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Autor Tema: Binvenidos a la Europa de 2021  (Leído 405 veces)

Orpheo

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Binvenidos a la Europa de 2021
« en: Noviembre 22, 2011, 11:36:28 am »
Segunda parte del artí­culo en el que el profesor de historia de Harvard realiza un ejercicio predictivo de lo que será Europa en 2021. Gran Bretaña tuvo suerte. Accidentalmente, a causa de una disputa personal entre Tony Blair y Gordon Brown, el Reino Unido no se unió a la zona euro despuíés de que el Laborista llegara al poder en 1997. Como resultado, el Reino Unido se salvó de lo que hubiera sido una calamidad económica en la crisis financiera.

 

Con una posición fiscal mucho mejor que la mayorí­a de los paí­ses del Mediterráneo y un sistema bancario mucho más grande que en cualquier otra economí­a europea, el Reino Unido con el euro hubiera sido Irlanda multiplicada por ocho. En cambio, el Banco de Inglaterra fue capaz de seguir con su polí­tica expansiva. Tipos cero, la flexibilización cuantitativa y la devaluación, mitigaron en gran medida el dolor y permitió que el “Canciller de Hierro”, George Osborne, pudiera salir al mercado de bonos sin medidas de austeridad. Habrí­a sido difí­cil de concebir una mejor publicidad para los beneficios de la autonomí­a nacional.

 

Al comienzo del mandato del primer ministro, David Cameron, en 2010, habí­a temores de que el Reino Unido pudiera romperse. Pero la crisis financiera alejó a los escoceses de la independencia. Y en 2013, en un giro histórico sólo soñado por unos pocos intransigentes unionistas del Ulster, la República de Irlanda por votación optó por intercambiar las medidas de austeridad de la U.S.E. (Estados Unidos de Europa) por la prosperidad de los irlandeses del Reino Unido. La ciudadaní­a celebró su inclusión en el Reino Reunido de Gran Bretaña e Irlanda, con el lema: “Británicos mejor que de Bruselas”

 

Otra cosa que nadie habí­a previsto en 2011 se desarrolló en los paí­ses escandinavos. Inspirado por los Verdaderos Finlandeses en Helsinki, los suecos y los daneses-que nunca se habí­an unido al euro-se negaron a aceptar la propuesta alemana para una “unión de transferencia” para rescatar a Europa del Sur. Cuando Noruega, rica en energí­a sugirió una liga de cinco paí­ses nórdicos, incluida Islandia, la propuesta caló hondo.

 

Las nuevas disposiciones no fueron especialmente populares en Alemania, es cierto. Pero a diferencia de otros paí­ses, desde los Paí­ses Bajos a Hungrí­a, cualquier tipo de polí­tica populista sigue estando prohibida en Alemania. El intento de lanzar un partido de los “Verdaderos Alemanes” del partido fracasó en medio de las acusaciones habituales de neo-nazismo.

 

La derrota de la coalición de Angela Merkel en el año 2013 no fue una sorpresa despuíés de la crisis bancaria alemana del año anterior. Los contribuyentes se alzaron en armas por la decisión de la Sra. Merkel de rescatar a Deutsche Bank, a pesar de que los príéstamos de Deutsche para el malogrado Fondo Europeo de Estabilidad Financiera se habí­an hecho por petición de su gobierno. El público alemán se oponí­a al rescate de los banqueros. “Ocupar Frankfurt” ganó.

 

Sin embargo, la oposición socialdemócrata seguí­a en esencia las mismas polí­ticas que antes, sólo que con actitud más europeí­sta. Fue el SPD quiíén impulsó la revisión del tratado para crear la Oficina de Finanzas de Financiación Europea, que es un Departamento del Tesoro de Europa con sede en Viena.

 

Fue el SPD quien dio la bienvenida a la salida positiva de los incómodos británicos y escandinavos, convenciendo a los otros 21 paí­ses a unirse a Alemania en un nuevo Estados Unidos federales de Europa bajo el Tratado de Potsdam en 2014. Con la adhesión de los seis restantes estados ex República Yugoslava -Bosnia, Croacia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia-el número total de miembros de la U.S.E. se elevó a 28, uno más que en la UE antes de la crisis. Con la separación de Flandes y Valonia, el total se elevó a 29.

 

Tambiíén fue el SPD quiíén alabó las acciones de Mario Draghi, el banquero italiano que se habí­a convertido en presidente del Banco Central Europeo a principios de noviembre de 2011. Draghi fue más allá de su mandato en la compra masiva de bonos italianos y españoles, de manera tan drástica que puso fin a la crisis del mercado de bonos sólo unas semanas despuíés de asumir el cargo. En efecto, el BCE se convirtió en un prestamista de última instancia para los gobiernos.

