Por... Sohail Hernández Parra
Oportunidad: el Senado uruguayo dio media sanción al proyecto del Banco del Sur y la Cámara de Representantes podría hacer lo propio en diciembre o enero. Con la ratificación de Uruguay, el Banco regional podría empezar a funcionar en 2012 y financiar proyectos de desarrollo económico, social y ambiental, según la última reunión tíécnica del organismo el pasado 21 de noviembre. La posición de Brasil, principal economía de la región, es la que mayores dudas genera respecto a la potencialidad financiera que podría tener la flamante institución. Es que Brasil impulsa el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), que prestará cerca de 80 mil millones de dólares este año y ya comenzó a financiar proyectos fuera del país.
El sistema financiero imperante desde 1944 con los acuerdos del Bretton Woods, diseñado bajo la hegemonía de Estados Unidos, se apoya en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), instituciones que han orientado la dinámica financiera bajo los grandes intereses económicos y políticos de los países desarrollados, condicionando al resto, que son la mayoría.
Los países desarrollados concentran el poder de voto en el FMI (el 60%) y el BM (49,4%), organismos que promueven los paquetes de ajustes económicos. La falta de legitimidad de estas instituciones y el enorme rechazo social de las políticas financieras que dictan han propiciado en Amíérica Latina la búsqueda de alternativas de carácter regional, con el objetivo de impulsar la creación de una nueva arquitectura financiera que responda a los intereses de las mayorías.
Un antecedente interesante a nivel mundial se dio en la región de Asia Pacífico luego de la crisis económica de 1998. Aquellos países, si bien no sustituyeron al FMI, han generado fórmulas novedosas de integración financiera e intercambio de divisas desde la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y junto a otras naciones como China, Japón y Corea (Asean+3).
La Iniciativa Miyazawa (INM) de 1998 constituyó un fondo de reservas con 30 mil millones de dólares, aunque su utilización fue escasa, pues los únicos acuerdos alcanzados fueron con Corea del Sur y Malasia, ambos en 1999. La Iniciativa de Chiang Mai (ICM), del año 2000, provee de liquidez en el corto plazo a la región y complementa mecanismos de las instituciones financieras internacionales. En el marco de la ICM se constituyó un Acuerdo de Canje Bilateral que actúa como un fondo de reserva monetario. Sin embargo, el 90% de desembolsos de este fondo pasan por las condiciones establecidas por el FMI
En diciembre de 2009 se multilateralizó la ICM (Icmm), con 120 mil millones de dólares. La iniciativa mantiene los objetivos de la ICM original, pero ahora el 80% de los desembolsos pasan por las condiciones establecidas por el FMI, aunque varios países ya propusieron reducir los condicionamientos al 50%.
El desafío de la banca suramericana
En Amíérica Latina se insiste con fuerza sobre la necesidad de una nueva arquitectura financiera regional ante la crisis del sistema capitalista. Desde 2004, el presidente Hugo Chávez comenzó a colocar en el contexto internacional la idea de un Banco de y para el Sur. Yendo más allá del reclamo por transparencia y mayor participación de los países pobres en el FMI y el BM, apuntó a la construcción de una nueva institucionalidad que respondiera a los intereses regionales y no a los de los países desarrollados. Las ideas iniciales sobre la creación del Banco del Sur propiciaban el establecimiento de un organismo que conjugara las figuras de fondos de reserva y de banca de desarrollo regional, bajo el control de los gobiernos de la región, sin sujetarse a los condicionamientos del FMI. Pero la visión de los países suramericanos sobre los objetivos de un Banco del Sur eran variadas y prevaleció la idea de una banca de desarrollo, hoy recogida en el Acta Fundacional del Banco del Sur, suscrita en diciembre de 2007 en Venezuela.
El documento fue firmado por siete países de la Unasur: Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela. El objetivo: promover el desarrollo económico y social de los países de la unión utilizando el ahorro intra y extra regional, fortaleciendo la integración, reduciendo las asimetrías y promoviendo una distribución equitativa de las inversiones dentro de los países miembros.
Luego de largas negociaciones, fue firmado el Convenio Constitutivo del Banco del Sur en septiembre de 2009 por los siete países mencionados, que le otorgó personalidad jurídica propia. El Convenio prevíé que el Banco tenga su sede en Caracas, así como dos subsedes: una en La Paz y otra en Buenos Aires.
Entre las funciones del Banco resaltan: financiar proyectos en la región relacionados con la soberanía alimentaria, la salud, energía, recursos naturales y del conocimiento; asociación con sectores claves, como los de desarrollo científico-tecnológico, infraestructura, generación y provisión de servicios; promover la complementariedad productiva intra-regional; reducir las asimetrías entre los países miembros; y facilitar asistencia tíécnica para la preparación de planes y proyectos.
El capital autorizado del Banco del Sur es de 20 mil millones de dólares, mientras que el suscrito asciende a 7 mil millones. El capital se divide en tipos de acciones: las Clase A, de los Estados integrantes de Unasur; las Clase B, de los Estados que no integran la Unasur; y las Clase C, de los bancos centrales, entidades financieras públicas o mixtas donde el Estado tenga una participación accionaria mayor del 50% y organismos multilaterales de críédito. Los órganos de gobierno del Banco son el Consejo de Ministros y el Consejo de Administración, mientras que el órgano ejecutivo es el Directorio Ejecutivo, que cuenta además con un Consejo de Auditoria.
En marcha
El Convenio del Banco entrará a regir con el depósito de las ratificaciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela por parte de la mayoría simple de los miembros fundadores, que en conjunto representen más de las dos terceras partes del capital suscrito, es decir, cuatro o más países miembros que sumen más del 66,66% de este capital. Hasta la fecha, sólo han ratificado el convenio Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, que no alcanzan el porcentaje requerido. Uruguay puede ser el quinto país en ratificarlo antes de concluir 2011, hecho que permitiría al Banco poder comenzar a funcionar a mediados de 2012. En Brasil y Paraguay, la votación del Convenio no aparece en las agendas legislativas, por lo que su ratificación, si llega, no será en el corto plazo.
Actualmente el Banco está en fase de implementación, todavía desarrollando parte de los lineamientos estratíégicos en materia de gestión financiera, crediticia y administración. Estos trabajos son fundamentales para el Banco del Sur, ya que su mayor reto no es comenzar a funcionar, sino constituirse como una banca de desarrollo no convencional que se destaque por el sostenimiento de mecanismos innovadores para el impulso de proyectos de interíés para todos los miembros, especialmente los de encadenamientos productivos.
El Banco del Sur debe constituirse en el motor para el desarrollo integral de sus países. Si es un organismo semejante a los existentes, traicionaría los ideales que lo concibieron. En la implementación de una nueva banca de desarrollo está el rumbo financiero y el futuro de la Unasur como promotor de la unión, mientras los acuerdos del G-20, del que forman parte Argentina y Brasil, pueden amenazar o limitar estas iniciativas.
- Sohail Hernández Parra. Desde Caracas