Escaso críédito y, además, caro. Y todo ello en plena escalada de la tasa de morosidad. Así puede sintetizarse el estado actual de la financiación de la economía.
No es ninguna novedad. Lo relevante es que lejos de mejorar, empeora. Y lo hace de forma acelerada. Hasta el extremo de que los tipos de interíés que aplican las entidades de críédito a las nuevas operaciones se han disparado hasta el 4,19% en julio. Se trata de la tasa más alta desde marzo de 2009, en plena debacle del sistema financiero mundial, y lo que pone de relieve es el deterioro de la actividad crediticia en un contexto extremadamente difícil (cierre de los mercados mayoristas destinados a la financiación bancaria)
En el caso de los críéditos dirigidos a las familias, los tipos de interíés aplicados son sustancialmente más elevados que los encaminados a las empresas. En concreto, del 4,43%. Pero mientras que el precio del dinero ‘nuevo’ empleado en la adquisición de una vivienda se sitúa en el 3,58% (el nivel más alto en 28 meses), en el caso de las nuevas operaciones de consumo el tipo de interíés medio se dispara hasta el 7,10%.
Las empresas no han tenido mejor suerte. Y según los datos del Banco de España, el coste de financiación de los críéditos inferiores a un millón de euros ha subido hasta el 5,23%, mientras que los superiores a un millón de euros tienen un coste medio del 3,29%, el nivel más alto desde marzo de 2009. La diferencia estriba en que el repunte actual coincide en el tiempo con un deterioro intenso de los ratios de solvencia de la banca en tíérminos de morosidad.
Las cifras del banco central reflejan, en concreto, que la morosidad ha escalado hasta los 124.717 millones, lo que representa un 6,9% del críédito total del sector. Se trata del nivel más alto desde hace 16 años y para hacerse una idea de lo que supone hay que tener en cuenta que significa multiplicar casi por ocho los datos de 2007, al principio de la actual crisis del sistema financiero. Como consecuencia de ello, las provisiones destinadas a cubrir los críéditos dudosos o de difícil cobro han crecido hasta los 94.193 millones de euros, el triple que al comenzar la crisis.
No es, desde luego, ninguna novedad. El informe de junio del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre estabilidad financiera ya advertía del deterioro que sufrían los balances bancarios. Y en un apartado que realmente parecía destinado a describir la situación española advertía que “algunos bancos aún no han eliminado en forma suficiente los riesgos de sus balances, y eso ha generado una gran incertidumbre acerca de la calidad de los activos, en vista de la tenencia de activos heredados y las considerables exposiciones en el mercado inmobiliarioâ€.
El FMI, advierte
Y en línea con esa advertencia, el Fondo Monetario recomendaba a los países con sistemas financieros escasamente capitalizados (entre ellos España, como refleja el cuadro) que aceleraran “el ritmo de recapitalización para constituir reservas contra píérdidas de activos o shocks de liquidezâ€.
Es decir, antes del verano, el FMI ya anticipaba un escenario como el actual, en el que los mercados mayoristas están cerrados, los balances no están suficientemente saneados y la banca tiene problemas de capitalización. Precisamente lo que desveló hace unas semanas con el detalle de la cifra la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, quien dijo que la banca europea necesitaba unos 200.000 millones de euros para cubrir sus necesidades de recapitalización.
En el caso español, el incremento de la morosidad, y por lo tanto el deterioro de los fondos propios, se explica por las dificultades que tienen los bancos para reducir su exposición al mercado inmobiliario.
De hecho, los datos publicados ayer por el Banco de España reflejan que el endeudamiento total al sector inmobiliario continúa por encima de los 300.000 millones de euros. En concreto, 308.425 millones, lo que significa que desde el pico registrado en el segundo trimestre de 2009 (con un fuerte ajuste de la actividad) su exposición al ladrillo apenas ha descendido un 5%. Esto se debe a que las inmobiliarias sólo tienen recursos para atender los intereses, pero no el capital, lo que convierte el problema en estructural. La deuda apenas baja. A esos 308.425 millones que deben las inmobiliarias hay que sumar otros 105.489 millones que adeuda el sector de la construcción. En total, un increible 40% del Producto Interior Bruto.