Por... Jesús Hernández
Muchos viajamos para conocer otras culturas, otros van en busca de diversión y tambiíén están los que andan a la caza de un buen hotel. Mejor aún si es uno de gran aspecto, historia y buen servicio. Tres factores que quiero resumir en estos tres hoteles que lograron impresionarme y quisiera visitar otra vez.
Chí¢teau Frontenac
A Ville de Quíébec le va muy bien el velo de romanticismo que dejaron los franceses. Una esbelta ciudad con aire provinciano que descansa sobre un gran risco que mira al río San Lorenzo. Singular enclave amurallado que cuenta con una amplia oferta de antiguas casas de huíéspedes, otras contemporáneas o modernas, así como hoteles mayores y menores para todos los gustos y bolsillos. Sin embargo, hago íénfasis en la mole del Chí¢teau Frontenac. Un impresionante complejo arquitectónico, construido a finales del siglo XIX, engalanado por torres, torrecillas y techados piramidales, así como otros elementos típicos de la arquitectura chí¢teau, que rememora la construcción feudal del viejo reino galo. Lugar donde Alfred Hitchcock rodó el filme Yo confieso hace casi 60 años.
El inmueble es un cinco estrella muy bien condicionado con restaurante de alta cocina, pianobar, terraza y galerías repletas de boutiques. Entorno matizado por el tono medio oscuro de la caoba que cubre buena parte de las paredes y la luz tenue de las lámparas que semejan aquellas que fueron de aceite. Ambiente único que permite imaginar cómo fueron aquellos tiempos de la vieja íépoca francesa provinciana. Sentir y elegancia que igualmente aplican a cada una de las 618 habitaciones que conforman el hotel, desde donde puedes apreciar una amplia vista de la ciudad o el ancho río que busca el ocíéano. Información detallada que puedes obtener bajo la dirección Fairmont.com/Frontenac en Internet.
Parador de Almagro
De amarillos y verdes están teñidos los campos de Castilla La Mancha en España y en medio de todo descansa Almagro. Un pueblo cuya mayor atracción radica precisamente en la tranquilidad de sus calles y sobrias fachadas muy bien cuidadas.
En Almagro hay hostales y posadas bien acondicionadas. Sin embargo, hay uno que sobresale por su esplendor y solemnidad. Enclavado en el antiguo Convento de San Francisco, construido en 1596, el Parador de Almagro denota la quietud impecable que sólo encontramos en lugares consagrados. Una admirable edificación que alberga largos pasillos con vista a catorce jardines interiores y de cuyas paredes cuelga una extraordinaria colección de arte pictórico antiguo que sería la envidia de cualquier museo.
Los dormitorios conservan el estado único de quietud de antaño, aún cuando los aposentos de las monjas fueron restaurados con el confort que las religiosas no imaginaron (amplios baños, televisión, telíéfono e incluso internet inalámbrico. Entorno reforzado por la presencia de unos muebles laboriosamente confeccionados en rica madera, grandes aldabas de hierro en color negro que sujetan las viejas puertas y paredes con tenues celosías que permiten visualizar el entorno de las antiguas ocupantes.
Incluso el restaurante y salón de desayuno, antiguo comedor del convento, sugiere un antiquísimo entorno con amplias paredes pintadas en blanco y techos rematados con vigas de oscura madera. Todo esto sustentado por un suculento menú que ofrece platos muy regionales con un toque de modernidad. En el portal ciberníético Paradores.es puede obtener toda la información necesaria.
Castillo de Lumley
Campo adentro en Inglaterra, donde el viento aún huele a historias de caballeros y espadas, está el Castillo de Lumley con sus 600 años a cuestas muy cerca de Durham. Una inmensa edificación que hoy alberga un fastuoso hotel con amplios salones, jardines y 59 habitaciones. Cada una de ellas cuán diferente. Exponentes del vivir cotidiano de la nobleza inglesa. Altas camas con dosel, paredes cubiertas con cuadros al óleo muy antiguos y baños que sorprenden con viejas bañeras tras la puerta de un armario. Una conmovedora edificación que no olvida sus viejas leyendas de amor, horror y fantasmas.
Cuentan que Lily of Lumley, la esposa del muy distinguido Sir Ralph Lumley, era, al igual que su marido, fiel devota de la iglesia cristiana reformista. Un día, durante la ausencia del esposo, dos sacerdotes trataron de inducir a la noble señora a la religión católica. Ella se resistió y los curas, preocupados por salvar su alma, optaron por quitarle la vida y tirarla al pozo de agua que perdura dentro del gran inmueble. Lugar desde donde muchos aseguran emerge el alma plácida de la mujer que recorre los largos pasillos del viejo castillo cada noche. Estancia que puedes completar con una visita a la vieja ciudad de Durham donde persiste una impresionante catedral estilo nórdico con influencias góticas que data de 1093, justo al lado de un castillo construido hacia 1072 que fue palacio de arzobispos, casa de leyes y órdenes en íépoca medieval. Detalles que encontrarás en el sitio web LumleyCastle.com en la red.
