El Zorro pierde su Poder
Era Diciembre, y con íél, había llegado el invierno al Bosque: El frío, la nieve, los días cortos, el letargo de la vida... Cada vez eran más escasos los habitantes que salían de sus madrigueras. Para unos pocos, entre ellos el Zorro, la estación era una más, y su vida continuaba, aunque con más dureza. ¿ Dije dureza?. Bueno, si, para algunos, pero no para el Zorro. El cánido recorría los Bosques presumiendo del Poder que le había concedido el Leprechauns. Se sentía, una vez más, el Rey del Bosque, arreglando cosas, concediendo deseos a otros habitantes. Hablando aquí, presumiendo allá. No paraba de gastar bromas a los demás. Y cuando se cansaba, invitaba al Lobo, al Oso, al Lince, y a otros amigos, a un gran banquete, que surgía por arte de magia. Allí aparecían las mejores viandas que uno se puede imaginar. Comían, reían, bailaban, durante horas y horas. La Bolsa había pasado a un segundo plano en la vida del Zorro, total, tenía lo que quería. ¿Por quíé necesitaba preocuparse de que unos grandes quinquis, manipulen los precios al alza o a la baja?. í‰l, cuando quisiera, podría triplicar todos los valores en un instante. Esto le daba una inmensa seguridad, unas horas antes había duplicado la cotización de las acciones que el Búho tenía en cartera. ¿Y lo de íél?. Bah!, eso podía esperar, tenía todo el tiempo del mundo. Ya decidiría lo que hacer, y que buena broma gastarle a los mercados.
- Lo mío, pensaba el Zorro, va a ser más gordo que lo de Zeltia, incluso que lo de Torras Hostench. ¡Ya les daríé yo!, ¡se van a enterar esos quinquis!.
De momento, lo prioritario era divertirse, y eso lo estaba haciendo a las mil maravillas.
-Más vino Zorro, gritó el Lobo, ¡y que sea del bueno!.
-Eso, eso, más vino, y más comida, decía el Oso.
Ja, ja, ja, risas y más risas, la fiesta era interminable. Llevaban varios días de fiesta, cuando el Lince se dio cuenta que ya era 1 de Enero:
-Vaya, si estamos en el nuevo año.
-Ja, ja, ja, ¿quíé pasa Lince?â€, ahora vas hacer de calendario, bromeaba el Oso.
Vuelta a la risa general: ja, ja, ja. A la Osa, le apeteció un chocolate caliente con churros, y pronto todos se apuntaron:
-Si, si, eso, un chocolate con churros. Como los Humanos en estas fechas.. ¡Venga Zorro!, ¡chocolate, churros, y lo que haga falta!, ja, ja, jaâ€.
-Esta bien, esta bien, contestaba el Zorro, haber: Pido un puchero con 50 litros del mejor chocolate caliente y 100 docenas de churros.
Los demás continuaban con la fiesta y las risas, pero la Ardilla se percató de que no se materealizaba el deseo. El Zorro, un poco atontado por la comida y la bebida, no le dio importancia, y volvió a formular el deseo:
- ¡Quiero 50 litros del mejor chocolate caliente, y 100 docenas de churros!.
Pero allí no aparecía nada de nada. Los invitados se percataron de la tardanza, y preguntaron al cánido:
-¿Viene o no viene, ese chocolate, Zorro?., preguntó la Ardilla.
- ¡Y los churros!, que no se olvide de los churros, apuntó el Oso, ja, ja, ja.
-
El actual Rey del Bosque estaba tan confuso como asustado. ¿Quíé estaba pasando?. Si el poder funcionaba de maravilla, acaso el Leprechauns lo engañó. El Zorro no tuvo más remedio que decir la verdad:
- Lo siento amigos, no se que me pasa, pues no consigo que aparezca el chocolate y los churros.
-Bah, díéjalo Zorro, y no te preocupes, será la bebidaâ€, decía el Oso.
