Por... BEATRIZ DE MAJO
Las importaciones de ífrica desde China se han triplicado en los últimos tres años.
Uno de cada seis dólares pagados por productos de proveniencia externa va a parar en ese país de Asia.
Las inversiones chinas en ífrica superaron el año pasado 13.000 millones de dólares.
Hace una díécada, el flujo de capitales se inició de una manera acelerada, pero vino precedido de un comercio devastador para las incipientes industrias de ese vasto espacio.
Desde entonces a esta parte, su presencia comercial se ha tornado aún más intensa.
ífrica está invadida por productos chinos que lesionan los esfuerzos de los nacionales por competir en el bolsillo del consumidor.
Pero un cambio cualitativo se ha estado experimentando.
Quienes hoy están compitiendo con los productos chinos son otras empresas provenientes del mundo desarrollado, que han encontrado en ífrica una clientela cada día más ávida de mejores productos.
Si la competencia no ha favorecido a los empresarios africanos, al menos ha logrado elevar la cadena de valor de los productos que circulan en el mercado.
Desde ensambladoras de tractores para el cultivo agrícola hasta plantas para la fabricación de telíéfonos inteligentes instaladas con capital chino, son comunes en algunos de los países, generando puestos de trabajo, provocando un flujo de tecnología, estimulando las aspiraciones del consumidor local.
Generando, a la vez, un ambiente de mejoramiento y de competencia industrial que solo puede ser bueno para los países receptores.
Algunos países africanos han entendido que de ello es posible extraer beneficio, en la medida en que los locales pongan límites a los perjuicios que comporta tal afluencia de productos, y en la medida en que la permisividad comercial venga asociada con exigencias susceptibles de aportar progreso.
El balance hasta ahora no es malo en este juego de sumar los intereses del incumbente con los del país invasor.
Si bien es cierto que 17 por ciento de las importaciones globales africanas es de factura china, no es menos cierto que ese país es, para esta hora, el que mayores inversiones ha efectuado en infraestructura a lo largo y ancho del continente africano en el último lustro.
Las vías terrestres, ferroviarias y poliductos puestos en funcionamiento por los chinos para transportar las producciones locales son ya un lugar común en países como Nigeria o en Mozambique.
Países como Kenya han conseguido importantes beneficios para sus nacionales de la apertura de sus puertas a los industriales del gigante asiático. Son comunes allí los subsidios exigidos a empresas chinas para beneficiar al consumidor, los que a la postre contribuyen igualmente a evitar el contrabando y la piratería, por ejemplo, de equipos celulares.
La corrupción y los excesos no han estado ausentes en este proceso neocolonial de relación transcontinental.
No son buenas las generalizaciones en este campo, ya que ífrica envuelve a 54 naciones con distintos niveles de desarrollo.
Pero sí es posible señalar que los países receptores han estado conscientes de la importancia de temperar los beneficios que los chinos extraen de su penetrante presencia y asociarlos con los que los países aperturistas extraen a su vez.