el sello de garantía lo aporta el ráting que le asigna una agencia. Cuanto más alto, mayor es el nivel de solvencia, lo que indica una seguridad elevada de que la empresa va a poder hacer frente al pago de la deuda que tiene emitida.
Las empresas que pueden alardear de contar con el máximo ráting AAA parecen una especie en peligro de extinción, puesto que sólo seis llevan impreso el sello, desde las más de 35 de la díécada de los 80 (ver gráfico). Entre las supervivientes, existe un gran protagonismo de compañías estadounidenses, con empresas de la talla de General Electric, Exxon Mobil, Johnson & Johnson, Automatic Data Processing y Pfizer.
En el caso de las dos primeras, matienen esa calificación desde el 26 de abril de 1956 y el 5 de julio de 1949, respectivamente, según datos de la agencia de análisis y calificación Standard & Poor’s (S&P), y sólo una europea se cuela en el ránking de las empresas más solventes del mundo, la holandesa Energie Beheer Nederland.
Sin representación española
Entre las españolas, las que más se acercan a ese nivel son Red Elíéctrica, con un AA- o tres escalones por debajo del AAA, y Enagás con el mismo ráting. “En los últimos cinco años, se ha producido un boom de inversiones por parte de las compañías españolas, pero esto ha ido acompañado de un dramático incremento de la deuda corporativa, que suponía ya el 106,5% del PIB en 2006 –el mayor nivel en la eurozona, donde la media es del 70%, y por encima del 62,2% de Alemaniaâ€, explica Jean-Michel Six, economista jefe para Europa de la agencia de ráting. Gas Natural mantiene actualmente el ráting A, Endesa, Iberdrola y Abertis se sitúan un escalón por debajo, con A-, y Telefónica y Unión Fenosa permanecen en BBB+.
Por otro lado, aunque Pfizer se mantiene en la cima desde el 14 de mayo de 1986, S&P le asignó en diciembre de 2006 la perspectiva negativa, un paso previo a una posible bajada de ráting en el caso de que, según los analistas de la firma, decida mantener una política financiera más agresiva en favor del accionista o no genere suficientes ingresos en sus nuevos productos.
Nuevo escenario
¿Por quíé este tipo de compañías se ha convertido en un grupo tan selecto cuando en la díécada de los 80 existía más de una treintena, entre las que se encontraban corporaciones de renombre como IBM, General Motors o Coca-Cola? Diane Vazza, directora general del departamento de renta fija global de S&P, apunta entre las razones que explican el deterioro progresivo de la calidad crediticia de las empresas el dramático aumento de la competitividad a nivel global.
Además, señala la presión de los accionistas al pedir mayores rentabilidades, incluso si esto significa aplicar una política financiera menos conservadora que altere los ráting.“Hay que tener en cuenta que los parámetros que utilizan las agencias se han deteriorado por diversas circunstancias: encarecimiento del mercado, mayor deuda, riesgos de negocios, y todo ello pesa a la hora de establecer un rátingâ€, apunta Alberto Roldán, director del departamento de análisis de renta variable de Inverseguros.
A su vez, desde el pinchazo de la burbuja tecnológica, el gran volumen de liquidez generado ha provocado que las empresas estíén aplicando políticas de retribución al accionista más generosas. A esto se suma que las halagí¼eñas condiciones de financiación, debido a unos tipos de interíés cerca de mínimos históricos, desde mediados de 2001 a mediados de 2004 en EEUU y desde mediados de 2003 a finales de 2005 en la eurozona, contribuyeron a que las compañías se endeudaran a muy bajo coste para salir de compras por el mercado.
Generalmente, según los expertos, ambas estrategias son incompatibles si se pretende mantener un ráting alto: “Utilizar la caja para el accionista, endeudarse y encima comprar es complicado para casi todas las empresasâ€, añade Roldán.
Ese afán comprador de los últimos años sirve de argumento para justificar la reciente caída del Olimpo de la farmacíéutica Novartis. S&P le rebajó el ráting de AAA a AA- el pasado 7 de abril, despuíés de anunciar la compra de un 77% de la compañía estadounidense Alcon por 39.000 millones de dólares. En otros casos, la empresa comprada ha sido la víctima que ha perdido la máxima calificación, como cuando Amoco, que mantenía el ráting AAA desde el 24 de agosto de 1966, fue absorbida por la petrolera británica BP en 1999.
íngeles Caídos
La creciente competencia que ha aparecido en algunos sectores explica tambiíén que algunas entidades hayan perdido el sello de la máxima solvencia. En el caso de las automovolísticas General Motors y Ford, que consiguieron el AAA en 1953 y 1970, respectivamente, han sufrido la aparición de los fabricantes asiáticos o el estrechamiento de los márgenes de beneficio, hasta tal punto que han pasado a formar parte del grupo de los denominados ángeles caídos (cuando la calificación cae por debajo del BBB-, nivel que se considera de bono basura o de alto riesgo).
Pero no son las únicas empresas que han caído desde el AAA a esos niveles. La elíéctrica TXU rodó hasta el BB el 2 de marzo del año pasado, despuíés de que el fondo de capital riesgo Kohlberg Kravis Roberts (KKR) y Texas Pacific la compraran con un elevado nivel de apalancamiento (un volumen de deuda alto).
De cara a una compañía, sufrir un progresivo deterioro de la calidad crediticia o, lo que es lo mismo, continuas rebajas de ráting, provoca un encarecimiento de los costes de financiación. Es decir, cuando una compañía quiera emitir bonos para captar fondos en el mercado mayorista, tendrá que pagar un precio más alto porque los inversores aprecian un riesgo mayor (ver información adjunta).
Costes de financiación
Sin embargo, en los últimos años, debido a que los spreads o diferenciales de rentabilidad se mantenían en mínimos históricos, una empresa con la máxima calificación AAA pagaba prácticamente lo mismo en una emisión de bonos que una de cinco escalones por debajo o A. “Los bancos centrales han aludido en muchas ocasiones a la infravaloración del riesgo por el mercado, producto de un escenario económico excepcional (fuerte crecimiento, reducida inflación), pero tambiíén de unas holgadas condiciones financieras a nivel internacionalâ€, indica Josíé Luis Martínez, estratega en España de Citi.
El diferencial medio de rentabilidad entre un bono corporativo a 10 años para una firma industrial calificada como AA frente a otra con AAA se ha situado en 13 puntos básicos (0,13%) desde 1996, mientras que las A han pagado 24 puntos básicos (0,24%) más de media desde ese mismo año.
No obstante, desde el estallido de la crisis financiera, los inversores están empezando a diferenciar a unas compañías de otras. “Es evidente que, en estos momentos, estamos en pleno proceso de ajuste del riesgo y de crecimiento, en un entorno de constantes amenazas inflacionistas. La aversión al riesgo podría llevar de esta forma a aumentar la prima de valoración de estos activos, lo que daría lugar a una situación contraria a la existente en los últimos añosâ€, añade Martínez.