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Autor Tema: Creamos la Realidad con Nuestros Pensamientos  (Leído 776 veces)

Scientia

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Creamos la Realidad con Nuestros Pensamientos
« en: Noviembre 30, 2011, 08:23:02 pm »
http://preparemonosparaelcambio.blogspot.com/2010/11/creamos-la-realidad-con-nuestros.html

Creamos la Realidad con Nuestros Pensamientos
Fecha Artí­culo: 29.11.10 Publicado por: Jorge1270



Tienes que empezar a crear y reinventarte a ti mismo, romper el hábito de ese yo antiguo y reaprender.


Foto por: Xavier Cervera
Joe Dispenza estudió Bioquí­mica en la Universidad de New Brunswick (Nueva Jersey) y es doctor en Quiropráctica por la Life University de Atlanta (Georgia). Coautor del filme ríécord de Y tú quíé sabes, llena salas de conferencias en Estados Unidos y Europa explicando de forma sencilla cómo cambiar. Cómo los pensamientos provocan reacciones quí­micas que influyen directamente en la salud y crean una realidad propia. Lleva díécadas estudiando la neuroplasticidad, esa capacidad que tiene el cerebro de adaptarse a los cambios y modificar los circuitos que conectan todas las neuronas.

í‰l es un ejemplo vivo de su propio cambio. A los 24 años sufrió un grave accidente que afectó a sus víértebras dorsales. Le vaticinaron que se quedarí­a toda la vida en una silla de ruedas. Pero decidió no operarse y experimentar, en cambio, la capacidad de regeneración de su propio cuerpo. Se ofrece la entrevista que le ha realizado Elisabet Bonshoms.

Alguien discute con su pareja y termina con un: “Soy así­, no puedo cambiar”. ¿Quíé le dirí­a usted?

Que no es verdad. Se producen una serie de reacciones quí­micas en el cuerpo que hacen creer que no se puede cambiar, pero la evidencia de la ciencia dice todo lo contrario. Hay que olvidar la idea de que el cerebro es un órgano estático, rí­gido e inmutable. Sí­, podemos cambiar.

¿Cómo?

Cambiando de pensamiento. El interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información. Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es conectarte a un sueño, a una idea que ya existe en el campo cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todaví­a no se puede percibir con los sentidos.

¿Por quíé es tan difí­cil cambiar?

Porque las reacciones emocionales son muy adictivas. Puedes decirte a ti mismo que no te gusta tu trabajo ni tu relación de pareja, que no te gusta nada de lo que haces y tienes en tu vida. Pero eso es una emoción que la mente ha memorizado para reafirmar su identidad. Esas reacciones quí­micas alteran nuestra percepción de la realidad e impiden la entrada de cualquier otro tipo de información en nuestro cerebro. Para cambiar hay que romper esa emoción.

Pero no es nada fácil cambiar los pensamientos. Lo primero que hay que hacer es observarlos y relacionarlos con lo que te pasa en la vida. Así­ uno empieza a ver reflejados en su cotidianidad los efectos que ha creado con cada uno de sus ­pensamientos.

¿Por quíé da miedo cambiar?

Porque eso supone pasar de una situación cómoda y predecible a otra desconocida. La mayorí­a de las personas sueñan con emprender cosas nuevas, pero no pasan a la acción, se quedan en el plano intelectual. ¿Cómo podemos realizar estos proyectos si seguimos apegados a lo familiar y convivimos con esta vieja personalidad? Para experimentar algo nuevo tenemos que arriesgar, dejar el territorio de lo predecible y entrar en el terreno de la incertidumbre.

¿Quíé se debe cambiar para crear una nueva vida?

Hay que cambiar no sólo lo que se piensa y se hace sino tambiíén cómo se siente. Uno no puede esperar que pase algo diferente en su vida si tiene los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las mismas emociones cada dí­a. Si somos capaces de cambiar la interpretación de nuestra realidad, nuestro cerebro trabajará con nuevas secuencias y patrones. Y eso es lo que cambia la mente, porque la mente es el cerebro en acción.

