Por... María Peña
El comediante estadounidense Stephen Colbert ha sumado sus sátiras a una "operación de rescate" de la democracia de un movimiento ciudadano en EEUU que condena la extraordinaria influencia de las corporaciones en las campañas políticas en este país.
Al cumplirse hoy el segundo aniversario de un fallo del Tribunal Supremo que eliminó las restricciones a las donaciones políticas de las corporaciones, los activistas aseguran que eso da licencia para corromper el sistema de financiación de las campañas y podría poner en peligro la democracia.
"Estamos viendo lo que temíamos con ese desastroso fallo que revirtió más de un siglo de jurisprudencia legal. Ahora 'las corporaciones son personas' y gozan de los mismos derechos a la libertad de expresión... pero las empresas tienen megáfono y sofocan la voz del ciudadano de a pie", dijo a Efe Mark Hays, coordinador de la campaña "La democracia es para la Gente", del grupo "Public Citizen".
"La corte nos ha atado de manos pero seguiremos exigiendo transparencia en las donaciones. Creemos que podremos construir un movimiento contra el fallo, y apenamos comenzamos este capítulo", afirmó.
Apoyada por numerosas organizaciones cívicas, la campaña ha incluido más de 300 actos de protesta en todo EEUU, algunos de los cuales continuarán hoy.
Colbert, que interpreta a un rabioso militante derechista en el programa "The Colbert Report" de la pantalla chica, ha atraído en ocasiones más atención mediática que la que logran los cuatro aspirantes a la candidatura presidencial republicana.
Colbert participó ayer en un mitin ante unas 3.300 personas en su nativo estado de Carolina del Sur, que hoy realiza primarias y desde donde íél explora, en broma, una posible candidatura presidencial.
Acompañado de Herman Cain, que abandonó la contienda republicana a finales de 2011 tras un escándalo sexual, Colbert se mofó del dictamen en el caso "Citizens United v. FEC": "Si las corporaciones son gente... estoy orgulloso de decir que soy gente del pueblo".
Al enarbolar esta causa, el humorista, de 47 años, inició una cruzada en 2011 para denunciar las "locuras" del sistema político y creó un "Comitíé de Acción Política" independiente (PAC, en inglíés) a manera de sátira.
Sólo hay dos escenarios posibles para diluir el fallo de 2010: que el Congreso apruebe una ley que exija más transparencia, o una enmienda constitucional, aunque íésta conlleva un largo y tortuoso camino.
Los "PAC", que datan de 1944 y aumentaron en las díécadas de 1970 y 1980, permiten que miembros de empresas y sindicatos y simpatizantes de un candidato creen un fondo común para financiar su campaña. Bajo los "PAC", los estadounidenses pueden donar un máximo de 2.500 dólares directamente a un candidato presidencial.
En cambio, con los llamados "Super PACs", grupos creados a raíz de varios dictámenes de 2010, los individuos, sindicatos y empresas pueden dar sin límites y sus fondos pueden gastarse en lo que sea para la victoria o derrota de un candidato federal.
Aunque por ley los "Super PAC" no pueden coordinarse directamente con un candidato, en la práctica terminan siendo una extensión de su campaña, alegan activistas.
Según datos del Centro para la Integridad Pública, los millonarios están detrás de los "Super Pac", que hasta la fecha han invertido 30 millones de dólares en estados con primarias tempranas.
Se calcula que 250 "Super PAC" gastarán en su conjunto hasta 1.000 millones de dólares en el ciclo electoral de 2012. Ya no es, entonces, una batalla de ideas sino de bolsillos.
"Mira hasta dónde hemos llegado y lo preocupante que puede ser esto en 2012 que Colbert se ha convertido en figura clave en esta causa. Su sátira ayuda a iluminar el peligro de estos Super PAC", dijo a Efe Kathy Kiely, del grupo progresista Sunlight Foundation.
"Con este fallo y otro conjunto de factores, no hay límites ni regulaciones ni divulgación plena de dónde viene el dinero y cómo se gasta", advirtió.
Colbert aprovecha su popularidad para advertir de la capacidad de corrupción del dinero de las corporaciones.
Ya en 2008 se había lanzado como candidato presidencial aunque, según explicó entonces, no pudo inscribirse como republicano por el alto costo y los demócratas lo rechazaron tachándolo como un candidato "poco serio".
Ahora su mensaje prodemocracia parece estar calando, al menos entre los activistas