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Autor Tema: El agua de Quimsacocha, entre la codicia y la vida...  (Leído 241 veces)

OCIN

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El agua de Quimsacocha, entre la codicia y la vida...
« en: Noviembre 05, 2011, 10:59:40 am »
Por...  Alberto Acosta,  William Sacher

 
“La minerí­a es fundamental para la era moderna. Sin ella regresamos a la íépoca de las cavernas. No podemos caer en la irresponsabilidad de ser mendigos sentados en un saco de oro. La minerí­a correctamente manejada es positiva”.
 
Rafael Correa, presidente de Ecuador
Quimsacocha, 25 de octubre del 2011


 
¿Puede ser sustentable la minerí­a?, es la pregunta de fondo. La respuesta es fácil. Definitivamente no. En ninguna parte del planeta hay una minerí­a “sustentable”. Esto no debe sorprender. Por definición la explotación de recursos no renovables no es sustentable. Un proceso extractivista es sustentable cuando puede mantenerse en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca la escasez de los recursos existentes.[1] Sostener lo contrario es practicar un discurso distorsionador.
 
Es justamente ese discurso, que promete una “minerí­a sustentable”, diseñado por las grandes transnacionales mineras, en el marco de la Iniciativa Minera Global (Global Mining Initiative), hace más de 10 años, el que despliega el gobierno del presidente Rafael Correa.
 
En el Plan Nacional de Desarrollo del Sector Minero 2011-2015 se ha asumido este mensaje transnacional. Allí­ se ofrece generar “condiciones de desarrollo sustentable” en la actividad minera a gran escala. Se dice solemnemente, entre otras muchas promesas incumplibles, que esta actividad contribuirí­a a “la distribución equitativa de sus beneficios, generando nuevas zonas de desarrollo y contribuyendo al modelo del Buen Vivir.”
 
¿Es posible creer en una megaminerí­a bien hecha que no ocasione severos impactos ambientales y sociales y que, además, se constituya en la senda para el Buen Vivir? Por supuesto que no. La realidad contradice esta afirmación, que no pasa de ser una burda manipulación.
 
La megaminerí­a a la luz de la realidad
 
El examen de la minerí­a industrial alrededor del planeta evidencia un sinnúmero de daños y destrucciones múltiples e irreversibles de la Naturaleza. Por igual son incontables las tragedias humanas, tanto como la destrucción de las potencialidades culturales de muchos pueblos. En el ámbito económico la situación tampoco es mejor. Los paí­ses de Amíérica Latina, ífrica y Asia cuyas economí­as dependen fundamentalmente de recursos minerales o petroleros, no saldrán de la pobreza.
 
La explotación minera industrial moderna implica la extracción masiva -y en un tiempo muy corto-, de la mayor cantidad posible de recursos minerales; recursos que se han formado en procesos de muy larga duración, a escalas tectónicas. En la actualidad, los sitios de alta concentración mineral se van agotando. Sin embargo, los elevados precios del mercado mundial permiten que la explotación minera sea rentable aún en los yacimientos en donde el mineral es escaso. De allí­ el carácter sumamente destructivo de la minerí­a del siglo XXI. Para hacer producir estos yacimientos, es necesario aplicar una minerí­a industrial de gran escala, con uso masivo de quí­micos a veces sumamente tóxicos, el consumo abundante de agua y la acumulación de grandes cantidades de desechos. Esta es la sí­ntesis de la megaminerí­a que se avizora en Ecuador.
 
Este gigantismo provoca la generación de impactos ambientales enormes. A menudo, los efectos nocivos se observan ya en la fase de exploración. Sin embargo, cuando arranca la explotación la megaminerí­a muestra su rostro de monstruo depredador: se abren gigantescos hoyos o túneles en la Madre Tierra y se usan quí­micos tóxicos para procesar los minerales extraí­dos a raí­z de los cuales se registran invariablemente daños ecológicos irreversibles. La movilización del material extraí­do afecta grandes extensiones de territorio.
 
El agua entre el negocio minero y la vida
 
La contaminación minera es particularmente devastadora para el agua. El agua termina por ser inutilizable para el consumo humano y para la agricultura. Si bien estas consecuencias se dan en un grado variable según el tamaño de la explotación y las tíécnicas empleadas, siempre se produce una contaminación a gran escala de las aguas de superficie y subterráneas, por drenaje ácido de roca y con sustancias tóxicas, incluyendo metales pesados como el arsíénico, plomo, cadmio, cromo, cianuro y mercurio, e incluso sustancias radiactivas.
 