¿La neurociencia puede demostrar que los pensamientos crean el camino?

El modelo neurocientí­fico dice que podemos cambiar en cualquier momento de nuestra vida. Cambiaremos nuestro cerebro con cada nuevo pensamiento, con cada nueva experiencia, con cada sueño que persigamos. El ingrediente principal es la información, el conocimiento. Cada vez que aprendemos algo nuevo añadimos una nueva conexión en nuestro cerebro.

¿Cómo se puede enseñar a los hijos a no ser personas definitivas, a vivir en el cambio?

Lo primero es enseñarles inteligencia emocional, enseñarles a controlar las emociones y decirles que las emociones son lo que nosotros somos. En segundo lugar no hay que enseñarles nada que nosotros no seamos capaces de hacer. Los niños se fijan más en lo que hacemos que en lo que decimos porque tienen más activas un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo, que copian lo que hacemos. Si quieres que estíén de acuerdo con el cambio, demuíéstrales lo versátil que eres, y así­ serán independientes. En tercer lugar, no se debe intentar razonar con los hijos durante una reacción emocional porque te van a dejar solo. Hay que permitirles la libertad de tener esa reacción y hacerles saber que se les está observando. Al cabo de un rato se les debe hablar sobre lo que uno quiere cambiar de sí­ mismo y crear el entorno para que ellos empiecen a observar quiíénes son, sin juzgarlos. Y preguntarles quíé harí­an diferente si vivieran de nuevo la misma experiencia. De esa forma se empieza a cambiar su cerebro y su cuerpo mucho más allá de la experiencia presente. Y se les da confianza para que empiecen a abrirse a su propio potencial.

¿En cada momento se vive lo que uno ha creado con sus pensamientos?

Sí­. Sin duda. Somos los creadores de nuestras realidades. El problema es que la mayor parte del tiempo son nuestros pensamientos inconscientes los que crean esa realidad. Son programas que funcionan justo debajo de nuestra conciencia y que memorizan comportamientos, pensamientos y reacciones emocionales. Estos son los que crean esa quí­mica que nos hace reaccionar siempre de la misma manera.

Pero nadie quiere vivir una enfermedad o un accidente, por ejemplo.

Uno mismo no crea ese accidente o esa enfermedad de forma consciente, pero quizás ha estado pensando inconscientemente cuán terrible es su vida, cuánto está sufriendo, lo triste que se siente, cuánto dolor tiene dentro… Ha creado, en su subconsciente, un refuerzo de las emociones de dolor y sufrimiento, y eso se refleja fuera, en su vida, en un accidente o enfermedad. Hay algo importante: nunca debemos culparnos por nuestras creaciones, todo es aprendizaje.

La clave es cambiar el propio estado emocional…

Las emociones son experiencias que el cuerpo memoriza. Si una persona está viviendo con las mismas emociones cada dí­a, es que no le está ocurriendo nada nuevo. El cuerpo cree que está en la misma experiencia todo el dí­a. La redundancia de este ciclo entrena al cuerpo para estar en el pasado en vez de en el momento presente, y la persona, con sus pensamientos, vuelve consistentemente al pasado porque su emoción está conectada al pasado. Cuando una persona quiere cambiar intenta pensar en un futuro, pero las emociones le devuelven al pasado. Por eso es tan importante cambiar nuestro estado emocional.

¿Las enfermedades, las crisis, las píérdidas hay que verlas como un trampolí­n para cambiar?

Esos traumas, esas crisis, son, efectivamente, catalizadores del cambio. Una gran mayorí­a de las personas requiere de un estado de sufrimiento para decidirse a cambiar. Pero tambiíén podemos cambiar desde un estado de bienestar y de alegrí­a mediante el proceso de soñar una nueva vida. No es cierto que nuestro destino se encuentre escrito en los genes.

