El Imperio Occidental se desmorona: la era de la comida y la energía barata se ha terminado
PorDavid Smith
En la sala panelada de audiencias del Banco de Inglaterra, justo debajo del techo, hay una esfera conectada con la veleta sobre el tejado de su sede en Threadneedle Street. Cuando se instaló, hace dos siglos, la veleta informaba al banco de hacia dónde soplaba el viento para la economía. En los últimos meses, la veleta ha girado con más furia que nunca por la tempestad que sufre la economía global, que ha golpeado a Gran Bretaña y a otros países europeos.
Dos frentes meteorológicos de grandes proporciones y con muy mala intención -la crisis de los críéditos y el aumento del precio mundial del petróleo- se han unido para crear las condiciones económicas más duras desde hace díécadas. El mundo que durante 15 años fue un lugar económicamente benigno se ha tornado de repente en un escenario riguroso e impredecible.
Los ríécords del crudo
Además, al menos por el momento, estas condiciones están conllevando la profunda reorganización del equilibrio mundial del poder económico. Mientras EEUU, Gran Bretaña, Europa y Japón -los viejos poderes- luchan a duras penas, otros países se aprovechan.
La crisis de los críéditos ha lisiado el sistema bancario occidental en una íépoca en la que los precios ríécord de petróleo, que alcanzaron casi los 140 dólares el barril a principios de este mes -el doble de su nivel de hace un año- están provocando un traspaso a gran escala de la riqueza de los consumidores a los productores de petróleo: 1,8 billones de dólares al año, según Goldman Sachs.
Mientras los constructores británicos padecen la peor crisis que se recuerda, en el Golfo se vive un boom gracias a que los países ricos en petróleo se están gastando sus ingresos en levantar asombrosos rascacielos, viviendas y apartamentos para directivos.
Ola de pánico
El conflicto de los conductores de camiones cisterna de Gran Bretaña suscitó las llamadas desesperadas del Gobierno para que los consumidores no cayeran en una ola de pánico de compra de combustible. En España, esa misma situación acarreó consecuencias muy negativas con una huelga de camioneros que protestaban por los precios ríécord del gasoil, que consiguió vaciar supermercados y cerrar fábricas.
Si no es el combustible, es la comida. Los precios de los alimentos se han disparado en un 55 por ciento el año pasado, según el índice de The Economist, con los mayores incrementos en productos de primera necesidad como el maíz, la harina, el arroz y la semilla de soja.
Mientras tanto, la crisis de los críéditos continúa causando estragos en las economías occidentales. Aunque se observan tímidos signos de mejora en la economía americana, los precios de la vivienda en EEUU siguen cayendo en picado. La crisis que comenzó con una fiebre de los llamados críéditos de riesgo y una avalancha todavía mayor de los bancos mundiales hacia sofisticados instrumentos financieros basados en las mismas hipotecas de poco fiar, ha derivado en lo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera la mayor sacudida financiera desde la gran depresión.
Las grandes dudas
Y esa sacudida es la causa de la escasez de hipotecas para los nuevos prestatarios británicos. Las mismas entidades de críédito que hace un año hacían lo imposible para entregar efectivo ya no tienen fondos y han pasado a racionar estrictamente sus príéstamos. Los precios de la vivienda caen haciíéndose eco de la depresión de principios de los noventa y se derrumban en España, Irlanda y otros países occidentales.
¿Quíé ha provocado estos cambios, cuánto nos va a doler y por cuánto tiempo? Hace varios días, en la sede del distrito 16 de París, la Organización por la Cooperación y el Desarrollo Económico desveló sus últimas reflexiones sobre la economía mundial. La OCDE ha visto muchas crisis económicas mundiales en los últimos 70 años, aunque probablemente ninguna tan fuera de lo común como íésta. Lo que Jorgen Elmeskov, su director económico, describe como meses de "confusión en los mercados" ha dejado un panorama "particularmente desestabilizado". Para un organismo cuyo lenguaje natural es el comedimiento, no cabe duda de que está preocupado.
Lo más inusual de los trastornos es que, mientras los miembros de la OCDE tratan de esquivar la recesión a una distancia peligrosamente corta, los que no son miembros del club están de fiesta económica. Estados Unidos crece apenas un 1 por ciento, Gran Bretaña, Europa y Japón un 1,5 por ciento, pero en el resto del mundo los índices de crecimiento de más del 7 por ciento son comunes, sobre todo en China, India y otros países ricos en materias primas como Rusia o Brasil.
Naturaleza desequilibrada
La naturaleza desequilibrada de la economía mundial es una de las razones de la dificultad de esta situación. Antes, una ralentización de las economías avanzadas afectaba a la demanda de materias primas y la energía, y se traducía en una disminución de los precios. Los productores de petróleo de la OPEP mantuvieron el dominio durante los setenta, aunque el poder de fijar los precios seguía residiendo esencialmente en los consumidores occidentales. Pero eso ha cambiado ahora drásticamente, según Elmeskov.
Durante el largo auge de principios de los noventa, la globalización trajo grandes beneficios a los consumidores occidentales. El suministro de productos manufacturados baratos desde países como China ayudó a mantener baja la inflación. Además, en lugar de gastarse toda su nueva riqueza, aquellos países ahorraron una buena parte y eso generó una superabundancia mundial de ahorro que, a su vez, contribuyó a mantener bajos los tipos de interíés en Occidente.
