Por... Ramiro Velásquez Gómez
Los próximos 24 meses serán freníéticos para el sector de la medicina y marcarán nuestra salud en los próximos años: nos aliviarán o acabarán de enfermar y enloquecer.
De acá a 2013 habrá una ola sin par de patentes que expirarán para 20 de los medicamentos más vendidos, tomados por decenas de millones en el mundo, que generan a las farmacíéuticas 255.000 millones de dólares año, según EvaluatePharma, firma investigadora de Londres.
Que eso suceda son muy buenas o demasiado malas noticias. El vencimiento implica que entren geníéricos, aún sin saber si nos llegarán por las implicaciones del Tratado de Libre Comercio (en foro en diciembre en el Congreso, Germán Holguín, de la Misión Salud, reveló que el TLC doblará el número de principios activos protegidos y se retrasaría su ingreso).
Entre las drogas cuya patente expira figuran Lipitor (atorvastatina) para el colesterol alto y Olazanpina: esquizofrenia y trastorno bipolar.
Sería un gran ahorro: los geníéricos son de cinco a seis veces más baratos que la medicina original, llegando en algunos casos hasta a 40 y 60 veces, como con el común Enalapril. Pero esto es una parte del asunto.
Ha sido frecuente en la industria farmacíéutica fabricar enfermedades. Cuando en la literatura míédica apareció el trastorno de ansiedad social (¡ufff!) se dijo que afectaba 13% de la población americana, aprobándose el Paxil para tratarlo, antidepresivo de efectos secundarios bien expuestos en la documentación míédica y que pasó del tercer al primer lugar en ventas.
La Organización Mundial de la Salud, dice el documental El mercado de la locura, estima que 450 millones de personas padecen un problema psiquiátrico. Cierto o no es una ocasión para la compraventa de la enfermedad: convencer a gente sana que está enferma o a aquellos poco enfermos que están muy enfermos. Venderles la enfermedad a sanos preocupados.
Antes de la introducción de los trastornos, la depresión afectaba a 100 personas por millón, desde entonces subió a 100.000 por millón. El trastorno bipolar infantil no estaba en la literatura, cuando un psiquiatra de Harvard lo documentó. Se demostró que fue pagado por 25 firmas. Desde eso, el índice de niños con bipolaridad aumentó 4.000%.
La tristeza invernal, común en países con estaciones por la falta de Sol en invierno, fue redefinida por psiquiatras como el trastorno afectivo estacional, que requiere tratamiento. (¿Será que lo padecemos acá que llueve parejo?).
El trastorno disfórico premenstrual fue creado cuando la patente del antidepresivo Prozac expiró. Necesitaban algo nuevo y apareció Sarafem para su tratamiento, que es el mismo Prozac.
¿Quíé pasará ahora que vencen tantas patentes? ¿Aparecerá el desorden de la ansiedad por falta de colesterol?
Por todo eso, y por los precios, no sabe uno si son buenas o malas noticias. ¿Quíé recomiendan para la depre?
Maullido : en Plos Medicine un autor mostró en estos días cómo la industria farmacíéutica filtra revistas científicas con sus artículos sesgados.