¿Cuál es el mayor factor desencadenante de las enfermedades?

Entre un 75% y 90% de los occidentales acude al míédico debido al estríés emocional. Emociones que se esconden detrás del estríés y que tienen que ver con el enfado, la frustración, el odio, el juicio, el dolor, el sufrimiento, la culpa, la desesperanza, el miedo, la ansiedad, la falta de poder, la inseguridad… Si estás ante un reto, tu cuerpo crea un montón de reacciones quí­micas para movilizar esa energí­a. Esencialmente, los pensamientos y las emociones pueden hacernos enfermar, pero si nos hacen enfermar tambiíén nos pueden sanar.


Los humanos saben que quieren cambiar, pero la mayorí­a de las veces no tienen la evidencia de lo que quieren ser o hacer.

Es cierto. Cuando no sabes quíé quieres ser o hacer, primero debes decidir quiíén no quieres volver a ser, de quíé modo no quieres volver a pensar jamás, cómo no quieres sentirte y cómo no quieres actuar. Tienes que empezar a crear y reinventarte a ti mismo, romper el hábito de ese yo antiguo y reaprender. El pensamiento positivo no es suficiente, hay que entrar dentro de uno mismo y empezar a deconstruir.

Usted tuvo un accidente muy grave de joven, y los míédicos le dijeron que no volverí­a a andar. ¿Por quíé creó ese accidente y cómo lo superó?

A mis 24 años viví­a una vida de íéxito y bienestar que yo creí­a que era completa. El accidente fue probablemente una de las mayores bendiciones de mi vida, porque me llevó a cuestionar mis valores y a empezar a pensar en mis prioridades. Cuando te rompes seis víértebras dorsales y tienes fragmentos óseos en la míédula y cuatro míédicos te dicen que nunca más vas a volver a andar, no vuelves a vivir una vida normal. Lleguíé a comprender principios universales que me parecí­an pura teorí­a filosófica. Me aconsejaron que me operara, pero decidí­ no hacerlo y experimentar, en cambio, lo que sentí­a, ser coherente con mi pensamiento. Pensíé que el poder que hizo el cuerpo cura el cuerpo, base de la filosofí­a quiropráctica. Hay una inteligencia en cada ser humano que nos da vida, y conectíé con esa inteligencia durante todo el tiempo, sin hacer nada más que dedicarme a mi curación. No podí­a imaginar mi vida con hierros en la espalda y viviendo de medicinas. Querí­a dar a esa inteligencia un plan muy especí­fico y que ella hiciera lo mejor para mí­. Los átomos son nada en un 99,999 por ciento, nada material, pero lo son todo en potencia. Esa inteligencia organiza todo eso. Cuando empecíé a notar cambios en mi cuerpo, fí­sicamente, prestíé mucha atención a lo que hací­a con mi cuerpo y con mi mente y lo repetí­ y repetí­ hasta que la repetición de ese ciclo empezó a sanar mi cuerpo.

¿La repetición es la base para crear cualquier realidad más elevada?

La grandeza es creer en ese futuro que existe más allá de nuestros sentidos y mantenerlo vivo en nuestra mente hasta que el evento realmente sucede. ¡No creamos las cosas porque no creemos que seamos capaces de hacerlo! Las personas no comprenden que los pensamientos producen grandes efectos en sus vidas. Quizás tengan algunos pensamientos conectados a un estado elevado de emoción, ¡pero sólo durante 15 minutos al dí­a! Y se preguntan: “¿Cómo no ha sucedido el cambio todaví­a?”. Es porque las otras 23 horas y 45 minutos, su mente está vagando por todas partes: están enfadadas, negativas, juzgando. Para actuar sobre la realidad tenemos que alcanzar estados más elevados de conciencia y dejar entrar emociones nutritivas, como la gratitud, la alegrí­a, la apreciación de las cosas. La dificultad reside en cómo llegar a ese punto, porque la mente analí­tica dirá: “¿Por quíé voy a dar las gracias o estar alegre si no me ha pasado todaví­a?”. Eso es el antiguo modelo de pensamiento. Muchas personas, secretamente, creen en su propio poder, pero nunca hacen un hueco para saber realmente quíé quieren.

