Por... Juan Josíé Perfetti Del Corral
Uno de los principales cambios que durante la última díécada se han presentado en las tendencias del desarrollo agrícola mundial es el aumento en los precios internacionales de dichos bienes. La caída progresiva que por sucesivas díécadas presentaron los precios agrícolas fue considerada como una característica del desarrollo de los países. Sin embargo, contra todo pronóstico, los precios de los productos agrícolas ahora presentan tendencia al alza.
Con el conocido pico de precios agrícolas de 2008 se generó una serie de análisis acerca de las consecuencias que los incrementos de dichos precios tendrían sobre la marcha de la agricultura mundial y, en especial, importaba conocer los posibles efectos que se tendrían en el bienestar de los hogares y las personas, importando, especialmente, los impactos que se tendrían en los grupos de más bajos ingresos. Igualmente, interesaba saber cómo se afectaría la situación alimentaria de la población en riesgo y quíé efectos habría sobre los millones de personas que en el mundo sufren de hambre y desnutrición.
En un reciente reporte del IFPRI, ¿Was the Global Food Crisis Really a Crisis?, se hace la pregunta de si el aumento en los precios agrícolas afectó negativamente a los pobres o si, por el contrario, les ayudó. Para responder dicha pregunta y entender mejor lo que ocurre a nivel mundial con el aumento en los precios agrícolas internacionales, el autor del informe, Derek Headey, revisa los resultados de los análisis del Banco Mundial, la FAO y USDA basados en simulaciones. Estos se comparan con los que se obtienen de un indicador internacional de Gallup que toma en cuenta las percepciones de los consumidores respecto a su situación de inseguridad alimentaria.
Los resultados de dicha comparación son bastante sorprendentes y contradictorios. Las simulaciones de las entidades internacionales indican que, por efecto del incremento en 2007-2008 en los precios agrícolas, el número de pobres o de personas padeciendo hambre aumentó significativamente: las estimaciones dan entre 60 y 160 millones de personas.
Por su parte, los indicadores acerca de las percepciones de los consumidores respecto a su nivel de inseguridad alimentaria revelan que, para una muestra representativa de la mayoría de países en desarrollo, en la crisis de precios de 2007-2008, la inseguridad alimentaria disminuyó, en vez de aumentar. En Asia, los esperados efectos no se dieron porque la inflación de alimentos fue muy limitada y se presentó un sólido crecimiento económico. Por su parte, en ífrica y Latinoamíérica la inseguridad aumentó.
Uno de los asuntos que muestra el reporte del IFPRI es el importante papel que el comportamiento de los ingresos y el crecimiento económico desempeñan en la determinación de los niveles de percepción respecto a la propia inseguridad alimentaria de las personas. Así, por ejemplo, el gran incremento que se registró en el ingreso disponible para la compra de alimentos en los cuatro países con las mayores poblaciones mundiales, como son China, India, Indonesia y Brasil, explica la reducción en la percepción de inseguridad a nivel planetario.
El crecimiento económico tiene, entonces, un importante efecto marginal negativo sobre la inseguridad alimentaria y la inflación de los alimentos, por el contrario, tiene un efecto marginal positivo. De esta manera, en un ejercicio de simulación para el período de la crisis alimentaria se encuentra que la inflación de alimentos incrementa la inseguridad alimentaria de 96 millones de personas, mientras que el crecimiento económico se la reduce a 153 millones. El efecto neto es una reducción de la inseguridad para 57 millones de personas.
Según el IFPRI, estos resultados son un llamado de atención a las entidades internacionales y a los estudiosos del tema para mejorar los modelos y considerar variables de percepción y no solo cuantitativas