Por... María Cristina Rosas
El Protocolo de Kioto sobre el cambio climático es un instrumento internacional vinculante creado al amparo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Suscrito el 11 de diciembre de 1997, el Protocolo de Kioto se propone reducir las emisiones de los gases contaminantes responsables del llamado efecto de invernadero. La proporción en que serían reducidas las emisiones contaminantes sería, aproximadamente del 5 por ciento en el período comprendido entre 2008 y 2012, en comparación con las emisiones contaminantes que se producían en el año de 1990.
El Protocolo de Kioto entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005, dado que era necesaria la ratificación de los países industrializados responsables, de, al menos, el 55 por ciento de las emisiones de bióxido de carbono. Al día de hoy, los países que han ratificado el Protocolo de Kioto son 193 –para ser más precisos son 192 Estados y un organismo regional, la Unión Europea. Sin embargo, una de las naciones que más contaminantes genera, Estados Unidos, no ha ratificado el citado instrumento internacional.
El pasado 12 de diciembre, al concluir la 17ª sesión de la Conferencia de las Partes de la CMNUCC, tambiíén conocida como COP17 efectuada en Durban, Sudáfrica, Canadá dio a conocer que se retirará del Protocolo de Kioto. Se trata de una decisión lamentable, aunque largamente anunciada. Ottawa había sido de los primeros en suscribir el Protocolo de Kioto, firmándolo el 29 de abril de 1998 y ratificándolo –tras un ácido debate interno- el 17 de diciembre de 2002. Siendo responsable del 3. 3 por ciento de las emisiones contaminantes a nivel mundial que causan el efecto de invernadero, Canadá había asumido así, su compromiso con la reducción de la temperatura global.
Hay que decir, sin embargo, que internamente era insostenible para el gobierno conservador canadiense mantener la pertenencia y menos aún cumplir con las disposiciones del Protocolo de Kioto. Ya desde principios del presente siglo, cuando gobernaban en Canadá los liberales, las voces que se oponían al Protocolo de Kioto eran cada vez más influyentes. De particular relevancia es la situación de la provincia de Alberta, gran potencia petrolera, donde los intereses de las grandes compañías transnacionales –las hermanas- ejercieron una fuerte presión sobre el gobierno de Ottawa para evitar la ratificación del Protocolo de Kioto. En aquellos tiempos –íésta autora es testigo- proliferaban en la televisión anuncios comerciales patrocinados por las hermanas para explicar al televidente por quíé Kioto era un “error.†Simultáneamente aparecía la propaganda gubernamental para dar a conocer por quíé Kioto era lo mejor que le podía pasar al país de la hoja de arce. Era un debate comparable a un juego de tenis, donde la pelota iba y venía entre defensores y detractores de Kioto.
Es verdad, sin embargo, que el gobierno central de Canadá, ni en los tiempos en que gobernaban los liberales ni tampoco en la era de los conservadores, había logrado crear una estrategia clara para cumplir a cabalidad con los compromisos asumidos al ratificar el Protocolo de Kioto. A continuación, algunas de las principales dificultades a que el citado país se enfrentaba para seguir adelante con el compromiso de Kioto.
1. El 21 de noviembre de 2002, el gobierno de Ottawa dio a conocer el documento titulado Plan de cambio climático para Canadá, en el que se señala que en aras de cumplir con las disposiciones previstas en el Protocolo de Kioto, el impacto para la economía canadiense sería del equivalente del 1. 1 por ciento del producto interno bruto (PIB) más la píérdida de unos 190 mil empleos. Muchos consideran, sin embargo, que estas cifras no fueron debidamente calculadas por las autoridades y que el costo para la economía canadiense ciertamente sería mucho más alto. El actual Primer Ministro Harper ha dicho que de no cumplir con las reducciones de emisiones contaminantes previstas para 2012, el gobierno de Canadá tendría que pagar penalizaciones por un monto de 13 mil 600 millones de dólares. No sobra decir que otro argumento muy a la mano de las autoridades canadienses, es la actual crisis financiera, lo que sugiere que los recursos económicos existentes deben emplearse, en esencia, para generar empleos y capacitación laboral.
