Casi, casi. Los ministros de Economía de la Unión Europea terminaron el sábado su reunión de dos días en Copenhague convencidos de que ya se vislumbra el final de una crisis que, por primera vez, ha puesto en peligro la supervivencia del euro.
Pero no hubo lugar para la euforia en el centro de congresos Bella de la capital de Dinamarca. Primero, porque como señaló la anfitriona y ministra danesa de Economía, Margrethe Vestager, "la situación se ha estabilizado, pero Europa afronta todavía enormes retos económicos". Y segundo, porque aún faltan algunas piezas para la solución definitiva de la crisis.
La más difícil de encajar se llama España y su situación ocupó (y preocupó) casi por completo las 48 horas de la reunión informal del Ecofin (consejo de ministros de Economía y Finanzas de la UE) organizada por Dinamarca en su calidad de presidencia semestral de la UE.
Todas las miradas de la zona euro están puestas en España, hasta el punto de que ministros, funcionarios y medios internacionales analizaron en Copenhague hasta el mínimo detalle de la coyuntura política y económica española.
El ministro alemán, Wolfgang Schí¤uble, llegó incluso a valorar el alcance y repercusión de la huelga general de la pasada semana. "No tuvo un apoyo suficiente como para que el Gobierno español deje de tomar las decisiones correctas", señaló el sábado un aliviado Schí¤uble, consciente de que podrá seguir apretando el torniquete a las cuentas españolas.
Y su jefa de filas, Angela Merkel, apretó el mismo día desde Berlín recordando a España "el compromiso" de avanzar hacia un díéficit público del 3% a finales de 2013.
El Gobierno de Rajoy dio el pasado viernes el primer paso en esa dirección, con la presentación de unos Presupuestos para 2012 que pretenden reducir el díéficit desde el 8,5% del año pasado al 5,3% exigido por Bruselas.
Esta misma semana, la Comisión Europea comenzará a examinar si el proyecto presupuestario permite alcanzar las metas pactadas. A falta de conocer los detalles, el organismo comunitario no oculta su desconfianza, en particular, en relación con la posible evolución del gasto autonómico, y con el empeño de Madrid en cuadrar las cuentas sin elevar de manera más acentuada la carga impositiva.
Fuentes comunitarias recuerdan que, antes de la crisis, España ya tenía unos ingresos fiscales casi cuatro puntos porcentuales de PIB por debajo de la media europea y más de 10 puntos por debajo de los ingresos de Francia o Bíélgica.
La situación, añaden esas mismas fuentes, ha ido a peor porque se han evaporado todos los ingresos vinculados al estallido de la burbuja inmobiliaria "y no van a volver". Como consecuencia, según los datos de Eurostat, la Oficina de Estadísticas de la Comisión Europea, España ha pasado de unos ingresos en 2007, equivalentes al 41% del PIB, hasta el 36% (frente al 49% de Francia, por ejemplo, antes y despuíés de la crisis).
Fuentes de la Comisión reconocen que elevar la presión fiscal en períodos de caída del crecimiento resulta muy complicado. Pero dudan que España pueda resolver el problema limitándose a suprimir algunas exenciones en el impuesto de sociedades u ofreciendo una amnistía fiscal de dudoso impacto (el Gobierno espera ingresar como mucho unos 3.250 millones de euros o poco más del 0,3% del PIB).
Las instituciones europeas tambiíén temen que el efecto de los ajustes previstos en el Presupuesto llegue demasiado tarde para evitar este año un descarrilamiento del díéficit como el del año pasado. Para evitar esa posibilidad, el Banco Central Europeo ha pedido a España que salte los trámites parlamentarios de los Presupuestos y los apruebe por vía de urgencia.
El Gobierno no parece dispuesto a acatar esa orden en forma de sugerencia, lo que podría provocar un choque con una institución de la que dependen buena parte del sector financiero español y que se encarga de enfriar, cuando hace falta, la prima de riesgo de la deuda pública española.
Deprisa, deprisa
Y el BCE no parece estar solo en su redoblada presión sobre España. El conjunto de ministros de Economía, para desgracia de Luis de Guindos que asistía por primera vez a una cita informal del Ecofin, no fue más complaciente durante el fin de semana.
El titular sueco, Anders Borg, recordó que España no dispone de mucho margen porque "si creciera la incertidumbre y se percibiera que el país no va en la dirección correcta, volveríamos a la misma situación que hace dos meses".
Es decir, al caos vivido hasta que se resolvió, siquiera temporalmente, la reestructuración de la deuda en Grecia y el Gobierno de Mario Monti estabilizó la situación en Italia.
La atención ahora se centra en España. Y los socios comunitarios tienen cada vez la vista más fija en la Península porque parecen convencidos de que el final de la crisis o su rebrote depende de lo que ocurra al sur de los Pirineos. Inquietud que abarca a Portugal, país para el que no se descarta una segunda intervención de rescate tras los 78.000 millones de euros de la primera. Pero que se centra, sobre todo, en España y su sector financiero. Hasta el punto de que por primera vez aparecen en la misma frase la piel del toro y los fondos de rescate. La zona euro parece dispuesta a todo con tal de pasar de una vez la página de la crisis.