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El Zorro pide la Autodeterminación al Bosque

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Zorro:
El Zorro pide la Autodeterminación al Bosque

        
Aquel dí­a el Zorro amaneció cabreado, muy cabreado, los demás habitantes del Bosque no estaban respetando los limites de sus dominios,  y cualquiera dejaba su rastro dentro de su territorio. El Zorro estaba decidido a cortar por lo sano, pedirí­a la Autodeterminación. Querí­a gestionar el mismo su territorio. Ya estaba bien de tantas actitudes irrespetuosas, y de tantas gamberradas. Con la Autodeterminación, decidirí­a íél, solo íél, quiíén podrí­a pasar por allí­.

- Lo que hay que aguantar, decí­a, históricamente llevamos viviendo en estas tierras cientos, sino miles, de años. Y ahora con esto de la migración y la inmigración, cualquiera campa a sus anchas por aquí­.

Incluso los Humanos habí­an repoblado el Bosque con distintas especies traí­das de lejanas tierras.
- Por lo que se ve, pensaba el raposo, cualquiera venido de fuera va a tener los mismos derechos que yo, e incluso más. Pues me niego, pediríé la Autodeterminación, y gestionaríé yo, desde luego mejor que esos catetos irresponsables.

Y allá se fue, a ver al Consejo del Bosque, presidido por su viejo amigo el Búho. El Zorro llevaba todos los papeles en regla: declaraciones, posesión histórica, referíéndum de todos los zorros, etc., etc.

- Queremos ser un Bosque asociado, exigí­a al Consejo, y si algunos de los Bosques limí­trofes quieren unirse, los acogeremos con gran alegrí­a. Vamos a ser una gran Nación Zorra, democrática, libre. Nuestro idioma será el zorríés, ya estamos cansados que a nuestras crí­as se les adiestre con los idiomas  que se sacan algunos de el baúl de los recuerdos. Protegeremos nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra lengua. Conviviremos en paz con los demás, en un trato de tú a tú, sin servilismos.

El Consejo, no daba críédito, el Búho, como Presidente, tomó la palabra:

- Todos sabemos que tienes motivos para estar cabreado Zorro, pero creemos que tu determinación es un tanto exagerada. Aquí­ en el Bosque todos los habitantes te respetan, y si alguno, o quizá las crí­as de muchos de nosotros, te han molestado, achácalo a la juventud e inexperiencia. “Piensa que el Bosque en su concepción divina es un conjunto de vida, en la que todos los habitantes nos necesitamos, si tratas de separar algo de íél, romperás el ecosistema, creando desequilibrios de consecuencias desconocidas.
- Muy bonitas palabras Búho, y ya sabes que te aprecio, pero no me convences. Todas las formas de vida nacen libres, y nosotros los zorros, hemos ido a referíéndum, y por unanimidad, decidimos ser una Nación, asociada, libre y soberana.
- Bueno, bueno, tu verás no vamos a hacer una guerra de esto. De acuerdo, pero piensa que tus inversiones se tratarán como extranjeras. 
- ¡Gracias Búho!, ¡que ilusión!, y cuantos años voy a estar exento de pagar impuestos. ¿Cómo los chinos, o más?, ja, ja, ja.
- No te rí­as Zorro, los problemas vendrán despuíés.
- Por mi parte no habrá ninguno si respetáis los limites territoriales de nuestra vieja, joven Nación.
-Los respetaremos Zorro, y tú respeta nuestros Bosques Unidos.
- Adiós Búho.
- Adiós Zorro”.

En unas cuantas semanas la nueva Nación se puso a andar. El Consejo, presidido por el Zorro, decidí­a los primeras Leyes.

- Lo primero es limitar el territorio, ordenaba el Zorro: 

Una gran manada partió para delimitar las tierras. Luego, importantí­simo para el Zorro, la educación de las crí­as,  todos estaban cansados de que los cachorros de los demás estuviesen tan mal educados. Disciplina, orden, educación, control, volvemos a los viejos valores. Que los jóvenes sepan lo que vale un buen bocado de gallina. Que sepan como cazar, como ganarse el respeto de los otros zorros. Como ser independientes.