El drenaje ácido de roca es un fenómeno que puede darse desde el inicio de la mina y durar por decenas e incluso miles de años, y es particularmente destructor para los ecosistemas. Esta forma de contaminación ocurre cuando las aguas de lluvia, o aún el aire, entran en contacto con las rocas que han sido desplazadas desde el subsuelo hacia la superficie y acumuladas en las escombreras, en los cráteres de las minas a cielo abierto o en los diques de desechos de la mina. Generalmente, existe un alto riesgo de que se produzca una oxidación de las rocas sulfurosas por la lluvia o el aire húmedo, que terminan por provocar una acidificación inusual de las aguas que corren sobre estas rocas. Son muchos los casos alrededor del planeta en los que todas estas formas de contaminación afectaron a ecosistemas enteros, particularmente a la vida acuática, provocando la desaparición de especies enteras de peces.
 
En el Ecuador, la mayorí­a de los yacimientos mineros por ser explotados estarí­an particularmente expuestos a este problema porque contienen rocas sulfurosas, conocidas por generar drenaje ácido.
 
La contaminación de las fuentes de agua provoca además un conjunto de impactos directos e indirectos en tíérminos de salud pública, como enfermedades degenerativas, enfermedades de la piel, etc. Una vez que los metales pesados provenientes de las minas entran a la cadena alimenticia, permanecen allí­. Estas sustancias se acumulan en los peces y otras especies que absorben dichos metales. Al alimentarse de estas especies, los seres humanos acumulan tambiíén estas sustancias en su cuerpo. Las poblaciones más vulnerables a la acumulación de metales pesados son niños, niñas y mujeres embarazadas.
 
Cabe señalar que la misma empresa Iamgold, propietaria del proyecto Quimsacocha, ha sido acusada de haber contaminado las fuentes de aguas alrededor de su proyecto africano de Yatela en Malí­, un paí­s subsahariano que abrió la puerta a la gran minerí­a al fin del los años 90. Allí­, según un informe gubernamental, se ha observado tasas anormales de abortos espontáneos en las comunidades aledañas.
 
La escala de esta devastación está í­ntimamente vinculada a las dimensiones de las minas y de su voracidad en tíérminos de energí­a y de agua. La minerí­a industrial moderna requiere enormes cantidades de agua para su funcionamiento. Para extraer una onza de oro (una cantidad apenas más grande que un anillo) se demanda un promedio de 7 a 8 mil litros de agua. Para producir una tonelada de cobre se emplea entre 30 y 500 mil litros de agua. Luego de ser utilizado en la minerí­a, el lí­quido vital queda irremediablemente contaminado; es decir inutilizable para el consumo humano y para la producción de alimentos.
 
Las enormes cantidades de desechos que dejan las minas industriales modernas son igualmente responsables de la contaminación a gran escala de las redes hidrográficas. Para darse cuenta de este gigantismo, cabe citar el ejemplo de Canadá, el lí­der mundial del sector minero: en este paí­s, la industria minera genera 60 veces más desechos que todas las ciudades del paí­s reunidas.
 
A escala mundial, la producción de una tonelada de cobre puro implica un promedio de 500 toneladas de desechos (tierra estíéril, escombros y otros desechos mineros). En el caso del oro, las proporciones son todaví­a más espeluznantes: la producción de una onza de oro implica un promedio de 20 a 60 toneladas de desechos sólidos, mientras que en ciertos casos, esta cifra puede subir hasta más de 400 toneladas.
 
En el Ecuador, los proyectos vigentes son fieles a este gigantismo. Para producir un total de 208.800 toneladas de concentrado de cobre, el proyecto minero a cielo abierto Mirador de la empresa ECSA (de capitales chinos) en la Cordillera del Cóndor producirá al menos 326 millones de toneladas de desechos durante la vida de la mina. Esta cantidad representa un volumen correspondiente a más de 4 Panecillos, ¡y es comparable a la recolección de basura de la ciudad de Cuenca por casi 5000 años! Según estimaciones prudentes realizadas por expertos japoneses, la explotación a cielo abierto del yacimiento de Juní­n en íntag implicarí­a la ocupación de 600 hectáreas solo para las escombreras, y 200 hectáreas para los diques de colas.
 