-Si, ya hemos comido bastante, era por acabar la fiesta como los Humanos, le contaba el Lobo,
-Díéjalo para otro día amigo, no tiene importancia, decía para animarlo su amigo el Lince.
- ¡Quíé remedio Lince, que remedio!. Bueno perdonad amigos, voy a dar una vuelta para despejarme.
El Zorro partió muy enfadado en busca del Leprechauns, tarea harto difícil, pues era raro quien lograba ver a uno en toda su vida. Durante semanas el Zorro recorrió su amado Bosque, y otros más lejanos. Preguntaba y preguntaba, pero nada. Buscaba en las trampas de los Humanos, en los rincones más secretos de la espesura, más no aparecía el mínimo rastro del Leprechauns. Hasta que un buen día, se paró en un arroyo a beber, y una voz, le dijo: -
- Pareces cansado Zorro, ¿quíé andas buscando con tanto interíésâ€, era el Cuervo, que lo llevaba observando varios jornadas.
- A un Leprechauns, un Duende del Bosque.
- ¡Ah!, es eso, pues he visto uno hará una hora, en la orilla del río.
El Zorro, sin apenas dar las gracias al córvido, salió disparado hacia el río. Y......por fin!. Allí estaba el Leprechauns, transportando agua para su hogar. Al verlo, al Zorro le dio un vuelco el corazón, trató de calmarse, respiró profundamente, y decidió sorprenderlo:
- ¡Vaya Duende!,¡ por fin te encuentro!.
El Gnomo casi se asustó, pero pronto su enigmática sonrisa volvió aparecer en sus labios:
- ¡Hola Zorro!. ¿Cómo te va?. ¿Quíé hiciste con el poder?. ¿Eres feliz?.
El Zorro se lanzó con los reproches:
-¡Viejo truhán!, ¡alfeñique!, ¡mentiroso!. ¡Me has engañado!. ¡El Poder no funciona!.
- No Zorro, no, nadie te engañó. Tú pediste el Poder para conseguir todos los deseos, pero no indicaste para cuanto tiempo lo querías. Yo, te lo concedí hasta el año nuevo, como un regalo de Navidad. Si lo has desaprovechado, eso es cosa tuya.
- Pero, ¿es quíé no va funcionar más?. No, Zorro, no, se acabó. Debiste decírmelo Duende.
-Tú decidiste lo que pedir, y yo te lo concedí, amigoâ€. ¿Amigo?, Gnomo. Con amigos así.....!
- No te quejes Zorro, nadie me había sacado tanto, alíégrate!.
-Alegrarme Duende, si no he pedido casi nada para mi!.
- Otra vez será Zorro.
- ¿Cuándo?.
-¿Quiíén lo sabe?.
Al verlo tan abatido, al Leprechauns le dio pena. Y para animarlo, le dijo:
- ¡Eres muy imaginativo, inteligente... y bastante Zorro!, has tenido en tus manos la oportunidad de ser un Dios, pero has dado por supuesto cosas que nadie te dijo. Shakespeare escribió en su Julio Cesar, aquella frase inmortal de: Parecer una cosa no es serla. Y el creer lo contrario, Zorro, pasa factura, la tuya ya la conoces, paga, y si eres sabio, aprende. Lo has pedido todo, y lo has tenido al alcance de tu mano, y ahora no tienes nada. Simplemente, tendrías que haber pedido que el Poder te durase siempre.
El Zorro no salía de su asombro:
- Por lo menos díéjame subir las INBESOS, decía al Duende.
- No Zorro, no, el Poder acabó.
- Hasta la próxima, si la hay.
-El Leprechauns simplemente desapareció ante los ojos del Zorro. Y íél, todo apesadumbrado, pensaba:
- Me he confiado, y no he pedido todo lo que quería, por creer que tenía toda la vida por delante. Creí que era más listo que el Duende, y me ha dado una buena lección. Tendríé que volver a confiar en mi instinto para conseguir ganar oro en la Bolsa, y con íél, hacer realidad mis sueños. Pero, para la próxima vez... ¡ya verá el Leprechauns!.
Reservados todos los derechos.