Por... Beatriz De Majo C.
Estamos a menos de dos lustros del momento en que China podría sobrepasar a la economía americana en tamaño. Así lo piensa el profesor Arvind Subramanian, del Peterson Institute for International Economics.
China nos dará la sorpresa de su supremacía más temprano de lo previsto, e incluso, dependiendo de cómo se mida, pudiera ser que ya la del coloso asiático sea la más grande economía del planeta.
Lo que sí es claro es que para 2030, mientras el PIB de los Estados Unidos alcanzará 12% del global mundial, China ya sumará un 23% de ese total. Y los intercambios de China a escala planetaria serán el doble de la talla de los americanos.
La gravitación China en los asuntos del orbe será tan relevante como fue la de Gran Bretaña hace un siglo o la de Estados Unidos en los años 70. Si Subramanian acertara en sus cálculos, el eje de la influencia económica internacional habrá migrado de los Estados Unidos para ubicarse en el seno de su socio asiático, dejando a los multipolaristas con los crespos hechos, en la espera de un mundo ideal en el que deberían convivir múltiples líderes equiparables en talla. Pues no, China los habrá sobrepasado a todos.
Las proyecciones del acadíémico toman en cuenta el impacto del frenazo que la actual crisis de los mercados y la recesión de Estados Unidos y la Unión Europea tendrán en las cifras que se cocinan en Beijing. China podría crecer en los próximos 20 años a una tasa que es 3,3% menos que lo que creció en las dos últimas gloriosas díécadas de su desenfreno económico, pero aun así, el país podría exhibir un muy honroso promedio de 5,5 % de expansión hasta 2030.
Y si esto lo contrastamos con el promedio de 1,7% de crecimiento que pudieran recuperar los Estados Unidos en esos mismo 20 años, es lógico pensar que Amíérica caerá por debajo de la potencia asiática en talla en menos tiempo del anticipado.
No debe ser motivo de inquietud para el mundo libre, sin embargo, la desproporción de dimensiones que está en camino de fraguarse en la medida en que el gigante crece y crece y arropa con su tamaño a todos los otros grandes de la escena global. Porque no es lo mismo ser el más grande que ser el más rico, el más eficiente o el verdadero pivote mundial. En el camino acelerado hacia su supremacía en tamaño, China habrá de vencer serios escollos a lo interno: la democratización de la expansión, la incorporación de la China rural al despegue económico, el envejecimiento de su población, la instauración y respeto de las libertades.
Es que la talla comporta exigencias dentro del entorno global en el que se moverán los sucesores de Hu Jintao.
El prematuro liderazgo internacional impone una mayor dosis de equidad interna y para 2030 China gozará apenas de la mitad del estándar de vida de los americanos del momento y apenas alcanzará el de los europeos de hoy.
Y un hegemón requiere igualmente de instituciones sólidas que sustenten y equilibren el poder, lo que aún China no tiene en el horizonte.
Es evidente que un país que alcanzó y mantuvo su cenit y su espiral de crecimiento gracias al libre mercado y a la apertura económica, hará poco por imponer desde su posición dominante un modelo diferente al que lo benefició nítidamente. Al menos eso debemos esperar.