Cabe señalar que estas grandes cantidades de desechos mineros, al ser acumulados durante muchos años, representan una amenaza para las generaciones actuales y futuras. Son frecuentes los casos de derrames accidentales de desechos tóxicos alrededor del mundo los cuales llevaron a catástrofes ecológicas, económicas y sociales. En el Ecuador, existe un riesgo muy fuerte que se den estos tipos de accidentes a raí­z de la alta sismicidad y de las fuertes precipitaciones que se registran en el paí­s, las cuales podrí­an llevar a la ruptura de los diques de colas.
 
En el caso del Ecuador, estas contaminaciones del agua serán mucho más graves en áreas geográficas caracterizadas por altas precipitaciones y normalmente ricas en biodiversidad, como es el caso de Intag o particularmente la Cordillera del Cóndor en donde se encuentran los mega-proyectos Mirador, Fruta del Norte y Panantza San Carlos. Tambiíén son particularmente sensibles las áreas de páramo, zonas de formación de las fuentes de agua del paí­s. Recuíérdese que el 12,5% de las zonas de páramo del paí­s ya está concesionado.
 
Asedio al agua de Quimsacocha
 
En Quimsacocha, en donde la actividad será subterránea, se estima que cada dí­a se moverán 3.000 toneladas de material; un volumen equivalente a 15 veces el de la recolección diaria de basura de la Ciudad de Cuenca. Si bien es cierto que la minerí­a subterránea no implica una desfiguración tan grande del paisaje, al remover grandes cantidades de roca, provoca los mismos impactos nocivos sobre el ambiente como lo hace la minerí­a a cielo abierto.
 
Por todo ello, se puede concluir que es altamente probable que rí­os y acuí­feros queden irreversiblemente contaminados si se explota el yacimiento de oro en Quimsacocha. Esto preocupa. La zona del proyecto minero se encuentra precisamente en una de las principales fuentes de agua de la ciudad de Cuenca y de muchas otras poblaciones aledañas, cuyos habitantes, con justa razón, protestan en contra de esta actividad. Los moradores pueden respaldarse en el Informe UAIE 0036-2009 de la Contralorí­a General del Estado, que estableció que estas “concesiones mineras afectarí­an la calidad y cantidad del agua en la cuenca del Rí­o Yanuncay", que abastece a la Planta de Tratamiento de Agua Potable SUSTAG de ETAPA.
 
En estas circunstancias, resulta una falacia decir que la explotación en Quimsacocha “no contaminará las fuentes de agua que alimentan a Cuenca”, como afirmó el 25 de octubre del presente año el presidente Correa, cuando llegó a dicha zona protegido por cientos de soldados y policí­as.
 
Es obvio que en estas zonas de formación de fuentes de agua, como en Quimsacocha, los impactos sobre el lí­quido vital son en extremo nocivos. Eso explica porque, con sobrados argumentos el Concejo Cantonal de Cuenca rechazó, el 22 de septiembre del 2011, los proyectos mineros de Quimsacocha y Rio Blanco; proyectos en los que, además, no se ha dado la consulta previa.
 
Por supuesto, las empresas mineras y los gobiernos cómplices de sus intereses, aupados por la gran prensa que lucra de la publicidad de la minerí­a, siempre dirán que el agua contaminada se puede tratar, que el “agua terminará más limpia” despuíés de haber servido a la extracción de los metales, y que los otros problemas ambientales tambiíén podrán ser manejados con las nuevas tecnologí­as.
 
En su prepotencia (y en algunos casos ignorancia) nunca reconocerán que es imposible controlar totalmente el impacto y el camino que tomarán los desechos mineros. Tampoco aceptarán que los efectos de la contaminación provocada por metales pesados y el drenaje ácido de roca perduran durante siglos, y a veces, milenios, ¿quíé empresa puede garantizar el tratamiento del agua durante siglos?
 