2. Estados Unidos nunca ratificó el Protocolo de Kioto. Es muy chocante, ciertamente, que un argumento de este tipo sea invocado por un país cuya identidad nacional se ha forjado por oposición a Estados Unidos. Así por ejemplo, mientras que Estados Unidos posee soldados que se dedican a la guerra, Canadá se había esmerado –al menos hasta hace díécada y media- en contar con cascos azules que hacen la paz. Estados Unidos tiene armas nucleares, mientras que Canadá no. Estados Unidos es una república, en tanto que Canadá es una democracia parlamentaria. La lista podría continuar, pero el punto a destacar aquí es que si Washington no se adhiere al Protocolo de Kioto, ese debería ser un motivo lo suficientemente válido como para que Canadá no sólo lo ratificara, sino que mantuviera permanentemente el compromiso de reducir sus emisiones contaminantes. Sin embargo, hay quienes consideran que desde que los conservadores llegaron al poder con Steven Harper a la cabeza, Canadá se ha esmerado por tener una relación menos “contenciosa†con la Unión Americana, de manera que, en materia ambiental, y de cara a las fuertes presiones de las transnacionales petroleras estadunidenses que operan en Alberta, ahora Ottawa está promoviendo la idea de que no por abandonar Kioto está apartándose de la protección del medio ambiente, señalando igualmente que optará por una solución Made in Canada, a la usanza de lo expresado hace algunos años por la administración Bush en Estados Unidos sobre el particular.
3. El tiempo apremia. Para poder cumplir con las obligaciones contraídas en el Protocolo de Kioto y eliminar las emisiones contaminantes, Canadá debería invertir en nuevas tecnologías y no sólo eso: tendría que contar con el apoyo de las provincias y de la comunidad empresarial a nivel nacional. Esto se suma a un problema adicional: muchas de las metas a cumplir se encuentran en el ámbito de la jurisdicción provincial, lo que demanda una intensa cooperación dentro de Canadá. Como ya se indicó, una de las provincias más renuentes a la ratificación del Protocolo de Kioto fue Alberta, lo que significa que entre íésta y el gobierno central habrían confrontaciones que harían muy difícil para el país cumplir con los objetivos y las metas propuestas, al menos antes de 2012, que es la fecha en que culminará la primera etapa de Kioto.
4. El revanchismo político de los conservadores contra los liberales es otro factor a ponderar. Cuando el actual Ministro del Medio Ambiente de Canadá, Peter Kent, anunció en Durban que Canadá se retiraba del Protocolo de Kioto, dejó entrever que la ratificación de este instrumento internacional por parte de los liberales fue un costoso error. Lo que no dijo Kent, es que los conservadores tienen fuertes vínculos con el sector energíético, lo que ayudaría a explicar, al menos en parte, el escaso entusiasmo mostrado en torno a Kioto por el actual gobierno.
5. La importante relación energíética entre Canadá y Estados Unidos constituye otro elemento en la controvertida decisión anunciada por Ottawa en torno a Kioto. Canadá es el mayor proveedor de petróleo y gas natural de Estados Unidos. í‰ste, por su parte, planea incrementar la extracción petrolera en Alberta, iniciativa que demandará cantidades masivas de energía. El Protocolo de Kioto, era, a todas luces, un obstáculo.
Para mitigar las críticas, Canadá ha dicho que está dispuesto a apoyar un nuevo acuerdo internacional en materia ambiental para reducir las emisiones contaminantes, siempre que incluya a todas las naciones industrializadas, a la República Popular China, India y, por supuesto, a Estados Unidos.
Como era de esperar, hay reacciones encontradas ante la decisión de Canadá de denunciar el Protocolo de Kioto. Muchos defensores del medio ambiente impugnan lo que consideran un retroceso imperdonable en la materia. Pero tal vez lo más importante es el efecto que puede tener esta decisión en países signatarios, los que podrían asumir la ruta canadiense como el modelo a seguir, asestando así un duro golpe a las aspiraciones de la comunidad de naciones de revertir el calentamiento global. Como muestra se tiene la reacción en la Gran Bretaña, donde algunos parlamentarios aplaudieron la decisión de Canadá, señalando que el Protocolo de Kioto haría de todos modos “muy poco†a favor del medio ambiente.
Como se ve, siempre es más fácil destruir que construir. Los intereses económicos y políticos han dejado fuera de la gobernabilidad ambiental global a Canadá, país que, irónicamente, padece en la zona del Círculo Polar írtico que le corresponde, los estragos del cambio climático, del derretimiento del casquete polar norteño, de la destrucción de los ecosistemas, de la contaminación radiactiva y de la que genera la explotación petrolera. Canadá se equivoca. Y los errores se pagan.
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Míéxico.