- Bien, le decí­a un hermano suyo, bien, ¿y que idioma hablaremos?.
- El zorríés.
- ¿El zorríés, hermano?.
- Si, ¿por quíé lo preguntas?.
- Es que es un idioma ya en desuso, solo lo hablan los nostálgicos, y algún que otro pseudointelectual.
- Pero históricamente es el idioma de los zorros, y hay que recuperar las costumbres perdidas.
- Por ese sistema Zorro, tendrí­amos que prescindir de todos los adelantos de los últimos 200 años.
- No, querido hermano, para crear una nueva Nación, no necesitas prescindir de los adelantos, solo tienes que recuperar ciertos atrasos, y convencer a la mayorí­a de que es lo mejor. Para que vuelva a ponerse de moda el zorríés solo necesitamos una gran estructura propagandí­stica, y, claro está, obligar a aprenderlo, y si hace falta, prohibiremos las otras lenguas. Los zorros somos unos seres superiores, y necesitamos estar libres de la contaminación intelectual de los restantes habitantes de los Bosques.
- Si tú lo dices, así­ se hará hermano.

Ya estaban  muy avanzadas las Leyes básicas de la joven Nación, cuando se percataron de la necesidad de organizar un mercado financiero. Una Bolsa en la que los valores se negociaran libre y ordenadamente. Y ahí­ surgió la primera dificultad, el Zorro se percató de que con las diez empresas que tení­an su sede en el nuevo estado, no se crearí­a un mercado atractivo para los inversores. Le estuvo dando vueltas y más vueltas. Y por fin!, decidió ir hablar con el Búho.
El Zorro llegó al atardecer la hora ideal para coger al Búho en su guarida.

- ¡Búho!. ¡Búho!, llamaba el Zorro, ¿estás en casa?.
- Si, ¿quiíén es?. Vaya!, si es el nuevo Presidente de la Nación vecina. ¿A que se debe tal honor Presidente Zorro?.
- Venga Búho, venga, no te cachondees. Tengo un problema con los mercados de capitales y necesitarí­a que estos funcionasen con los vuestros.
- Vaya, vaya,¡ la joven Nación ya necesita ayuda de los demás!.
- Solo en esto Búho, nuestro mercado, en caso de crearlo, tendrí­a unas  dimensiones ridí­culas. Y creemos que es más lógico que siga como está.
- Bueno Zorro, lo tendríé que someter al Consejo, ya hablaremos.
- Gracias Búho, ya dirás, adiós.
- Adiós Sr. Presidente, je, je, je.

El Zorro se fue alejando del hogar de Búho, y lentamente se aproximaba a los dominios de los vulpes-vulpes.  Nada más entrar, un sobrino le entregó un montón de papeles.

- ¿Quíé es esto sobrino?.
- Mi solicitud de Autodeterminación, tí­o.
- ¿Cómo?.
- Si tí­o, no estoy de acuerdo con las nuevas Leyes que habíéis aprobado. Y acogiíéndome a los valores históricos, y al derecho que cada uno tiene a elegir, voy a crear una nueva Nación, asociada a la vuestra, la llamaríé Zorrostra.
- Pero no puedes sobrino, “¿cómo que no tio?. ¿Acaso la independencia es solo para ricos?, ¿depende del tamaño del terreno que tengas?.
- No sobrino, no.

- Bien, en ese caso, nosotros tambiíén crearemos una nueva Nación.
- Hablaríé con tu padre para impedirlo, esto serí­a la división de los zorros, el fin la Nación Zorra. - Pues pese a quiíén pese, así­ será tí­o, las urnas han hablado y en referíéndum hemos decidido mi familia y yo independizarnos.
- ¡Me habíéis abierto los ojos!”, ¿para quíé necesito que algún enfermo me diga lo que tengo que hacer?, ¿por quíé voy a aguantar tantas tonterí­as de los polí­ticos?.Ya decidiríé yo, lo que más me conviene. Si quiero fumar, ya fumaríé, y si quiero hablar el esperanto, ya lo hablaríé. Ya gastaríé el dinero en lo que mejor crea conveniente. íšltimamente, en nombre de la libertad, y de la democracia, habíéis hecho demasiadas fechorí­as. Y lo peor, es que sois vosotros los que dictáis las Leyes.  Nosotros vamos a partir de cero, y ya iremos viendo.

- Bien sobrino, si no puedo hacer nada, os deseo lo mejor, y  sabes lo que te digo.
- ¿Quíé tí­o?,  ¡llíévame contigo!. Creo que en la nueva Nación mi libertad como individuo está en peligro, y por otra parte, no me apetece aprender el zorríés.
- Ay tí­o!, como eres!, venga, vamos anda, si yo ya sabí­a que tú eras tan amante de la Libertad que no dejarí­as que el Poder, incluso el ejercido por ti, anulará una mente tan libre”.


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