Por... David E. Santos Gómez
En medio de un fin de semana en el que la información internacional estuvo copada por el increíble y desastroso hundimiento de un crucero turístico en las costas italianas, una noticia de grandes repercusiones pasó sin mayores aspavientos.
Brasil, inspirado en las experiencias de Canadá y de Australia, coordina los últimos toques a una nueva ley de inmigración de mano calificada que pretende revolucionar al gigante sudamericano como un nuevo destino para profesionales de todo el mundo.
Apalancados por la profunda crisis económica europea y respaldados por un crecimiento económico sostenido en los últimos años, Brasil reconoce que la llegada de miles de profesionales de otras latitudes será un acelerador del desarrollo que ya lo tiene como una de las naciones ejemplo.
Entre 2009 y 2011, el número de visados brasileños enfocados al trabajo y que han sido aprobados creció un 67 por ciento. Si se tiene en cuenta que se vienen para 2014 el Mundial de Fútbol y para 2016 los Juegos Olímpicos, las perspectivas de crecimiento se dibujan casi ilimitadas.
Según cifras del gobierno de la socialista Dilma Rousseff, ya existe una lista cercana a los 400 mil trabajadores internacionales en espera de los permisos para acceder a empresas brasileñas. Su conocimiento, desaprovechado en el viejo continente o en otros países de Amíérica, es recompensado con buenos salarios y alta calidad de vida.
La noticia, de por sí alentadora y positiva, es tambiíén una radiografía nítida de la transformación de los países en vía de desarrollo frente a una debacle de las potencias tradicionales.
El empuje del desarrollo brasileño ha sido tal en años de crisis que se convirtió en poco tiempo en la sexta economía del mundo y dictó cátedra de manejo económico a los países que antes se pavoneaban petulantes con sus sistemas liberales.
Que miles de ciudadanos españoles, italianos e incluso ingleses estíén llenando solicitudes para trabajar en Brasil es una vuelta del destino y una cachetada para sectores xenófobos y nacionalistas del viejo continente.
Varios países latinoamericanos, que durante años y aún hoy, son vistos con menosprecio en Europa o Norteamíérica, tienen actualmente mayores oportunidades de crecimiento.
La nueva ley de inmigración brasileña es una noticia de pie de página que define la geopolítica actual. Es una descripción fiel que pone cifras y datos concretos sobre el cambio en las sillas del poder en el globo.
Es muy cierto que se trata de Brasil y que el resto de los países de Latinoamíérica, quizá a excepción de Chile, está muy lejos de ofrecer posibilidades para profesionales extranjeros a esa escala. Sin embargo, es la cara de una crisis mundial en la que países en vía de desarrollo o tercermundistas han salido airosos por ser más responsables financieramente y ahora hacen parte de una revolución que va de lo monetario a lo político.
Procesos como el brasileño pasaron de ser, hace al menos un lustro, un simple campanazo de alerta para convertirse en realidad. Son la materialización de nuevas reglas que se irán acentuando con más fuerza a medida que las grandes potencias duermen sobre sus viejas glorias mientras su influencia se deteriora.