Las empresas basan sus afirmaciones sobre la premisa que la tíécnica moderna y la ciencia actual son capaces de diagnosticar, prever y controlar todos los impactos que la minerí­a a gran escala puede provocar. La creencia ciega en la capacidad de la ciencia y la tecnologí­a están muy arraigadas en el imaginario occidental moderno. A esta creencia ingenua, basta oponer la realidad y historia recientes de la megaminerí­a en el mundo, que demuestran hasta la saciedad cuáles son sus enormes y nocivos impactos sobre la Naturaleza y la vida de los seres humanos.
 
Las alegres cuentas de la megaminerí­a
 
En Ecuador, en sí­ntesis, los grandes proyectos mineros amenazan con contaminar regiones de alta biodiversidad, de las más densas en biodiversidad del planeta, y fuentes de agua para el Ecuador y los paí­ses vecinos. En efecto, el agua transporta muy bien los contaminantes y los impactos se esparcirí­an hacia otras zonas. Y todo esto sin considerar los graves impactos sociales que conlleva esta mega actividad extractivista.
 
Es preciso recordar que normalmente las empresas transnacionales y los gobiernos cómplices destacan exclusivamente los “enormes” montos de reservas mineras existentes, transformados a valores monetarios. La Cámara de Minerí­a del Ecuador habla de más de 115 mil millones de dólares en los proyectos estratíégicos. Con estas cifras, en general altamente exageradas, se quiere sensibilizar a la opinión pública a favor de la minerí­a.
 
No importa que no sea real el potencial minero existente. Eso lo dice Pablo Duque, jefe del departamento de geologí­a, de la Escuela Politíécnica Nacional, uno de los mayores conocedores de la realidad minerí­a del paí­s. Duque es categórico: “Se parte de una premisa falsa de que el Ecuador tiene un gran potencial minero”. Y por esa misma razón, este geólogo recomienda la pequeña minerí­a en lugar de la megaminerí­a.
 
Dejemos por el momento este debate para los geólogos. Hablemos de las supuestas ventajas en tíérminos económicos que justificarí­an tanta destrucción. En efecto, una vez extraí­dos los metales del subsuelo, habrí­a que preguntarse cuánto realmente le quedará al Estado. En cuanto a las regalí­as y los impuestos, aun si el gobierno tiene toda la voluntad de recaudarlos, las grandes empresas mineras son campeonas en eludir o evadir el pago de tributos, a travíés de los llamados paraí­sos fiscales. Es sin duda con este objetivo que varias empresas transnacionales presentes en el Ecuador usan subsidiarias registradas en paraí­sos fiscales notorios como las Islas Caimán o las Islas Ví­rgenes. Es precisamente el caso de la empresa canadiense Iamgold, propietaria del proyecto Quimsacocha. La empresa matriz de Toronto es propietaria de Iamgold Ecuador S.A a travíés de una subsidiaria intermediaria, la Iamgold South American Corporation, una empresa registrada en otro paraí­so fiscal: los Barbados.
 
Además, las minas ecuatorianas producirán el metal en forma gruesa, es decir con impurezas. Por ejemplo, el concentrado de cobre producido en Mirador tendrá aproximadamente 30% de cobre, 60% de otros minerales y 10% de agua. Debido a que el Ecuador no tiene refinerí­as de metales, el proceso de refinamiento se hará en el exterior, en donde quedará la mayor parte de las ganancias.
 
A lo anterior habrí­a que incorporar los llamados costos ocultos -ambientales y sociales-, por ejemplo el valor económico de la contaminación. Existen estudios de los Estados Unidos y Canadá, que estiman que la remediación de los desechos mineros de minas abandonadas costarí­a entre 5 y 67 dólares la tonelada de material removido. Hagamos el cálculo para el proyecto Mirador, de la empresa ECSA, en la Cordillera del Cóndor: se prevíé procesar al menos 326 millones de toneladas de material, lo que significarí­a un costo de remediación de entre 1.630 millones y 21.840 millones de dólares. Cabe recordar que los ingresos que obtendrí­a el Estado por concepto de regalí­as en Mirador se calcula en aproximadamente 700 millones de dólares, una cantidad mucho menor al costo de remediación. De esto se desprende por quíé las empresas no quieren hacerse cargo de esta etapa de remediación.
 
Estos son contabilidades económicas que normalmente no aparecen en los proyectos y que las empresas transfieren invariablemente a la sociedad; recuíérdese la devastación petrolera en el nororiente de la Amazoní­a, provocada por la compañí­a Chevron-Texaco.
 