El resurgir de los emergentes
Ahora, sin embargo, Occidente observa la otra cara del auge de China, India y demás gigantes emergentes. Su demanda de petróleo, alimentos y materias primas "es un factor importante detrás de la subida de los precios de los artículos de consumo", según la OCDE, y sostiene las "tensiones" en los mercados de estos productos básicos. Nos hemos beneficiado de los artículos importados baratos y ahora estamos pagando el precio con el encarecimiento de los productos esenciales. Y seguiremos pagando ese precio indefinidamente, puesto que, aunque la especulación pueda haber sido un factor del reciente aumento brusco de los precios, los consumidores tendrán que acostumbrarse a pagar más por la comida y la energía que antes, según concluye en un nuevo estudio.
"Probablemente los precios se mantendrán más elevados que la media histórica, aunque sean más bajos que los niveles actuales, con sacudidas continuadas y tal vez más frecuentes, debidas a la fuerte demanda continua y a una respuesta del abastecimiento constantemente lenta. Esto exige una respuesta firme a escala nacional e internacional para proteger a los más pobres y mantener un crecimiento económico sostenido", asegura el Tesoro inglíés.
"La íépoca de la comida barata se ha terminado", asegura Tim Lang, profesor de política alimentaria en la City University. "No pretendo ser maltusiano, pero para alimentar a 9.000 millones de personas frente a 6.000 millones se necesita mucha comida. Hace falta tierra y no estamos haciendo más. Por ahora no hay soluciones tíécnicas para abordar este problema", añade.
El pico del petróleo
Y lo que vale para la comida tambiíén vale para el petróleo, dicen los expertos. Aunque la opinión generalizada rechaza la idea de que el mundo ya estíé produciendo el máximo posible (el llamado pico de petróleo), todos están de acuerdo en que la búsqueda y el desarrollo de nuevas fuentes de suministro de crudo va a ser más difícil en el futuro. "Cuando se trata de producir más petróleo, los problemas están encima de la tierra, no debajo. No son geológicos, sino políticos", advierte.
Y esos factores no están desapareciendo. Hugo Chávez, el descarado presidente venezolano, predijo la semana pasada que el petróleo alcanzaría los 200 dólares el barril y culpaba a la "mala gestión" de la economía americana y al díébil dólar. Por su parte, el gigante energíético ruso Gazprom cree que el petróleo va encaminado a los 250 dólares. Los precios ríécord del crudo están forrando a quienes no se lo merecen y su regocijo ante el desconcierto que están provocando en Occidente es indisimulado.
La opinión de Soros
En íépocas difíciles, George Soros nunca está muy lejos. í‰l fue quien selló el episodio económico reciente más turbulento de Gran Bretaña, la crisis del "miíércoles negro" que vio a la libra obligada a abandonar el mecanismo europeo de tipos de cambio en 1992.
Ahora opina que las economías occidentales se están llevando su merecido tras díécadas de sobre-exuberancia. En su libro The new paradigm for financial markets, Soros describe una "súper burbuja" que lleva años inflándose. Uno de los aspectos de la burbuja fue el mercado inmobiliario estadounidense, pero el otro fue la excesiva dependencia en los mercados financieros, lo que íél denomina el "fundamentalismo de mercado".
"Esta vez, la crisis no está confinada a un segmento particular de los mercados, sino que ha envuelto a todo el sistema financiero", escribe. "Es la primera vez desde la gran depresión que el sistema financiero internacional se acerca a un autíéntico cataclismo". Tras el auge de los críéditos llega una larga resaca. Por eso se tambalean Gran Bretaña y otros países con la crisis de los príéstamos. Y, aunque el sistema financiero internacional se haya salvado del precipicio, las repercusiones económicas todavía no se han mostrado completamente.
¿Estanflación?
¿Es una vuelta a la "estanflación" de los setenta? Pocos piensan que las condiciones actuales sean remotamente tan nefastas. Derek Scott, antiguo asesor del canciller británico Denis Healey en el gobierno laborista de 1974-79, rechaza la comparación. "Creo que es muy diferente. No veo una gran amenaza inflacionista en la actualidad. Casi todos los peligros son del otro lado: un crecimiento muy díébil", explica.
Macleod, brevemente canciller en 1970 con Edward Heath, falleció antes de poder presenciar la verdadera "estanflación". Cuando el mundo se tambaleó por los efectos de la primera gran subida del petróleo por parte de la OPEP en 1973-74, Gran Bretaña vio cómo la inflación ascendía al 27 por ciento en 1975 y se sumía en la recesión más duradera y profunda del periodo de posguerra. Aunque en estos momentos la inflación sea elevada en muchas economías de rápido crecimiento como resultado del encarecimiento del coste del petróleo y los alimentos, sigue siendo baja según los estándares históricos.
No es un gran consuelo. Los próximos 12 a 18 meses serán escabrosos, con un aumento del desempleo, empresas en quiebra y una inflación inquietantemente elevada. Aunque no sea una recesión, lo va a parecer.
Peor aún es el hecho de que algunos cambios serán permanentes. La íépoca de la comida y la energía barata se ha terminado, y los días de los críéditos fáciles no volverán en años. La nueva era empieza con una incómoda sacudida y no parece ni mucho menos tan agradable como la anterior.