¿Tiene mucho que ver la meditación en este proceso?

La meditación es el primer paso para producir cambios. Es una tíécnica que enseña a observar los pensamientos y aquietar la mente. Te lleva a saber dónde estás y a cambiarte a ti mismo, porque cambia la relación entre la mente y el cuerpo. En ese estado del ser donde sólo hay conciencia estamos produciendo un campo electromagníético que afecta a ese cambio. Despuíés de meditar es imposible tener mal humor.

¿Quíé efecto produce el silencio mental en las cíélulas?

El lóbulo frontal del cerebro (lo que denominamos tercer ojo) es la última pieza de nuestro sistema neurológico. Cuando nuestra parte divina controla nuestra parte animal, el cerebro cambia fisiológicamente. En experimentos con monjes budistas rezando se ha comprobado cómo el lóbulo frontal aí­sla ese control animal y, en consecuencia, silencia el resto del cerebro, enfrí­a las cíélulas cerebrales que tienen que ver con el tiempo y el espacio, con el cuerpo y con nuestra identidad. Entonces no se procesa nada más. A eso lo llamamos paz. A travíés del silencio pasamos de ser alguien con opiniones o juicios a un campo cuántico donde somos no alguien. Ahora la mayor parte de la humanidad está preparada para alcanzar ese campo.

Si el mundo es un reflejo de lo que sucede a las personas, ¿se podrí­a decir que el ser humano está viviendo una revolución celular?

Estamos en un tiempo en la historia donde el cambio tiene que ocurrir. Pero para hacer que algo nuevo ocurra, lo viejo tiene que morir. Muchos paradigmas están colapsados: los modelos polí­tico, míédico, económico, medioambiental… El ser humano debe empezar a hacerse preguntas más importantes y dejar de creer en superestructuras… Es tiempo para los individuos.

¿A quíé se debe la falta de liderazgo de los polí­ticos? ¿Están perpetuando viejas estructuras?

Las emociones que la mayorí­a de nosotros tenemos y que crean esas situaciones de egoí­smo que hemos comentado, desafortunadamente, son las mismas que tienen nuestros lí­deres. No puedes dar la paz en una iglesia y salir pisando a los demás al salir porque tienes prisa. Esa es una tí­pica oposición entre el cuerpo y la mente, no hay coherencia entre lo que dices, lo que haces y lo que piensas.

Si existe una mente común, una red de pensamiento a la que toda la gente está unida, ¿con quíé pensamientos se podrí­an crear nuevos lí­deres?

La sustancia que unifica las cíélulas y el universo entero es el amor. En una neurona se puede observar cómo una cierta cantidad de esa sustancia desconecta los patrones antiguos de pensamiento. Se da cuando empezamos a tomar decisiones que consideran al todo. Primero hay que sentir amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos gustan ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.

¿Es posible que la actual crisis se materializara porque muchas mentes la crearon con sus pensamientos?

Como cientí­fico, le digo que sí­, ¡evidentemente! La crisis ha estado en la mente de todas esas personas.

¿Cómo será el cerebro de un hombre consciente?

Tendrá muchas más conexiones sinápticas, las que comunican entre sí­ la información que contienen las neuronas. Veremos el cerebro trabajando en una forma de pensamiento más coherente, con transmisiones neurológicas mucho más rápidas. El lóbulo frontal estará completamente conectado con el subconsciente, y tendremos neurotransmisores secuenciados desde la glándula pineal, que mejorarán nuestra percepción de la realidad. Quizás algunas personas estíén a las puertas de un cambio de potencial de su cerebro. Lo único que síé es que no puedes esperar a que el cambio se produzca. Tienes que actuar sobre íél. Dios no te elige, tú te eliges.

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