Por... RAMIRO VELíSQUEZ Gí“MEZ
Sabe tanto que sabe a nada. Un problema más serio de lo que se percibe es que a todos nos dio por hablar de todo.
Sin conocimiento se opina de lo que sea. Lo escucha uno en los medios en los que a los invitados se les pone toda clase de temas y de todos pontifican, que es distinto a opinar. Quíé difícil resulta decir: no síé de eso.
Los periodistas que escuchíé mientras el Consejo de Estado andaba reunido para decidir sobre la Fiscal, decían que sería ratificada. Casi al anochecer del miíércoles, los periodistas que asistían a la lectura del caso Alonso Salazar decían que sería exonerado. ¿Fallaron las fuentes? No: incompetentes.
Sabemos tanto que no sabemos a nada. Con frecuencia nos abruma el nivel de nuestra propia incompetencia.
Esta semana, un artículo en LiveScience describe el trabajo de David Dunning , psicólogo de Cornell University que tras más de una díécada de investigación ha demostrado que los humanos hallamos "intrínsecamente difícil tener sentido de lo que no sabemos". La evidencia científica revela que la incompetencia priva a la gente de la capacidad de reconocer su propia incompetencia.
Las personas no solo opinan de todo, sino que cuando se les advierte que algo no es así, persisten en su posición ilógica e irracional.
Esto, en diferentes espacios, es un serio problema común, entre otras, en la vida empresarial: reuniones que terminan siendo un verdadero sancocho de incoherencias imposibles de condimentar.
Y jefes que no están preparados para la labor asignada, aunque se creen la última gaseosa del desierto y giran y giran en la licuadora de su propia incompetencia.
El efecto Dunning-Kruger, derivado de los estudios de aquel investigador y su colega Justin Kruger , dice que las personas con escaso conocimiento tienden a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras más preparadas, pues su incompetencia les dificulta reconocer sus errores.
Un ejemplo de la incapacidad de evaluar los propios conocimientos, cita Dunning, son aquellos que niegan el cambio climático. No conocen de ciencia ni de la ciencia detrás del tema y con persistencia mantienen posiciones contrarias a las evidencias. Y así en todo, como si por el hecho de estar en la llamada sociedad del conocimiento tuviíéramos que saber de todo.
A veces somos unos petardos y no lo reconocemos.