Tambiíén deberí­an entrar en la lista de costos los denominados “subsidios perversos”, que se expresan a travíés de la entrega de energí­a a precios menores, agua sin costo o con costo reducido, e inclusive infraestructura de transporte.
 
¿Se han presentado estas evaluaciones?  No. Probablemente porque el asumir estos costos disminuirí­a notablemente la rentabilidad de las empresas y se pondrí­a en evidencia los magros beneficios para el Estado.
 
¿Megaminerí­a o Buen Vivir? ¡Esa es la cuestión!
 
En Ecuador, como sucede en muchos paí­ses del mundo, la minerí­a industrial dejará rí­os muertos, cordilleras deforestadas, comunidades en conflicto, enfermedades, violaciones de Derechos Humanos y de Derechos de la Naturaleza, ejíércitos de desempleados, así­ como campesinos e indí­genas sin tierras.
 
Además, la megaminerí­a fortalecerá las raí­ces violentas y autoritarias del extractivismo. Es decir, la explotación de este tipo de bienes naturales genera graves tensiones sociales en las regiones en donde se realiza. Los impactos económicos y sociales provocan la división de las comunidades, las peleas entre ellas y dentro de las familias, la violencia intrafamiliar, la violación de derechos comunitarios y humanos, los incrementos de la delincuencia e inseguridad, el tráfico de tierras, etc. Adicionalmente, las grandes tensiones sociales en las regiones crecen a travíés de otras formas perversas de dominación que se producen cuando, por ejemplo, se conforman empresas extractivistas en las que participan grupos indí­genas para explotar estos recursos naturales no renovables en zonas conflictivas. Este tipo de situaciones aumenta la confusión de los pueblos y genera más rupturas internas.
 
La violencia aflora incluso cuando los gobiernos, incluso aquellos autoproclamados y equivocadamente considerados como progresistas, como en el caso de Ecuador, criminalizan la protesta popular que emerge en contra de las actividades extractivistas, con el único fin de garantizarlas… para poder reducir la pobreza, como justifica el mensaje oficial. Objetivo que, por lo demás, no se consigue forzando el extractivismo. Con sus declaraciones, de que “no podemos caer en la irresponsabilidad de ser mendigos sentados en un saco de oro”, el presidente Correa demostró que mantiene la ilusión del extractivismo, impuesto desde la colonia y plasmado figurativamente en los mismos tíérminos hace dos siglos, poco antes del inicio de la República, por el cíélebre cientí­fico alemán Alexander von Humboldt.[2]
 
En suma, como contracara de las violencias múltiples, la lista de represiones atadas al extractivismo es larga. Este podrí­a ser uno de los telones de fondo de la historia de nuestros pueblos, que se inició hace ya más de quinientos años, cuando se inauguró esta modalidad de acumulación extractivista que nos condenó a la pobreza.
 
La minerí­a a gran escala, que no quepa la menor duda, no contribuye a la construcción del Buen Vivir.-
 
 
- Alberto Acosto: economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Ministro de Energí­a y Minas. Presidente de la Asamblea Constituyente.
- William Sacher: PhD en ciencias atmosfíéricas y oceánicas. Investigador del colectivo de autores acadíémicos Recursos de ífrica, Montreal, Canadá.

 


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[1]Desarrollo sustentable es, entonces, aquel proceso que permite satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras. Para la construcción del Buen Vivir hay que ir incluso mucho más allá del desarrollo sustentable, hay que asumir a la Naturaleza como sujeto de derechos, tal como dispone la Constitución de Montecristi.
[2]Cuando Alejandro von Humboldt llegó a lo que hoy es Ecuador, en su histórico recorrido por tierras americanas, hace más de doscientos años, se quedó maravillado por la geografí­a, la flora y la fauna de la región. Cuentan que veí­a a sus habitantes como si fueran mendigos sentados sobre un saco de oro, refiriíéndose a sus inconmensurables riquezas naturales no aprovechadas. Desde entonces, apegados a esta visión, tal como ya lo hicieron los españoles cuando conquistaron estas tierras, una y otra vez los gobiernos del Ecuador han pretendido extraer los tesoros existentes en dicho saco…


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...