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Autor Tema: La gran evasión: el verdadero escándalo de los paraí­sos fiscales...  (Leído 274 veces)

OCIN

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Un tercio de los impuestos de los paí­ses en desarrollo va a los paraí­sos fiscales

La recaudación eficaz de impuestos no está entre las preocupaciones del Banco Mundial y otras agencias donantes

"Nigeria compró secadores de pelo a 3.800 dólares por unidad o reproductoras de casetes a 1.400 dólares"

Entre el 30 y el 40 por ciento de los impuestos que deberí­an recaudar los paí­ses en desarrollo terminan en paraí­sos fiscales. Esos pasajeros clandestinos suman cada año un billón de dólares a la fuga de capitales desde el mundo “pobre”. Las cifras se encuentran en el libro “La grande íévasion: le vrai scandale des paradis fiscaux” (La gran evasión: el verdadero escándalo de los paraí­sos fiscales), escrito por el periodista francíés Xavier Harel, del diario financiero La Tribune.
 
Pero el problema tambiíén afecta a las naciones industriales. En Francia solo cuatro de las 40 mayores empresas cumplen con el pago del impuesto de 33 por ciento a las ganancias corporativas.
 
En Gran Bretaña, dos tercios de las 700 corporaciones más grandes aportaron menos de 15 millones de dólares en impuestos a las ganancias entre 2005 y 2006, según la Oficina Nacional de Auditorí­a. El tercio restante simplemente no aportó al fisco por ese concepto.
 
Según Harel, los esquemas de “optimización impositiva” le cuestan a la Unión Europea unos 200.000 millones de euros (más de 268.000 millones de dólares) por año, dos veces el presupuesto de ese bloque de 27 paí­ses. Y al gobierno de Estados Unidos, unos 100.000 millones de dólares.
 
Esos regí­menes constituyen una trampa mortal para los sistemas fiscales africanos mediante la fijación de los precios de transferencia entre filiales locales de corporaciones transnacionales, dijo Harel en una entrevista exclusiva con IPS. Esas filiales pueden manipular los precios de transferencia con el fin de localizar las rentas en la jurisdicción que ofrezca mayores beneficios impositivos.
 
PREGUNTA: ¿La fuga de capitales de ífrica alcanzarí­a las dimensiones que tiene si no existieran los paraí­sos fiscales?

XAVIER HAREL: No se necesitan paraí­sos fiscales para sacar capitales usando la incorrecta fijación de los precios de transferencia. Sin embargo, para una subsidiaria de una empresa multinacional que produce, por decir algo, cobre en Zambia, es una gran tentación canalizar sus ingresos a travíés de paraí­sos fiscales.
 
Esto permite a las empresas localizar sus ganancias en esos paraí­sos, que por definición no cobran impuestos, y localizar los costos en los paí­ses donde se asienta la producción, minimizando allí­ los montos de ganancias imponibles.
 
Un informe de Raymond Baker, que dirige el instituto Global Financial Integrity, estima que la manipulación de los precios de transferencia representa entre 98.000 y 106.000 millones de dólares de píérdidas fiscales para los paí­ses en desarrollo.
 
P: La mayorí­a de las noticias sobre fuga de capitales en ífrica se refieren a los paí­ses petroleros, pero su libro pone ejemplos de todo el continente.

XH: Sí­. Encontríé una investigación de Simon Peck, un acadíémico que estudia esas prácticas con fines de evasión fiscal corporativa en el comercio entre ífrica y Estados Unidos, donde se citan una cantidad de casos interesantes.
 
Peck revisó registros aduaneros estadounidenses y halló, por ejemplo, secadores de pelo vendidos a Nigeria a 3.800 dólares por unidad o reproductoras de casetes a 1.400 dólares. O neumáticos exportados a Ghana que costaban 3.300 dólares cada uno.
 
PREGUNTA: ¿El Banco Mundial y otras agencias donantes y promotoras del desarrollo están conscientes de este problema?

XH: Parece que sus radares no lo detectan. Su mandato es financiar el desarrollo mediante proyectos, ya sea en infraestructura, salud o ambiente. Pero la recaudación eficaz de impuestos no está entre sus preocupaciones.
 
P: Su libro deja la sensación de que los sistemas impositivos de ífrica están completamente sobrepasados.

XH: Así­ es. Está más allá de sus capacidades tíécnicas y humanas hurgar en los libros contables de las corporaciones. Pero esto no es una sorpresa cuando en Francia, por ejemplo, la autoridad impositiva afirma que se las ve difí­ciles tratando de entender las declaraciones de rentas de las empresas que cotizan en la bolsa de valores de Parí­s. Los paí­ses con recursos limitados para recaudar impuestos difí­cilmente puedan descubrir los intrincados esquemas financieros que las multinacionales usan para evadir. Por lo que síé, ningún paí­s africano ha investigado alguna vez a una empresa por manipular los precios de transferencia y eludir al fisco.
 
P: Los paí­ses del Grupo de los 20 interesados en reformar el sistema financiero internacional se expresaron en duros tíérminos el año pasado contra los paraí­sos fiscales y se comprometieron a eliminarlos y a poner fin a la evasión. ¿Quíé ha pasado desde entonces?

XH: Hay dos formas de verlo. Uno podrí­a decir que el ataque coordinado a esos paraí­sos por parte de las 20 mayores economí­as del mundo fue iníédito. Habí­a clima para hacerlo cuando estallaron escándalos en Suiza y Lichtenstein, donde muchos contribuyentes europeos y estadounidenses escondí­an sus riquezas personales, mientras explotaban los díéficits fiscales nacionales con la crisis mundial. De pronto, la evasión se volvió intolerable y muchos gobiernos prometieron poner fin al secreto bancario.
 
Para evitar represalias, muchas de esas jurisdicciones se apresuraron a firmar compromisos para compartir información con otros paraí­sos fiscales. En teorí­a, firmar esos acuerdos con 12 paí­ses libera a un Estado de ser catalogado como paraí­so fiscal. Pero en la práctica, me cuesta imaginar a los servicios fiscales de Mónaco pidiendo información a los de Lichtenstein para saber si una persona debe o no pagar más impuestos.
 
Una forma de limitar la evasión corporativa es obligar a dar información, paí­s por paí­s, de los ingresos netos, las ganancias y los impuestos de las empresas. Pero cuando le preguntíé hace poco sobre esto al ministro de Finanzas de Francia, me miró perplejo y me dijo que nunca habí­a oí­do hablar del tema. Entonces, está claro que limitar la “optimización impositiva” de las grandes corporaciones no está en la agenda del gobierno francíés.
 
P: ¿Cómo fue recibido su libro?

XH: Muy bien, una parte de la prensa está interesada y me han invitado a hablar varias veces. No creo que el gobierno comparta ese entusiasmo, pero no me preocupa. Sin embargo, la investigación y las observaciones que cito, como el trabajo de Raymond Baker, son muy recientes. Son preocupaciones nuevas, y la mayorí­a de nuestros dirigentes no han oí­do hablar de ellas. Les va a costar encontrar el ríédito polí­tico de poner estos temas sobre la mesa. Estas cuestiones necesitan divulgarse entre el gran público, y eso llevará tiempo


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