 

Pero la medida de Draghi de flexibilización cuantitativa tuvo un gran íéxito. La expansión del balance del BCE fijó un suelo a los precios de los activos y restableció la confianza en todo el sistema financiero europeo, tanto como habí­a sucedido en los EE.UU. en 2009. Como el Sr. Draghi dijo en una entrevista en diciembre de 2011, “El euro sólo podrí­a salvarse mediante la impresión de sí­ mismo.”

 

Así­ que la unión monetaria europea no se deshizo, a pesar de las predicciones de los expertos a finales de 2011. Por el contrario, en el año 2021 el euro está siendo utilizado por más paí­ses que antes de la crisis.

 

Cuando las negociaciones de adhesión con Ucrania comenzaron, las autoridades alemanas hablaron con entusiasmo sobre el futuro Tratado de Yalta, que divide Europa de nuevo en las esferas rusas y europeas de influencia. Una fuente cercana al canciller Gotha-Dí¤mmerung bromeó la semana pasada: “No nos importan los oleoductos rusos, siempre y cuando respeten las playas del Mar Negro”.

 

Pensándolo bien, fue una suerte que se salvara el euro. La desintegración completa de la zona euro, con todo el caos monetario que habrí­a supuesto, podrí­a haber tenido algunas consecuencias no deseadas desagradables. Era fácil olvidar, en medio de la febril maquinación que derrocó a los Sres. Papandreou y Berlusconi, que incluso los acontecimientos más dramáticos se desarrollaban al otro lado del Mediterráneo.

 

En aquel entonces, en 2011, todaví­a habí­a quienes creí­an que el norte de ífrica y Oriente Medio estaban entrando en una era nueva y brillante de democracia. Pero desde el punto de vista de 2021, este optimismo parece casi incomprensible.

 

Los acontecimientos de 2012 no sólo golpearon a Europa, sino que sacudió al mundo entero. El ataque israelí­ contra las instalaciones nucleares de Irán lanzó una cerilla encendida en el polvorí­n de la “primavera árabe”. Irán contraatacó a travíés de sus aliados en Gaza y Lí­bano.

 

Al no haber podido vetar la acción de Israel, los EE.UU. una vez más, se sentaron en el asiento de atrás, ofreciendo una mí­nima ayuda y tratando en vano de mantener el estrecho de Ormuz abierto, sin disparar un solo tiro. (Cuando toda la tripulación de un buque de guerra estadounidense fue capturada y mantenida como rehíén por la Guardia Revolucionaria de Irán, se evaporaron las escasas posibilidades de reelección del Presidente Obama.)

 

Turquí­a aprovechó el momento para tomar la parte iraní­, mientras que al mismo tiempo repudiaba la separación de Atatí¼rk del Estado turco. Alentados por la victoria en las elecciones, la Hermandad Musulmana, tomó las riendas del poder en Egipto, repudiando el tratado de paz de su paí­s con Israel. El rey de Jordania no tuvo más opción que seguir el ejemplo. Los saudí­es herví­an, pero no podí­an ser vistos de nuevo junto a Israel, a pesar de que deseaba evitar un Irán nuclear. Israel fue aislado por completo.

 

Fue en el momento preciso que los Estados Unidos de Europa intervinieron para evitar el escenario que los alemanes, en particular, temí­an: un recurso desesperado de Israel a las armas nucleares. El presidente europeo Karl von Habsburg se explica en Al Jazeera: “En primer lugar, estábamos preocupados por el efecto de otra alza del precio del petróleo, pero sobre todo lo que tení­amos miedo es a la lluvia radioactiva sobre nuestras estaciones favoritas. “

 

Mirando hacia atrás en los últimos 10 años, el Sr. von Habsburg-todaví­a conocido por sus allegados por su tí­tulo real del archiduque Carlos de Austria, podrí­a sentirse orgulloso con razón. No sólo habí­a sobrevivido el euro. De alguna manera, sólo un siglo despuíés de la deposición de su abuelo, el imperio de los Habsburgo se habí­a reconstituido en los Estados Unidos de Europa. No es de extrañar que los británicos y los escandinavos prefiriesen llamarlo el Imperio Alemán. -

 

Mr. Ferguson es profesor de Historia en la Universidad de Harvard y autor de “la civilización: Occidente y el resto”, publicado este mes por Penguin Press.

Lacartadelabolsa


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.