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Autor Tema: LOS íšLTIMOS DE LA FILA  (Leído 383 veces)

Potto

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LOS íšLTIMOS DE LA FILA
« en: Marzo 23, 2012, 02:09:52 pm »
El Trending Topic del díéficit se canta tijera en mano, porque de pronto, en el paí­s donde no paga nadie, hay que recortarlo todo. Pero si hay algo que diferencia a los polí­ticos y ciudadanos es que los primeros suscribirí­an sin vacilar más recortes sociales antes que aplicarse a racionalizar las Administraciones públicas, así­ como su infinita red de entes superfluos a todas las escalas.

Politólogos, demógrafos y expertos en gestión territorial están aburridos de repetir que las diputaciones son entes burocráticos inútiles –para los ciudadanos, no para los partidos-. Muchas han desaparecido en las autonomí­as uniprovinciales sin que se haya advertido el menor deterioro social, de la misma manera que hay ayuntamientos que se han fusionado para optimizar gastos y servicios, y nadie se ha envuelto en la bandera del cantonalismo para defender la autonomí­a municipal.

De los cuatro mil entes públicos repartidos por nuestra geografí­a, al fin parece que se va a suprimir veintisiete. Por lo visto, los 3.973 restantes son el chocolate del loro. El problema es que nunca ha habido tantos loros para tan poco chocolate. Y si el loro sigue cantando, tenemos razones para pensar que nuestros próceres consideran más factible cortarle las alas al bienestar del conjunto de los ciudadanos que dejar sin puesto de trabajo a sus entrañables correligionarios.

¿Se puede tocar la sábana santa del diseño autonómico? Allá por la Transición hubo un debate de visiones polí­ticas sobre cómo organizar el paí­s. Triunfó la tesis de Fraga: un Estado vertebrado en 17 Bavieras, fieles pero autónomas. El resultado es un reino inverosí­mil con más funcionarios que Japón – que triplica nuestra población- , al que cabe aplicarle la cíélebre frase de Dí¼rrenmatt sobre Suiza: “No dudo de la necesidad del Estado; dudo de que nuestro Estado sea necesario”.

Ante la duda hamletiana-¿acabamos de desmantelar el Estado o nos atrevemos con las autonomí­as?-, los polí­ticos parecen haber optado por la propedíéutica de Homer Simpson:”intentar algo es el primer paso hacia el fracaso”. Y así­ nos luce el pelo.

Hubo un tiempo en que quienes gobernaban tení­an una visión de paí­s, discutible pero innegable. Hoy lo que prevalece entre ellos es una lectura residencial de la polí­tica donde el ciudadano siempre es el último de la fila. Tras le flexibilización del mercado laboral viene precisamente eso, la flexibilización de la ciudadaní­a. Pero no pasa nada: ningún tonto se queja de serlo, o sea que no nos debe ir tan mal.