Por... Jeffrey A. Miron
En un artículo reciente del New York Times, Warren Buffett asegura que los extremadamente ricos no pagan suficientes impuestos. í‰l sugiere que cualquier otro acuerdo acerca del presupuesto debería elevar los impuestos a los muy ricos, especialmente sobre su ingreso “no ganado con trabajoâ€, como las ganancias de intereses, dividendos y capitales.
Buffett está equivocado. Las políticas públicas malas juegan un papel muy importante en generar ingresos inadecuadamente altos, pero culpar específicamente a los ricos es un error. Y la política que Buffett critica más —tasas tributarias bajas sobre el ingreso por ganancias de capitales— debería ser profundizada, no eliminada.
El primer problema con la opinión de Buffet es que el número de extremadamente ricos es demasiado pequeño como para que las tasas tributarias más altas contribuyan a resolver nuestros problemas con el presupuesto.
En 2009, el ingreso obtenido por los 236.833 contribuyentes con más de $1 millón en ingreso bruto ajustado fue de $727.000 millones. Imponer un recargo de 10% sobre este ingreso generaría como máximo unos $73.000 millones de recaudación adicional —solamente alrededor de 2% del gasto federal. Además, la cifra de $73.000 millones es optimista; los super-ricos evitarán o evadirán gran parte del impuesto, reduciendo considerablemente su recaudación.
Enfocarse en los super-ricos tambiíén fomenta una actitud contraproducente hacia el íéxito material. La manera de promover una sociedad de trabajo, emprendimiento e innovación es celebrar una gran fortuna siempre y cuando esta se ha obtenido de manera legítima. Cuando este no es el caso, la política debería apuntar a las injusticias directamente, no demonizar a todos los que triunfan.
Más importante todavía es que el señalar a los muy ricos nos distrae del verdadero problema: la serie de políticas que no tienen sentido en primer lugar porque inhiben el crecimiento económico y esto redistribuye, simultáneamente, desde los hogares de ingresos bajos hacia las clases media y alta.
La deducibilidad del interíés sobre las hipotecas para vivienda fomenta la inversión en exceso en la vivienda. Los contribuyentes con ingresos altos obtienen los beneficios ya que los contribuyentes con ingresos bajos son dueños de poca o ninguna propiedad y no enlistan deducciones.
El tratamiento favorecido para el seguro de salud pagado por el empleador genera un consumo excesivo de cuidados míédicos y contribuye a que los costos de la atención míédica sigan subiendo. Los beneficios van principalmente a los hogares de clase media y alta ya que aquellos sin empleo no tienen beneficios provistos por empleadores.
En el código tributario corporativo, varias lagunas jurídicas para industrias favorecidas distorsionan las decisiones de inversión del mercado y recompensan a los que tienen altos recursos o buenas conexiones políticas.
Y no solamente es el código tributario el que perjudica a la economía mientras que favorece a los que están en una mejor situación.
Los requisitos excesivos de licencias, cobros por permisos, evaluaciones restrictivas y otras barreras al ingreso en la medicina, el derecho, la fontanería, las peluquerías y muchas otras profesiones son malas para la productividad de la economía porque restringen artificialmente la oferta de estos servicios. Y estas barreras redistribuyen el ingreso de manera perversa al elevar los ingresos de los que están protegidos y los precios para todos.
El capitalismo de compadres —el tratamiento especial para industrias favorecidas como la de los autos— opera en contra de la eficiencia económica porque protege empresas que de otra manera fracasarían y mantiene ingresos altos para sus ejecutivos y accionistas.
La doctrina de “demasiado grande para fracasarâ€, personificada más recientemente en el rescate financiero de los bancos de Wall Street, distorsiona la eficiencia al promover la toma excesiva de riesgos. Mientras tanto, los rescates generan grandes ingresos para los pocos afortunados que mantienen las ganancias durante los buenos tiempos y transfieren las píérdidas a los contribuyentes durante los malos tiempos.
En contraste con estas y otras políticas, la que Buffett critica —impuestos bajos sobre las ganancias de capitales— es algo beneficioso para la economía, incluso para los hogares de ingresos bajos.
Hay un acuerdo amplio entre economistas de que un sistema tributario eficiente debería evitar tributar la renta, los dividendos y las ganancias de capitales para promover el ahorro, la inversión y el crecimiento. Las tasas corporativas sobre las ganancias de capitales deberían por lo tanto ser bajas o incluso 0%. EE.UU. está lejos de este ideal, especialmente dada la alta tasa tributaria sobre el ingreso corporativo y la tributación adicional a nivel personal.
Buffett asegura que tributar las ganancias de capitales nunca ha resultado en que alguien no invierta. Bueno, entonces íél nunca ha discutido este asunto conmigo o muchos de mis amigos.
Todavía más importante es que el tributar los retornos sobre la inversión influye de manera importante quíé tipos de inversiones se realizan y dónde, incluso si es que el impuesto tiene efectos pequeños sobre las cantidades. Estas distorsiones en las decisiones de inversiones, inducidas por los impuestos, reducen el crecimiento económico. La tributación alta a los capitales de ganancias en EE.UU. espanta la inversión hacia el extranjero.
Así que elevar la tasa tributaria sobre las ganancias de capitales no hará que los ricos paguen su porción “justaâ€; esto promoverá la fuga de capitales, llevándose con ellos las fábricas y la innovación al extranjero. Los ricos todavía obtendrán sus retornos altos, pero los trabajadores estadounidenses tendrán menos trabajos y salarios más bajos.
Buffet se equivoca, principalmente al enfocarse en los resultados en lugar de las políticas públicas. La pregunta correcta es quíé políticas promueven las diferencias en ingresos que reflejan el trabajo arduo, la energía, la innovación y la creatividad, en lugar de recompensar lo que no es íético, a los que tienen conexiones políticas o a los que son expertos en impuestos.
En la economía, como en los deportes, deberíamos adoptar buenas reglas e insistir que la todos las obedezcan. Luego deberíamos apartarnos y aplaudir a los ganadores.